Un deseo por lo prohibido
Viviendo en un matrimonio lleno de maltratos y abusos, donde su esposo dilapidó la fortuna familia, llevándolos a una crisis muy grave, no tuvo de otra más que hacerse cargo de la familia hasta el extremo de pedírsele lo imposible.
Teniendo que buscar la manera de ayudar a su esposo, un contrato de sumisión puede ser su salvación. En el cual, a cambio de sus "servicios", donde debía de entregársele por completo, deberá hacer algo que su moral y ética le prohíben, todo para conseguir el dinero que tanto necesita...
¿Será que ese contrato es su perdición?
¿O le dará la libertad que tanto ha anhelado?
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Capitulo 1
Advertencia ⚠️. Si eres de esos lectores sensibles, te recomiendo no leer la historia, ya que contiene escenas de maltrato a la mujer, sumisión, y engaños.
Ser obediente, y respetar a tu pareja sentimental, no significa soportar humillaciones, y maltratos.
Por favor, no olvides apoyarme. Gracias
...❤️«Una Amante Por Contrato»❤️...
Muriel se despidió de los presentes, y se disponía a partir. Miró el orfanato y sus alrededores, y sintió mucha nostalgia, ese fue el lugar que la vio crecer.
Beatriz pudo deducir la tristeza de la chica, y para darle ánimos, le dijo con amabilidad. “Podrás volver cuando quieras, cariño. Ahora vámonos”.
Se marcharon a la mansión Brown. Al llegar a dicho lugar, Muriel quedó maravillada con tantas bellezas. La casa era grande, con enormes ventanales, y una lujosa decoración.
La señora Beatriz estaba satisfecha con la esposa que había elegido para su hijo. Era obediente, decente, y muy devota de Dios.
Muriel contemplaba todo el lugar.
— Tu habitación será en el primer piso, hasta que en dos días contraiga matrimonio con Noah.
Al escuchar esas palabras, volteó y miró a la señora.— ¿Tan pronto? — preguntó.
— Entenderás que no puedes vivir, bajó el mismo techo que tu prometido, sin estar casados.
— Como ordene, señora.— dijo Muriel, e hizo una reverencia.
Muriel era una joven hermosa, inteligente, educada. Se había enamorado de Noah, pues era lo único que escuchaba a diario. “Debes ser obediente, amar y respetar a tu esposo”.
Para Noah, Muriel no le era indiferente, pero tampoco era su prioridad. Él había desarrollado una adicción por los juegos de azar, y sin darse cuenta, poco a poco, estaba acabando con su herencia, y de paso con la empresa familiar.
Dos días después se casaron. La boda fue sencilla, y un tanto aburrida. Muriel no soñaba con una gran fiesta, pero al menos con algo más colorido.
La joven sabía poco de sexo, pues de ese tema nadie le decía nada, lo único que escuchaba era que no se podía negar a ser tocada.
Después de casarse, se fueron de luna de miel. La noche de boda no tuvo nada en especial. De hecho, ella pensaba que el sexo era bueno, mágico, pero después de su experiencia, no entendía por qué eran necesarias las relaciones sexuales. Noah no fue caballeroso, la besó, y tomó su cuerpo sin ninguna caricia. Su primera vez fue dolorosa, quizás más de lo que imaginó.
Dos años después, la herencia Brown había desaparecido, y la empresa estaba en la quiebra.
Una noche, la familia Brown, se encontraban en el comedor, cenando. Beatriz estaba molesta con su hijo, pues no cesaban las llamadas de abogados, los bancos, y de cobradores.
— Noah, me puedes explicar qué está sucediendo.— pidió Beatriz, alterada.
Noah tocó la mesa fuerte con ambas manos, luego se frotó las sienes, estaba verdaderamente frustrado. Las mujeres se exaltaron, por esa reacción inesperada.
— Hice un mal negocio, Mamá. Lo voy a resolver.— explicó mirando hacia el plato.
Muriel sabía que todas sus deudas eran consecuencias de los juegos. No le parecía justo que siguiera derrochando lo poco que les quedaba, pero no podía hacer nada.
— ¿Seguro que fue un mal negocio?— se atrevió a preguntar Muriel. Pregunta que después de algunos minutos, terminó lamentando. Los esposos entraron a su habitación. Ella, ajena al enojo de su esposo, se ofreció a quitarle los zapatos, pero un ardor en su mejilla, la hizo reaccionar.
Noah, después de abofetearla, la agarró por el cabello con fuerza, y le volvió a pegar. Esta vez, provocándole sangran por la nariz. No conforme, la sujetó por los antebrazos, ejerciendo presión.
— Jamás me vuelvas a cuestionar, no eres nadie.— le gritó fuerte y se retiró.
Muriel se dejó caer al suelo, y lloró amargamente. Nunca nadie la había golpeado. Sintió que no merecía ser tratada de esa manera. Fue la primera vez que la golpeó, pero no imaginó que esa sería la primera de muchas.
Tres años después, estaban totalmente en la ruina, perdieron la empresa, y no tenían empleadas domésticas. Muriel se encargaba de los quehaceres del hogar. Era una mujer infeliz, pero se adaptó a obedecer a Noah, pensó que de eso se trataba el matrimonio.
— Muriel, cubre esos morados de tu rostro.— pidió Beatriz, sin darle importancia a los golpes, ya que eran frecuentes.
La joven estaba fregando los platos, escuchó esa voz autoritaria, y respiró profundo para no ser grosera. La señora Beatriz no hacía nada para defenderla.
— Dígale a su hijo que no me pegue.— dijo afligida.
— Eres una mala agradecida. Mi hijo está enfermo, ¿acaso no lo ves? — preguntó Beatriz, tratando de justificar a su amado hijo. En el fondo, eso era lo que ella quería creer.
Muriel sonrió con sarcasmo. “¿Enfermo? Admita que es un adicto a los juegos, y un abusador”, pensó la joven
— Lo siento, señora.— respondió para finalizar el tema.
Noah regresó a la mansión, después de una cena con uno de los pocos amigos que le quedaban, ya que debido a su evidentemente pobreza, todos le dieron la espalda.
— Hijo, regresaste temprano.— dijo Beatriz, acomodada en el sillón.
— ¿Dónde está Muriel?— preguntó quitando el saco.
— En la cocina lavando los platos. Gracias a Dios que la tenemos a ella, yo no soportaría estar limpiando.
Noah no hizo ningún comentario, y se dirigió a la cocina. Él la observó por varios minutos, ella lucia cansada, y los moretones del rostro eran muy notorios. Se acercó y la rodeó por la cintura.
— Perdóname, soy un imbécil, te prometo que no te vuelvo a golpear.
Autora; Queridas lectoras, acepto todos tipos de comentarios, pero a menudo me dejan comentarios ofensivos, los cuales me estresan mucho.
Una lectora se atrevió a preguntar, ¿De quién naciste? ¿Por qué rebajas a las mujeres? No tienes madre, ¿O qué?
Querida; Nací de una mujer, soy mujer, tengo hermanas, y lo más importante, tengo una hermosa niña.
Por favor, no me juzguen por escribir.
Lo bueno que su desenlace resultó positivo y armonioso.