"Me cruce por su camino una vez... Solo una vez. ¿Suerte, casualidad o destino?. No lo sé. Pero desde que eso ocurrió conocí al hombre que cambio mí vida..."
Renzo Leone (27 años) es un poderoso mafioso de Grecia: Inteligente, despiadado, sin corazón y frío asesino, todo eso se oculta detrás su fachada de ángel hermoso. No dudo el matar a sus enemigos con sus manos. Inmensamente temido en el mundo de la mafia y aún peor que no portaba debilidades por dónde atacar, logro poner su apellido por encima de todo el mundo tanto así que cualquiera temblaba la oírlo.
Melina Brown (20 años) una dulce joven introvertida de EE.UU que vive bajo la maldad de su mamá, quien la odia por ser hija de una infidelidad de su parte hacia su marido. Con la culpabilidad de haber arruinado la vida y el matrimonio de su madre, jamás presto atención al hecho que estaba siendo vigilada sino hasta muy tarde. Su verdadero padre hará su aparición cuando intenta rehacer su vida.
NovelToon tiene autorización de Thais Perdida para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
1. MUERTE
26 DE NOVIEMBRE 2.022
• ATENAS (GRECIA) •
...****************...
RENZO
– ¡¡HABLA AHORA O TE MATO!! –le gritó furioso–. ¿Quien mato a mí hermana?.
Este se echa a reír con ganas lo que me da más ganas de matarlo. Antes de ayer recibí la noticia de que no solo había matado a mí hermana sino que la había torturado, violado en manada por encargo de un enemigo.
– No pienso decirte nada Leone –me mira–. Puedes matarme pero no te diré nada.
– ¿Tu tocaste a mí hermana? –me acerco a él–. ¿La tocaste?.
– Lo hice, yo fui uno de los cinco –se ríe–. No sabes cómo disfrute, yo fui quien inicio... Quien le quitó su inocencia.
– Mí hermana tenía quince años... –tomo su cuello–. ¡ANIMAL!. La cortaron, la quemaron todo antes de matarla. Ella era mí mundo y ustedes me lo quitaron.
– Pobre... Ahora no te queda nada –me dice.
Me alejo de él y me limpio las manos. Lo miro con una sonrisa.
– ¿Sabes que es lo peor que me hayas quitado todo? –le pregunto.
– No, no lo sé –me dice sonriendo–. ¿Que?.
– Que siempre me entero de todo y lo devuelvo... –le sonrío–. El doble.
Le hago una señal a un hombre y por la puerta entran otros con dos mujeres atadas y amorzadas.
– Si bien creo saber... –le digo–. Ellas son tu mujer y tu hija.
– No... Por favor, no –suplica–. Te lo ruego.
Sientan a ambas frente a él y yo me pongo detrás de ellas. Las miro con una sonrisa. Me inclino ante la niña quizás de la edad de mí hermana.
– ¿Cuál es tu nombre, hermosa? –le pregunto.
– Irina –me dice.
– Irina, linda. –le sonrío–. ¿Sabes que hizo tu papi para estar aquí?.
– No, no lo sé –niega–. Y tengo mucho miedo.
– ¿Y usted señora? –miro a su esposa–. ¿Sabe que fue lo que hizo?
Está niega, ambas están visiblemente aterradas. Me levanto y saco de mí billetera la foto de mí hermana. Se las muestro a ambas.
– Ella era Florencia –les digo–. Mí hermana, tenía tu misma edad –le digo a la niña–. Era dulce y linda como tu.
– Era muy linda –me dice.
– Lo era, era la persona más buena del mundo –miro la foto–. Tu papi, la torturó... La quemó, la corto... Le hizo cosas horribles y le robo su inocencia junto a otros cuatro hombres.
La mujer abre los ojos de par en par cómo sus ojos. Empieza a llorar a cantaros mirando a su esposo con rabia.
– Por eso están aquí ahora –les digo–. Si papá no habla les va a pasar lo mismo a ustedes.
– Por favor, Leone –exclama el tipo–. Te lo ruego.
– ¿Sabes? –me giro hacia él–. Imagino a mí hermana suplicandoles, pidiendo por favor que pararan. ¿Me equivoco? ¿O la drogaron abre?. No, no creo querían que sufriera. ¡DIME QUIEN LOS ENVIO!.
Este no habla, entonces pierdo la paciencia, entran cuatro hombres con un colchón que tiran al suelo. Me levanto y me coloco detrás de ellas con arma en mano. Le sonrío al tipo que tengo en frente.
– ¿Hablaras o no? –le pregunto.
Niega con la cabeza. ¿De verdad cree que estoy jugando?.
– Bien, entonces hagamos un clásico... –le apunto a la mujer–. De tin... –le apunto a la hija–. Marin... –vuelvo a la mujer–. de do... Pingüe... Cucara... Macara... títere... fue... yo no fui... fue tete... pégale... pégale... que ella... fue... –le sonrío–. Que curioso, perdió tu hija.
Corto las cuerdas de la niña y la levanto del brazo. Sino quiere hablar, verá el mismo sufrimiento de mí hermana en su hija.
Le doy la niña a mis hombres quienes la tiran al colchón. Su madre empieza a saltar sobre su silla y cae al suelo desesperada.
– ¡HABLA! –le grita a su esposo–. ¡HABLA MALDITO SEAS!.
Los gritos de su esposa y la niña se escuchan, el tipo parece quebrantarse. Le asiento a mis hombres y empiezan a desabrochar sus cinturones. Uno de ellos rompe la camiseta que la niña llevaba.
– ¡ES TU HIJA! –le grita–. ¡ABRE LA BOCA, MALDITA SEA!.
– ¡ANTONIO RÍOS! –me grita.
Levanto la mano deteniendo a mis hombres. Con las manos en los bolsillos me acerco a él lentamente.
– ¿Que dijiste? –pregunto–. Creo que no te escuché.
– Antonio Ríos, Maldición –dice–. Él nos mandó a hacerle eso a tu hermana.
– ¿Él mafioso que es dueño de medio Estados Unidos? –pregunto–. ¿Ese Antonio Ríos?.
– Desgraciado, hijo de puta –lo tomo del cuello–. ¿Y lo disfrutaste no es así?.
– Lo lamento –dice suplicante–. Por favor.
– Hace minutos no lo hacías –saco mí arma–. No te mereces ser padre, no te mereces vivir... Le devolveré ese favor a Dios.
Sin dudar le apunto directo a la cabeza y le disparó. Su cuerpo queda ahí en el suelo, no se escucha ni una mosca.
Tomo mí chaqueta y se la tiró a la niña. Le pido disculpas y le digo que se quedarán en mí casa, por si acaso.
Voy a mí habitación y me ducho pensando en todo lo que ocurrió.
– ¿Por qué mierda, Ríos? –me pregunto a mí mismo–. ¿Por qué mierda tuviste que meterte conmigo? ¿Con mí hermana?.
Salgo de la ducha y una vez vestido llamo a mí mejor amigo y confidente, Mitchel. Contándole todo lo que pasó.
– ¿Y ahora? –pregunta–. ¿Que piensas hacer?.
– ¿Que más? ¿Eh? –lo miro–. Hay que preparar a mis hombres, mañana mismo partimos a Nueva York... Acabaremos con Ríos así como me llamo Renzo Leone.
– ¿No quieres esperar un poco, amigo? –me dice–. Acabas de perder a tu hermana... No tuviste tiempo para pasar tu luto.
– No hay tiempo para eso –niego–. Despertaron al Diablo ahora se quemaran entre las llamas del infierno.
Prepárate Antonio Ríos... Porque seré el diablo de tu infierno, yo seré tu verdugo y la vida de mí hermana será tu pena.