Eliza, una noble empobrecida, está desesperada por pagar sus deudas cuando recibe una oferta inesperada: convertirse en espía para Lady Marguerite en el ducado del Duque Richard. Sin embargo, su misión toma un giro inesperado cuando el duque, consciente de las amenazas que rodean a sus hijos, le propone un matrimonio por contrato para proteger a su familia. Eliza acepta, consciente de que su vida se complicará enormemente.
Tras la muerte del duque, Eliza se convierte en la tutora legal de Thomas y Anne, y asume el título de Duquesa de Gotha. Pero su posición es amenazada por Alexander, el hijo mayor del duque, un hombre frío y calculador respaldado por la poderosa familia de su difunta madre. Alexander de Ghota.
NovelToon tiene autorización de Amunets para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 10
La tranquilidad y seguridad que Eliza había trabajado tanto por mantener se
desmoronó tras la muerte del duque. Con su partida, llegaron los cuervos,
familiares y parientes lejanos, atraídos como carroñeros por la noticia de su
fallecimiento. Vinieron con el pretexto de rendir homenaje en el funeral, pero
Eliza sabía que sus verdaderas intenciones eran menos nobles.
El funeral del duque fue un evento solemne y sombrío. Eliza, vestida de
negro, sostuvo a Thomas y Anne a su lado mientras recibían las condolencias de
los invitados. Las caras conocidas de los familiares del duque estaban allí,
sus miradas llenas de evaluación y desprecio.
—Lady Eliza, mis más sinceras condolencias —dijo un pariente con una sonrisa
falsa—. Debe ser muy difícil para una mujer joven y sin experiencia manejar una
situación tan complicada.
Eliza mantuvo su compostura, su rostro sereno, aunque por dentro estaba
asustada y nerviosa. Sabía que la batalla por la tutela de los niños y la
administración del ducado acababa de comenzar.
—Gracias por sus palabras —respondió Eliza con cortesía, aunque su voz
temblaba ligeramente—. Haré todo lo posible para honrar la memoria del duque y
cuidar de sus hijos.
Las miradas de los familiares no eran amables. Sentía sus ojos juzgándola,
evaluando cada movimiento, cada palabra. Aunque mantenía la compostura, el
temor crecía dentro de ella. Sabía que muchos de ellos desconocían que era la
tutora legal de los niños y que estaban ansiosos por deshacerse de ella.
Durante la recepción posterior al funeral, los familiares se reunieron en
grupos, susurrando entre ellos. Algunos ni siquiera intentaban ocultar su
desprecio.
—Una trepadora —murmuró una tía lejana—. No puedo creer que haya llegado tan
lejos.
—Solo está aquí por el dinero y el poder —dijo otro pariente.
Thomas, que estaba cerca de Eliza, escuchó los comentarios y se enfureció.
Antes de que Eliza pudiera detenerlo, se giró hacia los adultos con una mirada
desafiante.
—¡No hables así de mi madre!
Eliza sintió una oleada de orgullo y preocupación por Thomas. Acarició su
hombro y lo atrajo hacia sí, tratando de calmarlo.
—Está bien, Thomas. No necesitas preocuparte por lo que dicen.
Los familiares intercambiaron miradas incómodas,
Eliza sabía que esta confrontación solo había aumentado la
tensión, pero también le dio la fuerza para mantenerse firme.
Esa noche, mientras el castillo se sumía en el silencio, Eliza tomó una
decisión. No podía permitir que los niños quedaran vulnerables ante las
intenciones de los familiares. Decidió trasladar a Thomas y Anne a su propia
habitación, donde podría vigilarlos de cerca.
—Vamos, pequeños —dijo Eliza, tratando de sonar tranquila—. Dormirán en mi
habitación esta noche. Quiero asegurarme de que estén a salvo.
Thomas y Anne la siguieron sin protestar, sus rostros aún marcados por el
dolor y el cansancio. Eliza preparó camas improvisadas para ellos en su
habitación y cerró la puerta con llave, asegurándose de que estuviera bien
cerrada. Colocó muebles pesados contra la puerta, creando una barrera
adicional.
—No te preocupes, Anne —dijo Eliza mientras arropaba a la niña—. Estoy aquí
para protegerte. Nadie te hará daño.
Anne asintió, sus ojos grandes y llenos de confianza en Eliza. Thomas se
sentó cerca, observando a su nueva madre con una mezcla de admiración y
gratitud.
—Gracias, mamá —dijo Thomas en voz baja.
Eliza sintió un nudo en la garganta al escuchar esa palabra. Sabía que tenía
que ser fuerte por ellos, aunque por dentro estaba asustada y nerviosa. No
podía permitirse el lujo de mostrar debilidad.
Esa noche, Eliza apenas durmió. Cada ruido la hacía saltar, cada sombra
parecía una amenaza. Se mantuvo alerta, velando por los niños mientras ellos
dormían.
Al amanecer, los primeros rayos de sol iluminaron la habitación. Eliza se
levantó con cuidado, observando a los niños que aún dormían pacíficamente.
Sabía que los días siguientes serían difíciles, pero estaba decidida a
protegerlos y cumplir con la promesa que le hizo al duque.
A medida que los familiares comenzaban a despertar y a moverse por el
castillo, Eliza se preparó para enfrentarse a ellos. Sabía que su posición como
tutora de los niños le daba cierta ventaja, pero también sabía que necesitaría
toda su astucia y determinación para mantener a salvo a Thomas y Anne.