Buscó en todos los armarios, hasta que por fin dio con su paradero, estaban en uno de las estantes superiores. Intentó tomarlas pero estaban demasiado alto, se puso de puntillas para intentarlo de nuevo cuando notó que alguien rozaba su cuerpo. En su campo de visión, podía observar como una mano agarraba el tarro de palomitas.
Algo que la perturbaba, era saber a la perfección quién era por el perfume tan viril y masculino. Estuvo tan cerca de él que reconocería incluso el aroma de su piel. Seguía de espaldas, y de pronto sus manos se posaron en la encimera una en cada lado de sus caderas, aprisionándola.
Se dio la vuelta lentamente, hasta encontrarse con esa mirada que la desorientaba. Estaba muy cerca de ella para disgusto de su corazón, que latía desbocado en su caja torácica.
–Aquí tiene... –Le dio el tarro que ella agarró inmediatamente. Lo aferró a su pecho con fuerza para intentar tener un poco de seguridad.
–G-Gracias...
¿Por qué no se alejaba de ella? ¿Le pediría disculpas por el beso? Mil preguntas pasaban por su cabeza.
Acercó su rostro al suyo, tanto que sus labios quedaban a un centímetro. Ella estaba totalmente inmóvil con los ojos entrecerrados, podía sentir su respiración agitada sobre ella.
Él agarró una manzana del frutero que había tras ella y se separó. Salió de la cocina como si nada hubiera pasado, Aurore todavía seguía en el sitio absorta.
De pronto entró Florentino.
–¡Tío! ¡Vamos a ver una película! ¿Quieres verla con nosotros? –Preguntó emocionado.
–Tengo que terminar un pendien...
–Porfa... –Otra vez esos ojitos, con su tío nunca fallaban.
–De acuerdo, pero déjame subir un momento a mi despacho, y ahora regreso.
–¡Sí! ¡Aurore vamos a preparar la película!
–Voy cariño, ya estoy terminando.
Aurore llegaba al salón arrastrada por Florentino de una mano y con la otra agarraba un cubo enorme de palomitas.
–Florentino, despacio. –Dijo riendo–. Voy a tirar todo a este ritmo.
Esta parte de la casa nunca la había visto. Como todo en la mansión, la dejó impresionada. La televisión era enorme.
–¡Quiero ver Spider-Man! –Pidió emocionado.
–¡Perfecto! –Aurore inició sesión y buscó la película.
Empezaba cuando tuvo la necesidad de ir al servicio.
–Florentino, tengo que ir al aseo, ¿de acuerdo? Vuelvo en un momento.
–¡Vale, Aurore! –Estaba emocionado.
–Pero no te termines las palomitas, ¿ok?–Le guiñó un ojo y él se rio tirándose al sofá.
A gusto salió del cuarto de baño y se dirigió al salón.
–¡Cariño, ya estoy! –Exclamó con una sonrisa, la cual se fue desvaneciendo al verlo sentado al lado de Florentino. No esperaba que él estuviese ahí.
Alessandro la miraba como siempre, una vez ponía su vista en ella la estudiaba de pies a cabeza. Y eso provocaba que su seguridad desapareciera.
–Aurore ven, siéntate aquí. –Señaló el asiento entre él y Alessandro.
–No hace falta que estemos tan apretujados, me sentaré al lado.
–Porfa... Quiero ver la película con mi tío, y Aurore junto a mí. –Suplicó con voz adorable.
–Vale... –Se sentó nerviosa.
Tenía a Alessandro pegada a ella, y sus piernas se rozaban en ocasiones. La película empezaba, no se atrevía a verlo ni una vez, tenía la vista en la pantalla. El filme era bastante entretenido, los tres estaban concentrados en la trama.
Aurore y Alessandro intentaron tomar palomitas del recipiente que agarraba ella, y eso provocó que sus manos se encontraran, ella se giró topándose con su mirada retirándola inmediatamente mirando de nuevo a la pantalla. Intentaba hacer el menor contacto visual posible, eso era lo que la debilitada.
Eso provocó en él ganas de sonreír ante su reacción. Era más que obvio que la ponía nerviosa. Hubo una escena de miedo asustando a Florentino, y abrazó a Aurore encondiendo el rostro en su pecho. Las palomitas se derramaron sobre ella con la acción.
–¿Qué pasa, cielo? ¿Te asustaste? –Preguntó Aurore acariciando su cabello.
–Sí... Tengo miedo...
–No tiene nada de malo que este bebé tenga miedo, aquí estoy yo para abrazarlo muy fuerte. –Espetó estrechándolo entre sus brazos.
–No soy un bebé...
–Claro que no, ya eres todo un señorito.
Florentino elevando su rostro vio en dirección de su tío.
–Vamos campeón sal de ahí, no hagas caso a la sensiblera. Tienes que ser valiente siempre, ¿escuchaste? –Dijo quitándose las palomitas de su jersey.
–¿Sensiblera? –Lo vio directamente a los ojos.
Después de terminar de zafarse de la última palomita le devolvió la mirada, pero esta vez con más intensidad. Maldita sea, la deseaba demasiado.
Jamás había tardado tanto en poseer a una mujer, si le gustaba una no tenía que mover ni un dedo para que cayera en sus encantos. No le hacía falta ser romántico, nunca lo era, de hecho en la vida le había dicho a una mujer que la amaba. Así le enseñó su padre, las mujeres solo eran un peligro, una vez caes en sus garras será tu perdición, recordó sus palabras.
A su madre no le faltaba de nada, pero su matrimonio llevaba acabado desde muchos años atrás, antes de su sepultura. Era el típico matrimonio italiano que duraba toda la vida. Uno sin amor, ni sentimientos.
Pero aquella mujer a su lado era extraña. En vez de pedirle que la hiciera suya, parecía querer huir, y esa singularidad le causaba curiosidad. Recordó cómo temblaba en sus brazos cuando estaba pegada a su cuerpo hace unas horas mientras la besaba, y no pudo evitar mirarle los labios.
Ella lo notó de inmediato y le fue imposible evitar el rubor de sus mejillas.
–¿Me equivoco? –La miró a los ojos de nuevo.
–Es usted un... –Calló recordando que no estaban solos–. Mejor recojo esto...
–No se moleste, vendrá alguien encargado de la limpieza.
–Yo lo derramé, es mi obligación limpar. No hace falta molestar a nadie.
–Le dije que no se moleste, no me gusta repetir dos veces las cosas.
Aurore lo vio irritada. Se aseguró que Florentino estuviera entretenido con la película y se acercó a Alessandro.
–Y a mi no me gusta que me den órdenes... Y mucho menos si las da alguien que quiere convertirme en una prisionera. –Susurró cerca de su oído.
Él estaba desconcertado pero no permitía que ese asombro se reflejara en su semblante. Si hubiera sido cualquier otra persona la que le dijera tal cosa terminaría con un tiro en la frente, y diez metros bajo tierra. Su curiosidad y deseo crecían a medida que la analizaba. Ninguna mujer antes se atrevió a hablarle así.
Ella intentó recoger lo mejor posible las palomitas de la alfombra y del sofá de nuevo en el recipiente, sin hacer caso a la mirada desafiante de él.
El tiempo transcurría y los ojos de Aurore se volvían cada vez más pesados, después de la comida había ingerido la pastilla que le trajo uno de los tantos hombres de Alessandro, tenía bastantes efectos secundarios y uno de ellos era la somnolencia. A pesar de haber dormido por la mañana se sentía agotada.
Tanto que no pudo evitar cerrar los ojos, Alessandro estaba atento al final de la película, cuando notó la cabeza de Aurore en su hombro. Se veía como un ángel cuando dormía. Inclinó mejor su cabeza en su hombro para que no se lastimara el cuello, colocando un mechón de cabello detrás de su oreja.
Tenía la intención de acariciarle la mejilla cuando fue consciente de lo que estaba haciendo, retiró su mano inmediatamente. ¿Qué demonios le estaba pasando? ¿Qué fue ese gesto? No se reconocía.
Cuando la película terminó fuera había oscurecido, hacía bastante mal tiempo, conocía muy bien aquella ciudad y sabía que se avecinaba una fuerte tormenta por la llegada del invierno. Llevaba viviendo allí cinco años. Desde la muerte de su familia, se fue de Italia para pisar suelo americano. Quería estar lo suficientemente lejos de esas tierras, para la protección de su sobrino. Aquel sentimiento que pensó tener controlado, oprimió su pecho con fuerza.
Florentino notó una mancha roja en el vestido de Aurore. Tocó la mancha con preocupación, lo que causó que ella despertara. Observó a su al rededor, notando que estaba recostada en su hombro y se levantó apresurada con vergüenza, ¿cómo pudo quedarse dormida?
Él se encontraba contemplando por los ventanales cómo la lluvia caía, no se movía, parecía estar sumergido en sus pensamientos.
–¿Estás bien, Aurore? –Preguntó Florentino un poco asustado.
–Sí, no es nada, es aquel rasguño del que te hablé antes. Ahora me cambio las vendas, y estará como nuevo. –Intentó decir con seguridad para intentar calmarlo–. Vamos cielo, ve a tu cuarto a ponerte el pijama, voy ahora contigo.
Florentino fue en dirección a su dormitorio, después de darle un abrazo a su tío. Aurore dobló la manta y arregló un poco los cojines. Alessandro seguía en la misma posición, mirando hacia el jardín. Tenía una mirada tan... Melancólica. ¿Qué estaría pensando?
–Perdóneme por lo de antes, me quedé dormida sin darme cuenta.
–No se preocupe... –Respondió sin dejar de ver por el ventanal. Su voz sonaba tan cansada.
–Me disculpo de nuevo, no quiero ser indiscreta, pero, ¿se encuentra bien? –Era la primera vez desde su llegada que lo veía así.
–Vaya junto con Florentino, la estará esperando. –Esta vez sí la volteó a ver, su mirada al igual que su voz era lánguida–. Después de acostarlo, diríjase a mi oficina.
Asintió, no quería hacer preguntas, lo veía tan inofensivo y agotado que prefería no hacerlo hablar. Subió las escaleras, para acostar al pequeño.
–¿Aurore, puedes dormir conmigo?
–Sí mi vida, claro que puedo, tengo que ir a hablar con tu tío y vengo a dormir con este grandullón. –Dijo esto último haciéndole cosquillas, él se reía sin parar.
Al salir de la habitación él ya estaba ahí, desde el corredor se apreciaba la luz del despacho, sintió un frío espeluznante recorrerle el cuerpo. No pudo evitar pensar en su madre y en cómo se sentía, estaría preocupada por ella y el maldito de Jake le habrá mentido sobre lo que había hecho.
Estaba lloviendo muy fuerte, las gotas caían sin cesar deslizándose por los grandes ventanales del pasillo. La puerta se encontraba abierta, así que entró empujándola en silencio. Alessandro estaba de espaldas con las manos en los bolsillos mirando por la cristalera, lo observó unos segundos por detrás, no se movía.
Tenía unos hombros firmes y vigorosos, era evidente que se ejercitaba, pudo notar su abdomen marcado cuando lo tocó, su pecho fuerte y pronunciado... Esfumó esos pensamientos moviendo la cabeza levemente.¿Cómo pensaba en eso?
–Pase, siéntese en el sillón. –Aseveró sin siquiera moverse. ¿Cómo sabía que era ella? Siguió sus indicaciones sin objetar.
–¿Hay algún problema, señor Alessandro? –Lo observó dirigirse al cuarto de al lado, y salir con un botiquín en la mano.
–Debe cuidar mejor de su salud, o en un futuro se arrepentirá de ello.
Aurore estaba asombrada, no era capaz de creerse que aquel hombre pudiera tener un acto amable hacia ella. Se veía cansado como en el salón, tan inocuo e indefenso. Ese hombre duro y frío había desaparecido, lo reemplazaba uno abatido y taciturno. Sin verla, se concentraba en desinfectar la herida. A Aurore le dolía horrible, no pudo evitar quejarse.
–¿Le duele? –La miró fijamente–. Si el dolor no pasa en los próximos cuatro días, avíseme.
–¿Es doctor?
Él no pudo evitar sonreir ampliamente ante su ingenuidad. Ella se quedó inmóvil, era la primera vez que lo veía sonreír así, tenía una dentadura perfecta.
–Lo mío son los negocios. Pero sé a la perfección cómo curar heridas, aunque usted piense que solo sé hacerlas.
–En ningún momento he dicho que piense eso de usted. –Se dignó por fin a reaccionar.
–Animal, cavernícola, monstruo... Depravado.
–Dijo la última palabra mirándola de nuevo, ella entendió lo que quiso decir con esa mirada e inevitablemente recordó en qué situación le había llamado aquello.
–Bueno... Pero eso fue porque me hizo enojar. –Se excusó tartajeando.
Estaba nerviosa, siempre lo estaba cuando él se encontraba cerca.
–Yo no hago enojar a nadie siempre y cuando no me contradigan. –Terminó de vendar y cerrar el botiquín que dejó encima de la mesilla.
–Muchas gracias... Por su amabilidad. –Él asintió pasándose la mano por su cabello, mientras cerraba los ojos un momento.
–Debería descansar, se ve cansado. –Se levantó de manera instintiva después de que él hiciera lo mismo dando la vuelta al despacho y sentándose en su escritorio, mirando de nuevo hacia fuera.
De espaldas le contestó.
–Le agradezco la sugerencia, pero debo terminar de revisar un par de asuntos. Vaya a dormir, será media noche.
–Buenas noches... –Sin más salió del despacho y se dirigió a su dormitorio a por un pijama para dormir con Florentino.
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