XIX. Prueba.

–Buenas tardes, Srta. ¿Me permite sentarme?

Era un hombre, un poco mayor por las arrugas en su rostro, pero se mantenía bastante bien, parecía de cuarenta años. Era moreno de ojos negros, a Aurore le inquietaba demasiado su mirada, era tan misteriosa y oscura. Vestía un traje elegante e impoluto, la observaba esperando una respuesta.

–Sí… No hay ningún problema. –Se apartó un poco para dejar un espacio entre ellos.

El desconocido se sentó, después de unos segundos volteó hacia ella, vio por el rabillo del ojo cómo la miraba con suma atención.

–¿Es usted de Francia?

Aurore lo vio y sentía que algo la incomodaba de él, no sabía con exactitud qué era, pero una sensación de angustia no la dejaba estar tranquila.

–No, no soy de aquí. –Respondió intentando disimular su incomodidad.

–Ya decía yo, su belleza procede de otro país más exótico. –Comentó sonriente mirándola fijamente–. Pero dígame, ¿de dónde es? –Ella lo vio confundida ante su pregunta, ni siquiera lo conocía. Él al notar su confusión volvió a sonreír–. Perdone si le tomó por sorpresa mi pregunta, estoy esperando a un fiel amigo y no hay nada más agradable que conversar con una dama.

Aurore después de escucharlo entendió que solo eran imaginaciones suyas, todo lo sucedido en los últimos días la habían convertido en un manojo de desconfiaza.

–No, no se preocupe. Perdóneme usted por mi falta al no contestarle.

–Si una bella dama como usted me pide disculpas, ya estoy listo para morir.

Aurore sonrió ante su comentario, y al hacerlo otra vez esa mirada siniestra en su rostro.

–¿Terminará al fin con mi curiosidad?

–¿Perdón? –Preguntó ella sin entender qué quería decir.

–Iba a cotarme de dónde es.

–Ah… sí, soy inglesa de parte de mi madre, mi difunto padre era italiano.

Notó una expresión de curiosidad en él al decir las últimas palabras. Los ojos del hombre se deslizaron pesadamente por el cuerpo de Aurore para volver a verla de nuevo, ella desvió la mirada incómoda cerrando aún más su gabardina.

–Me alegra escuchar eso, bella ragazza. El pequeño es precioso, sus padres deben haberse querido tanto, lastima que fallecieron. –Su tono era grave.

Ella lo vio de inmediato.

–¿C-cómo lo sabe? –Preguntó nerviosa.

–Soy íntimo conocido de Alessandro Ferrari, Florentino a crecido mucho, ¿cierto?

Aurore lo vio dubitativa por unos instantes.

–No sabía nada.

–Por supuesto, él y yo tenemos… una larga y conmovida historia juntos.

–Nunca lo vi junto a él.

–Bueno, digamos que la vida nos separó por varios motivos pero nos volveremos a reunir todos nosotros.

–¿Todos nosotros?

–Sí, usted como mujer de Alessandro debería estar presente, será la persona más importante en nuestra reunión. –Terminó diciendo mientras observaba los labios de Aurore.

–Se equivoca, no soy la mujer del señor Alessandro. Yo simplemente trabajo para él.

El hombre se carcajeó con ganas.

–Por supuesto, si quiere puedo seguirle la corriente. Me encantan los juegos, ¿sabe por qué? Debido a que siempre gano…

–¿La corriente? No comprendo muy bien a qué se refiere. –Aurore lo vio totalmente confundida.

–Debería vigilar mejor al niño, no vaya a ser que se lo arrebaten.

Aurore vio en dirección a Florentino y este no se encontraba, se levantó enseguida, con su mirada buscó por todo el parque, no había rastro alguno del pequeño. Volvió la vista hacia el hombre y ya no estaba, el banco yacía vacío. Incluso tampoco los escoltas que tiempo antes los acompañaban.

–Esto no puede estar pasando… –Susurró, las palabras salían como un murmullo.

Caminó hasta donde segundos antes se encontraba Florentino jugando, rodeó el lugar varias veces intentando encontrarlo, corrió hacia una mujer que permanecía sentada incluso antes de que ellos llegasen.

–Perdone que le pregunte, ¿vió a un niño de cinco años irse de aquí? Tiene el pelo negro, ojos azules.

–Sí, lo vi bajar por aquellas escaleras con dos hombres.

–¿Dos hombres? ¿Sabe si lo estaban obligando a acompañarlos?

–No sabría decirle, discúlpeme.

–Muchas gracias.

Sin mirar atrás fue por donde le señaló la mujer, eran unas largas e interminables escaleras. Recorrió prácticamente todo el jardín del hotel y seguía sin encontrarlo, preguntó a varias personas por el camino, la multitud hablaban idiomas extranjeros pero las pocas personas con las que se entendía no habían visto al pequeño. Le dolían los pies de tanto correr con los tacones, pero no podía parar hasta encontrarlo.

No terminaba de creerse lo tonta que fue al no vigilarlo en todo momento, sólo fueron unos minutos… y habían sido capaces de llevárselo sin siquiera percatarse, nunca perdonaría su irresponsable si algo malo le pasaba a Florentino. Aún queriendo llamar a la policía no podía, el teléfono lo dejó en la suite. La gente la observaba, seguramente sus nervios y desesperación se podían notar de lejos. El cielo empezaba a oscurecerse, ya no sabía por dónde más buscar si había recorrido casi todo el hotel.

Estaba a punto de salir del lugar, ¿será que se lo llevaron en coche? O peor aún, que lo quieran secuestrar a otro lugar lejos donde nunca puedan encontrarlo. Ella sería la única culpable de eso, ¿cómo podría dormir de nuevo?

–Dios… ayúdame, por favor. –Las lágrimas caían por sus mejillas sin poder detenerlas, se sujetó la cabeza con sus manos temblorosas.

Empezaba a hacerse de noche, siguió corriendo todo recto hasta llegar a un aparcamiento, le era bastante conocido, cayó en cuenta de que estuvieron justo aquí ayer al llegar por primera vez. Un hombre de vigilancia se encontraba caminando al rededor de los autos, fue hacia él.

–Perdón, ¿podría ayudarme? –Preguntó fatigada y con falta de aire.

–Excusez-moi, je ne comprends pas mademoiselle.

《Perdóneme, no la entiendo srta.》

Aurore resopló desesperada, era obvio que no la entendía. Ella había estudiado francés años atrás pero tanto tiempo había pasado que no sabía si sería capaz de hablarlo.

–Esto… Je cherche un petit garçon.

《Busco a un niño pequeño.》

–Vous cherchez un enfant? Il s'est perdu?

《¿Busca a un niño? ¿Se perdió?》

–Oui, je parlais à un homme, quand j'ai regardé, il était parti...

《Sí, estaba hablando con un hombre, cuando miré ya no estaba...》

Paró un momento pensando en las siguientes palabras, cuando este dejó de prestarle atención mirando por encima de su hombro. Ella hizo lo mismo y observó a Alessandro cruzado de brazos, con una media sonrisa viéndola fijamente, estaba completamente solo.

–Vous pouvez vous retirer, il n'y a pas de problème.

《Puede retirarse, no hay ningún problema.》

Le dijo Alessandro al vigilante en un perfecto francés. Este se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Aurore estaba asustada por su reacción si le decía que había perdido a Florentino. Dio algunos pasos hasta estar en frente de él. Las ganas de llorar volvían.

–Señor Alessandro, perdóneme por favor. Traicioné su confianza, no sé cómo pasó se lo juro… –Su voz se quebró mientras las lágrimas caían sin cesar–. Estaba en el parque, me senté mientras Florentino jugaba, solo me despisté un minuto y desapareció, le prometo que lo busqué por todos los lugares, pregunté a todo el mundo pero nadie lo vio. No tengo la menor idea de quién se lo llevó. Los guardaespaldas que estaban junto a nosotros tampoco se encontraban. Si no quiere perdonarme lo entiendo, soy una irresponsable y una tonta, sabía que estábamos en peligro pero de igual forma me confié… –Se detuvo al ver cómo una amplia sonrisa se dibujaba en el rostro de Alessandro, lo vio completamente desorientada–. ¿Por qué sonríe?

–Era una prueba. –Dijo mirándola divertido.

–¿Una prueba? No entiendo.

–Necesitaba saber si debía fiarme de usted. Perfectamente podría haber escapado dejando atrás a Florentino pero no lo hizo.

Aurore se quedó mirándolo aturdida ante sus palabras, le parecía alucinante lo que escuchaba. Sin pensarlo dos veces le dio una bofetada, la rabia le consumía por dentro, pero él a pesar del golpe parecía divertirse.

–Tiene mano dura. –Comentó tocando la zona enrojecida con la palma de la mano.

–¿Quién se cree que es? ¿Sabe lo que sentí cuando Florentino desapareció?

–Tranquila, se encuentra esperándola arriba en la suite.

–¿Tranquila? ¿Y lo dice tan fácilmente? Casi se me sale el corazón del pecho con su pruebecita. Actúa sin pensar en los demás, haciendo lo que le da la gana, dándole igual los sentimientos de las otras personas. Lastimándolas e hiriéndolas, y después vuelve como si no hubiera pasado nada. Señor Alessandro, ¿usted tiene corazón?

Él agrarró su mano que se movía continuamente en el aire mientras hablaba, empujó un poco de ella acercándola hasta tenerla a unos centímetros de su cuerpo, y llevó la mano a su pecho.

–Puede comprobarlo por sí misma. –La miró intensamente, ella podía sentir los fuertes latidos que daba su corazón, y estaba segura que el suyo se podía escuchar sin siquiera tener que tocarlo.

–N-no quiera cambiar de tema… –Dijo apartando su mano como si quemara, la ponía nerviosa, a pesar de la camisa se sentían sus duros y trabajados músculos.

–No lo cambio, de hecho me impresionó.

–¿A qué se refiere?

–No sabía que hablaba francés, pero me parece extraño que sepa de este idioma y en cambio del italiano no. Me dijo que su padre era de Italia.

–Estudié el francés hace años. Sobre el italiano, mi padre viajaba mucho y no pudo enseñarme.

–¿Cuál era su oficio?

–No lo sé con exactitud, pero eran negocios empresariales que lo obligaban a viajar todo el tiempo.

Aurore apartó la vista ante la forma tan ardiente en la cual la miraba. No sabía cómo reaccionar o actuar cuando hacía eso.

–¿Quién era ese hombre? –Preguntó intentando ocultar su nerviosismo.

Él frunció el ceño.

–¿Qué hombre?

–El que mandó con el trabajo de distraerme, para así llevar a cabo su prueba.

–No sé de qué me habla, ¿un hombre se acercó a usted?

–Sí… ¿No lo mandó?

Alessandro se empezaba a tensar demasiado, Aurore al verlo se puso más nerviosa aún, su semblante había cambiado a uno más serio.

–No, cuéntemelo todo. Quiero saber de qué habló con él.

–Era un hombre de lo más raro, dijo que era un conocido íntimo suyo, y que por cosas de la vida se separaron pero ahora volverán a reunirse. También… –Paró avergonzada.

–¿También?

–Pensó que usted y yo… somos pareja. No sé muy bien el por qué pero estaba seguro al decirlo.

Vio cómo la seriedad de Alessandro pasaba a enojo, apretaba los puños con fuerza.

–¿Le hizo daño? ¿La lastimó?

–No… ¿Por qué lo haría? No parecía violento, era un poco….

–Cuénteme todo, no quiero que se guarde nada.

–De repente me preguntó de dónde era, al decirle que era media italiana… –Calló, no sabía cómo decirlo–. Su mirada era distinta, me daba la impresión de que tenía otras intenciones.

Alessandro le dio la espalda dando unos pasos de un lado a otro pasándose la mano por la barba, estaba totalmente irritado y enfadado a la vez. Se desabrochó la corbata resoplando.

–¿Está segura que no intentó hacerle nada?

–Sí, solo decía cosas extrañas que no logré entender, como que íbamos a reunirnos todos juntos. Ahora que lo recuerdo también sabía que los padres de Florentino fallecieron.

–¿Puede describirme cómo era?

–Ojos negros al igual que el cabello, por su acento parecía ser de Italia.

Sin dejarla terminar la agarró por la muñeca haciendo que lo siguiera.

–¿Señor Alessandro, qué sucede? –Preguntó confundida.

Él no respondió y la llevó hasta el hall sin soltar el agarre de Aurore, varias personas los vieron atentos y con curiosidad comentando entre ellos, seguramente Alessandro era famoso allí también. Subieron por el ascensor, y después de unos minutos caminaron por los pasillos hasta llegar a la suite de Alessandro, los escoltas ya se encontraban ahí parados, abrió la puerta y la cerró de un golpe después de estar ellos dos juntos dentro.

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