Capítulo 2 – Los Pactos dolorosos – Parte VIII

Miró a su amiga mientras cerraba la puerta, y ella estaba parada frente a la ventana que daba a la calle de entrada al hotel; pero su mirada marrón profunda, estaba en algún punto del inmenso vacío de su alma lastimada. Se había cambiado la ropa de soldado, que, según Noel, era uno de sus escudos en el mundo que vivía; y había puesto sobre su cuerpo, ropa civil que la hacía ver más humana, pero a la vez parecía inalcanzable para los vivientes comunes que quisieran acercarse. Sus piernas estaban enfundadas en un jean de color azul marino y un corsé bajo pecho de color lavanda suave, que contrastaba con la camisa blanca que tenía por debajo. En sus pies tenía unas botas a la rodilla de montar de color negro y un poncho de alpaca negro con líneas lavanda y blancas, que le caía por el hombro izquierdo. Su cabello marrón oscuro, había sido soltado del rodete reglamentario del peinado militarizado, y se lo había dejado recogido, pero con sus rulos libres, en una “cola de caballo”, que llegaba hasta sus omóplatos.

Pensado que no se había dado cuenta de su presencia, se sorprendió cuando Anahí, sin mirarla, suspirando con dolor, le dijo con un tono frío, pero lleno de amor.

—Ódiame por lo que te voy a decir, pero si no lo haces ahora lo harás en un futuro. —Ella sabía por Joshua y por Lorenzo, que él no podía prometerle amor eterno y sin restricciones, ya que él estaba comprometido.

—Sabes que no lo haré —Noel sabía que Anahí ocultaba algo muy pesado, y más temprano que tarde, lo averiguaría—; en especial cuando ella presagiaba situaciones malas, era como el ave llamada benteveo .

—Noel, no te enamores de Kellian, solo escúchame esta vez; vas a perder el corazón y el alma si sigues por ese camino —ella ya lo había perdido y no podría recuperarlo. Se habían encargado perfectamente de quitárselo sin posibilidad de despedirse.

—Anahí, por Dios, qué pasa... —ella se acercó por atrás abrazándola y sentía cómo Anahí lloraba, pero no quería que la vieran llorar, ni siquiera ella, quien era una de sus mejores amigas… tal vez la única.

—Por favor no pierdas ninguno de los dos... te lo ruego —ella se alejó del abrazo, y levantó su mano para secarse el rostro lleno de lágrimas; prometiéndose que sería la última vez que Noel, la vería llorar; y continúo diciendo —Ellos nacen, crecen, viven y mueren siendo Seal’s y su vida es así; yo lo sé bien… no me odies, pero es la verdad.

Según lo que le había dicho Steven, Joshua había partido a Nigeria, África, en una misión que envió el “Tío Sam” a recuperar a un grupo de elite que había sido capturado. Ella sufría porque temía que no lo volvería a ver, y sospechaba que lo matarían allí, y así fue. Le dijo días después que Joshua había fallecido el 20 de julio de ese año en un enfrentamiento con rebeldes locales. Unos meses después, de la mano del abuelo y del padre de Joshua, le terminaron de robar lo poco que le quedaba del corazón y alegría, que Joshua le había demostrado que tenía guardado en su pecho, además del alma humana que aún había tenido Anahí. No quería que ella sufriera lo mismo, después de ser una sola carne en el amor con él.

—Pero sigue siendo mi decisión, ¿verdad? —Noel la empujaría, tenía derecho a equivocarse y a llorar si era necesario, quería saber cómo enfrentarse a la vida, aunque eso solo le trajera dolor.

—Sí, y lo sé. —Anahí no lo deseaba, pero con esas palabras, ella le dijo todo lo que quería, y supo que, aunque ella llorara, ahí estaría para levantarla y sostenerla, en aquellas lágrimas de sangre que correrían en ese momento.

— ¿Entonces? —Ella le sonrió. Noel sentía que al menos una batalla había ganado.

—A mí ya me lo arrancó uno de ellos, y se lo llevó al cielo con él, y jamás me lo devolverá. Por eso no quiero otro par de lágrimas y pedazos que levantar, pero ahí estaré si ocurriese. —Ella solo le sonrió con cariño, y la miró con sus ojos amorosos y sapienciales, que, con sus lágrimas brillantes, aun cayendo de aquellos, le demostraban el dolor guardado en aquella profunda alma.

— ¿Y si eso no ocurriese? —Noel, lo tenía más que claro a lo de no llorar por él, pero solo una pregunta le rondó en su cabeza: ¿cómo sería llorar si él fuera su hombre?

—Entonces, seré la primera en felicitarte. Aunque lo dudo con todo mi ser. — Ella tenía una vida por delante, Kellian no tenía derecho a arrebatársela de esta manera, pensó Anahí sabiendo de sobra lo que pasaría.

— ¿Por qué no me cuentas qué te dijeron cuando firmaste el maldito contrato? Soy tu mejor amiga, sabes cómo soy. —Tenía que saber a qué se enfrentaba Anahí, al menos para prepararse ella si algo salía mal.

—Lo sé y, porque te quiero, no voy a contarte las atrocidades que decía ese maldito, pero totalmente legal papel. Solo quiero que sepas que siempre voy a estar ahí para ti. —Dicho acuerdo decía que, si no se mantenía lejos de la familia Stanton, las consecuencias irían desde matar a su pequeña familia, pasando por la violación y un embarazo forzado para una “selección legionaria” y posteriormente la muerte de la parturienta. En este caso de Noel, sería la familia Gunn.

Anahí girándose para enfrentarla, le tomó con su mano derecha y con fuerza, la mano derecha de Noel, y se la dio vuelta poniendo la palma hacia arriba; de detrás de su espalda, sacó un cuchillo que tenía bajo su poncho escondido de la vista de la gente, y haciendo un corte en su palma, puso en alerta a Noel.

— ¡Hay, Anahí, ¿qué haces?! —le dijo, mirándola con mucho miedo y asombro por el cuchillo y el corte.

—Este es un pacto de sangre —Anahí la soltó y se tajeó ella misma la palma derecha y unió ambas manos, mojadas por la sangre de ambas —por esta mi sangre y por tu sangre, unidas por siempre, cuando me necesites allí estaré, cuando te necesite allí estarás; esto será hasta el último día de nuestras vidas. —juró Anahí, con su corazón que, según ella misma, aún latía un poco.

Aunque aún asombrada por tal acto, Noel supo que esto era una verdad inquebrantable y por eso respondió:

—Por los años de vida que nos quedan. — juró Noel y le sonrió, mientras de sus ojos, salían lágrimas de amor. Esto era más que un juego o una tontera, era una hermandad que se había sellado en sangre y lágrimas.

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