—Custodia diplomática, ¿por qué? —él vio cómo sus ojos se agrandaban de sorpresa llena de inseguridad, y el color de sus mejillas, se volvió un tono rosado fuerte.
—Decime que no vas a estar en la Embajada el viernes, por favor —angustiada, pensó y rogó: —¡“Taita, hácheme el milagrito”!, para que ellos no coincidirían esa noche.
Noel formaba parte del espectáculo contratado por la Embajada de Estados Unidos, para promocionar a la industria turística de la Argentina y en especial la de verano en Entre Ríos.
— ¿Y que si fuese lo contrario? —Eso no le gustó un carajo, que se traía entre manos esta joven mujer.
—Mierda… mierda…—ella dio vuelta su rostro para que no la viera putear, aunque era estúpida esa reacción, ya que él la escuchó perfectamente y respondió con un suspiro ahogado—nada, nada, “el show debe continuar” dice la frase de teatro. —dijo sabiendo que la comparsa no le permitiría salirse, puesto que ella era el último remplazo de las tres pasistas principales que tendrían que haber bailado, pero que, por cuestiones personales, no pudieron asistir.
— ¿De qué hablas? —ajá, esto definitivamente lo investigaría, se dijo Kellian.
Ellos debían tener información de todos los que trabajarían en diferentes puestos, los que harían el catering, y de los invitados que ingresarían a la fiesta del viernes; al igual que los participantes de los shows que habían contratado para amenizar la noche. No le gustaba la idea de que ella pudiera, de alguna manera, participar en algún show, pero lo haría igual; y, si tenía que emitir una alerta, lo haría.
—Espera al viernes y lo verás —dijo con una sonrisa socarrona en sus labios que lo puso duro al segundo, ella no debería tener esa boca hermosa.
Y tampoco debería jugar a las adivinanzas, con un Agente del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DNS o DHS) en este momento, ya que este grupo estaba a órdenes directas de esa institución.
Justo cuando iba a exigir respuestas, una voz de hielo que prometía muerte y destrucción, erizó los bellos de los brazos de ambos, dejándose escuchar junto a ellos, cortando el momento romántico.
—Noel, Kellian —con una mirada asesina, apareció junto a ellos, Anahí Reina Nieves, conocida por ellos como la Flaquita, aunque ahora diría que era la Flaca, pensó Kellian. —Perdón, Capitán Gunn —ella lo miró en su vestimenta militar y se dirigió a él por su grado.
Anahí vestía de soldado Voluntario de Segunda y en el hombro de su chaqueta estaba el pin y la charretera del arma de Ingenieros, ya que estaban regresando de una reunión en la Escuela de Ingenieros.
—Hola Flaquita —dijo, pero en sus ojos solo vio madurez, tristeza y dolor, además de un profundo reproche.
—Disculpe, Noel, ¿terminaste de registrarnos? —Le preguntó, sin mirarla a la cara, sus ojos estaban clavados en Kellian.
—Sí, Anahí, ¿por qué? —ella le tomó el brazo para que la mirara, así no atraería al resto del equipo que quedó mirando a ese par.
—Llama a tu maíma, sabes que no pudimos hacerlo desde la Ovlo, debe estar como loca. —Le dijo, soltándose de la mano y girando su rostro para mirarla, dijo — “todo está bien, Moro”, pero sus ojos estaban cargados de dolor y bronca.
Noel sabía que no lo estaba. Nada estaba bien en la vida de Anahí, ni en estos momentos, y mucho menos desde hace dos años.
—Cierto… Capitán, mis disculpas. —Era mejor salir un segundo, para intentar comunicarse a casa por la línea del hotel, o mejor, y era lo que en realidad quería, para analizar la situación desde otro lugar.
Anahí miró a Kellian y observó cómo sus ojos no podían alejarse de Noel, ella sabía que, si él se acercaba más de lo que debía a la Moro, aquí la única que terminaría perdiendo sería Noel, y ella sabía era solo el “libro para dormir” de él; y aunque sabía que era virgen, también sabía del Dom en Kellian y que la marcaría para siempre, como lo hizo Joshua con ella.
—Si le dañas de la misma manera en que Joshua me lastimó a mí, te corto las pelotas y te las hago tragar de una sola vez —dijo Anahí. Ella vestía con el uniforme militar social invierno del Ejército Argentino. Nunca, jamás, bajo ninguna circunstancia, motivo o razón, ella debería hablarle de esa forma a un superior y menos aún, a uno extranjero y agregado militar.
—¡Epa…! ¿Cómo dices, soldado? —La sorpresa por ese tono frío en que le habló, lo dejó atónito. Era el de una mujer que cuida a quienes quiere y ama, era el de protección y esas palabras en su boca sonaban a una sentencia de muerte.
—Te mato… —ella lo dijo entre dientes, siseando roncamente, y acercándose a unos centímetros de esa mole de carne, continuó —no más juegos con cuerpos Seal’s, ustedes son solo dolor y lágrimas; te lo repito, Kellian, la lastimas y te mato. —Ahora ella gritó sin poder evitarlo, y de sus ojos empezaron a salir lágrimas, que marcaban una amargura y angustia enorme.
— ¿Qué mierda pasó aquí? —se preguntó Kellian, viendo el enorme dolor en lo profundo de esos ojos negros, que no podía ocultar.
—Algún problema teniente —justo cuando Noel dejó al par, se acercó a ellos el comandante del grupo, Mayor en primer año, Marcus Myers, quien preguntó y veía en los ojos de Anahí lo mismo que vio Kellian.
—Él no tiene ningún problema, Mayor Myers —ella bajó la vista el pecho del hombre para leer su apellido, y continuó volviendo a mirar a Kellian —La que se los va a crear soy yo, si este capitán se acerca a ese despampanante culo de mi hermana.
—Ella no es tu hermana —le dijo imponiendo su metro noventa y ocho, pero fue como si le echara más leña y gasoil al fuego.
—No de sangre, sino de vida, Kellian —dijo agarrándolo de los huevos, haciendo que se arquee y su cara quedara a la altura de la suya en pleno lobby, por lo cual su comandante y otro compañero, desenfundaron sus pistolas Glock y le apuntaron. —y voy a matarte si le cae una sola lágrima —le dijo con dolor, angustia develada y rabia.
A ella le importó una mierda la amenaza de muerte, solo le importaba salvaguardar a Noel.
—Eso lo decido yo, y por Dios, ¡suéltalo, Anahí! Soy lo suficientemente adulta como para defenderme. —Noel se volvió al ver que se acercaba un compañero de él y se interpuso entre Anahí y Kellian, sacándole la mano de Anahí de sus testículos, mientras le daba la espalda y tocando el pecho de Kellian.
Mientras Anahí resoplaba para controlar a su bestia interior, que no debía salir a la superficie, trataba de calmarse, pero parecía que Kellian no quería cooperar.
—Capitán, ¿quiere presentar queja formal contra el soldado? —dijo Myers, sabiendo que la darían de baja inmediatamente, por amenazar a un agregado militar, aunque las lágrimas de la mujer detrás del soldado, decían que esto, era algo muy profundo.
—No, señor, ella solo cuida a su “hermana”. —Esto no le gustó a Kellian, en lo más mínimo, y quien, además, hizo seña para que guardaran sus armas; pero para peor, no pudo evitar apretar sobre su pecho la cabeza de Noel —y yo no tengo la culpa de Joshua y lo tuyo.
—No la lastimes, Kellian o voy por vos, por esta te juro… que voy por vos —gritó haciendo una cruz con el pulgar e índice, llevándoselos a la boca y, sacándole la llave de la mano a Noel, corrió por el lobby al ascensor más cercano.
Ella no iba a dejar que la vieran llorar esos bastardos llenos de testosterona; y mucho menos que los secretos, de ese pacto doloroso, salieran a la luz.
Kellian, observó cómo el ascensor se cerraba justo y apenas cuando logró subir Anahí, quien les dio la espalda, para evitar que sea visto su llanto amargo.
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