Capitulo 1 – El recuerdo de un reencuentro

—Mi querido Gringo, ¿cómo has estado?, espero que, al ver este video, me odies un poco más. Tú eres una de las pocas personas a quien en verdad estimo y siento no poder estar para tu arribo, que dicho sea de paso… ha sido cuando yo no estoy, sino este video… no estaría en curso. Debes entender, que esto es muy jodido. No en broma mi amigo. La mierda sepultada en este terreno es más grande de lo que me imaginaba. Tenés prohibido ingresar a dos sitios de este lugar hasta que yo termine este video y te explique qué paso, ellos son el cuarto que posee la leyenda “PROHIBIDO EL INGRESO A TODO PERSONAL NO AUTORIZADO” y el que es mi dormitorio. A lo primero creí que solo serían problemas edilicios, pero con el paso de las semanas, me di cuenta de que había muchos secretos y cosas malas en esta estancia.

^^^Fragmento de la video salutación^^^

^^^De la novela El teniente del río Uruguay^^^

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Cinco años antes:

Cerro Tronador, cumbre internacional Argentina-Chile, tres de junio:

En el desierto patagónico, al oeste de Río Negro, sobre la cordillera de los Andes en el lado argentino; en el frío suelo nevado, donde el inhóspito paisaje es vida y misterios, que la nieve fina ya cubrió de blanco, mientras la tierra madre del Cerro Tronador es su guardiana infranqueable; en esa bellísima visión se esconde un personaje secreto, que no debería estar aquí.

...(Cerro Tronador, visto desde el lago Mascardi, San Carlos de Bariloche, Patagonia, Argentina)...

El conocido y típico sonido de ruptura de las altas nieves, del cerro y su glaciar, indica que hoy está más enojado que nunca, y chilla por la intromisión no deseada del extraño “foráneo” que se atrevía a pisarlo, y era por el atrevimiento de quien se hallaba agazapado y encubierto, con enmascaramiento y equipo invernal de montaña.

Ese personaje, no era otro, que el Capitán Gunn “Mustang” Kellian Francis, quien no mostraba su rostro; el que estaba cubierto con un pasamontaña térmico y, además, por el sonido del cerro, no era para nada bienvenido, y eso él lo sabía más que la misma verdad comprobada.

...(Kellian uniforme de combate Alta montaña)...

Según cualquier vendedor turístico, este lugar era un sueño para cualquiera que adorara escalar en alturas y admirar el paisaje. Eran las nueve y treinta de la mañana, en el lenguaje militar las 0930 hrs (cero novecientas treinta horas) y aquel tres de junio el frío se hacía sentir, presagiando al invierno que clamaba pista, y como diría Anahí, “¡¡mamita… ni dos bastardos llenos de testosterona ardientes, me calentarían para apaciguar el frío del invierno!!”.

Mientras el recuerdo se colaba en su mente; él tenía que estar de acuerdo con ella, y al parecer, este año la Pachamama se había enojado con la Patagonia, pues el frío era aterrador y para nada benigno desde mayo, al igual que los estruendos de las rupturas de los cúmulos de nieve de esta parte del cerro, que como grandes trompetas presagiaban un mal cercano.

Las nevadas eran copiosas, pero finas y como hacía mucho tiempo no se veían. Aunque él sabía que este lugar, era en sí mismo bravo en el invierno y en su comienzo siempre parecía más duro, era un lugar para admirar y respetar, pero no para hacer vigilancia.

Mierda de misión se le había antojado, esta vez, al Tío Sam.

Él estaba harto de estar en Sudamérica, ya quería regresar a Georgia, a sus suburbios, a su casa y a su cama, al soul y al blues, y a las comidas típicas de su hogar. Pero esta misión era su objetivo ahora; y debía concentrarse en ella. Sospechaba que tenía algo que ver con lo que habían encontrado hacía más de dos años y medio en la estancia de Steven, y no le agradaba. Pero el título de su actual misión, era el acabar con la asesina a sueldo que tenía en jaque a tres cuartas partes de la policía mundial.

Su nombre: Lady River.

Ella se movía como una serpiente, en silencio y arrastrándose. Cambiaba de piel cada seis meses y para él, era una serpiente cruza con camaleón; según él había escuchado el refrán “cambia de colores según la ocasión” y este era letal. El “apodo” le quedaba perfecto, ella era un ser invisible, extremadamente sufrible e irrastreable. Con cada ocasión en la que la habían tratado de atrapar, ella desaparecía frente a sus ojos como aquel animal.

Estaba agotado, hacía quince días, que vigilaba este lugar, cambiando de posiciones, y seguía sosteniendo que era excelente para venir a despejarse, pero no para salir en una puta misión. Había cavado un nuevo agujero en la tierra para ocultarse, o como lo llamaban por aquí, pozo zorro. Lo había camuflado con rocas y pastizales zonales. Se había envuelto en una capa térmica para evitar ser rastreado por el calor, cosa que él sabía que, en la Argentina, solo la Armada y Gendarmería poseían esos visores, además de que eran reliquias obsoletas y de muy baja calidad; a comparación de la tecnología de él, que con el equipo que el Tío Sam le había dado a cargo, y este a su vez no era de los últimos en tecnología y tenía una antigüedad de cuatro años, eran bastante nuevos, pero “una novedad sin precedentes”, sí, algún militar argentino, llegara a poner sus dedos sobre él. “Beberían tu sangre por poner sus dedos sobre ellos” diría Anahí, ella siempre se burlaba de los trastos tecnológicos que él estudiaba.

Sus coordenadas eran 41° 9’38.67” S, 71°53’6.52” O, las cuales debían ser ubicadas por un GPS satelital, gracias a un microchip que tenía en su pierna izquierda. Era el nuevo juguete de prueba que estaban usando para los Teams, así sería más fácil rastrearlo y encontrarlo, en caso de ser atrapado o si estuviera herido. Lo que él no esperaba ver, era movimiento alguno. Había recorrido ese vasto territorio; diez veces en estos días, y no había encontrado nada que digiera que allí se encontraba la guarida de Lady River. Lo único que vio fue un Piche Patagónico y unos cuantos Guanacos. Por Dios que gracioso si esto era un desierto seco y él no tenía ni la más puta idea de que hacía aquí, al menos en Afganistán o en Bagdad, tenía un objetivo claro y conciso al que podía ver y destruir. O al menos eso creía. Pero con La Lady, él no tenía ni idea de quién o a que cazaba. Ella era un fantasma diabólico.

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