Capitulo 1 – El recuerdo de un reencuentro – Parte II

—A la mierda… tengo que mear y que se vaya al diablo la misión, aquí no hay nada que encontrar. —dijo mientras salía del escondite, limpiando su rostro enmascarado con la crema especial y quitándose el pasamontaña.

Fue gratamente golpeado en su rostro, por la fina nevisca que fue bienvenida. Era algo que él sabía muy bien, era un error táctico, pero que ya le daba lo mismo, tenía que vaciar su vejiga, que hacía demasiadas horas de este día y el anterior, no vaciaba.

Kellian se paró y caminó con seguridad unos cuarenta pasos, sintiendo el viento cobijarlo con el frío del imponente Tronador. Abrió su bragueta, para poder liberar su miembro y mear, cuando unos segundos después, por el aire cruzó un silbido que, cuyo sonido, presagiaba muerte.

Él se vio atravesado, en su hombro derecho, primeramente, de lado a lado, por una flecha que se desplegó tal arpón. Lo mismo sucedió en el izquierdo, segundos después tirándolo hacia atrás y arrastrándolo por el piso, haciendo que la piel sea rasgada por las puntas que se clavaban en su carne y lo hacían gritar y tratar de agarrarse de algo para detener el arrastre del arma.

De golpe, este acarreo cesó, y se vio apuntado por cuatro cañones de armas de fuego.

Cuatro rostros y cuerpos cubiertos del mismo uniformen que él llevaba, lo taladraban con sus miradas llena de rabia. Y uno de ellos con voz dura dijo:

— “Fíjate bien donde pisás, fíjate cuando caminás, no vaya a ser que una “mina” te desbarate los pies… amor” —esta última palabra, salió en un tono de burla mezclada con más que rabia. La voz, con un fuerte acento colombiano, que enfatizaba la rima, marcando las comillas en el aire cordillerano, con sus dedos índice y mayor de la mano izquierda, cuando dijo “mina”.

—Claro que no es una mina antipersonal de la que hablamos, gracias por ahorrarnos el trabajo de casarte, y golpearte un poquito… querido. —Otra voz, esta, con tono argentino, muy sínica y con la misma rabia, declaró su bronca. Kellian no podía descifrar de qué provincia. El tono que uso, le llegó al alma por el frío que irradiaba, y eso que él mismo, marcaba muchas veces ese acento, cuando quería intimidar.

—Pobre colorado lo que le espera, La Lady no va a estar muy contenta. —Esta voz era chilena, pura y más que asco sentía al hablar.

—Entradlo, que ella decida su final. Joder niños, que este pendejo en verdad… ¡la ha cagado! —Un español, podría ser de Andalucía, el maldito reía y miraba girando su cabeza sobre su hombro izquierdo y pestañeaba, mientras se regocijaba con los disparos certeros.

Lo pararon con muy poco cuidado, y sin un poquito de lástima por sus dos flechas clavadas en su cuerpo, las cuales chorreaban hilos de sangre. Sentía mucho ardor y dolor, aunque él no lo demostró a ninguno de los hombres allí presente. Sabía cómo jugar con el cuerpo y disimular sus reacciones a los elementos o a los sentidos y sensaciones, por ejemplo, el dolor. Caminó junto a las cuatro almas que lo arrastraban, y mientras lo hacían, él pensaba en como escapar. Si estos hombres sabían quién era, como es que no sabían, ¿qué él solito podía matarlos a los cuatro?

Una fuerte carcajada se oyó en el aire; y él giró el rostro para ver donde el que reía estaba, y este, sin parar de reír, le dijo.

—O muchacho, si sabemos perfectamente quién eres y de que eres capaz de matarnos a los cuatro, pero, ¿cómo sé esto? —se rio aún con más fuerza, casi tropezándose. —Porque las flechas, están impregnadas con una droga malignamente perfecta y todo lo que piensas lo dices, y como dice el refrán “mejor, yo me callo”; no pienso más y camino el doble. —dijo quién, para él, era chileno y con una verdadera felicidad por mandarlo a callar.

Caminaron unos trescientos metros y una piedra color marrón pardo, que él había usado como referencia más de una vez, por la forma similar a una mujer, le llamó la atención porque el más alto de los cuatro, se paró frente ella y arrodillándose, dijo en guaraní e inglés, “Ña Ysyry, open door”.  Alejándose tres pasos, se sintió un silbido de sistemas hidráulicos y aire comprimido, que hizo correr todo un panel subterráneo, que se desplazó hacia la izquierda.

...

...

¡Mierda de sistema! Se dijo Kellian, al ver tal mecanismo, volviendo su rostro con rabia cuando los cuatro hombres le devolvieron una sonrisa socarrona, que le decía “¡bello, ¿no?!”.

Este, al terminar su recorrido, dio lugar a una escalera que llevaba hacia… ¿Dónde demonios?

—abajo niño lindo, a la guarida de Lady River, la asesina profesional más buscada en Latinoamérica y sur de Europa. Tanto para contratarla, como para arrestarla. —Luego, el que era de tonada colombiana, resopló inmediatamente. —ya me estoy cansando de este cántico molesto —dijo Mauricio a los tres hombres que custodiaban a Kellian.

—Sí… apesta como la mierda. —el que era de tonada española, dijo y estuvo de acuerdo, llamado Manolo García Soto.

—Caminemos porque se cabrea la galla —confesó, el que era de tonada chilena, quien por nombre tenía Rafael Santoro, que empujando a Kellian hacia adentro, lo dejó en la puerta de un ascensor.

—Y encima tiene hambre y no fuimos a buscar el “morfi” —el que era de tonada argentina y parecería ser del litoral, dijo resoplando y con un humor de perros rabiosos. Pero Rubén Garnier, con cansancio y melancolía, pensó “maldito gringo superalimentado”.

Caminaron por un corto pasillo hacia una puerta de ascensor que se abrió, entrando los cinco y bajaron aproximadamente dos o tres pisos, mientras el panel volvía a cerrarse.

—Mientras vos curás al guanaco, yo voy a comprar el “morfi” a Pampa Linda, al puesto de Gendarmería. —Quien habló fue Rubén Emilio Garnier, alférez de Gendarmería Nacional y Santafesino, 25 años, altura 1,98 cm, 110 kilos, masa muscular demasiado bien trabajada, ojos negros azabaches; que hacían que cuando se enojara, su mirada parecía la muerte misma.

Mientras salían del ascensor se dirigieron a un sector de pequeños roperos en donde él, se cambiaba delante de ellos con su alter ego que portaba el uniforme verde oliva correspondiente, y dejó a su verdadero yo a resguardo en la guarida.

(desconozco nombre y posición dentro de Gendarmería Nacional, pero tomo su porte como inspiración)

(rostro creado por IA, de quien sería Rubén Garnier)

(foto de Gendarme real, durante una redada en conjunto con prefectura naval, parece meme, pero no lo es, por la insignia en su hombro es un Sargento)

— ¡Ojo con los Carabineros de chile!, que a esta hora suelen andar. —Rafael Santoro, técnico en explosivos, rescate humano y de equipos en casos de catástrofes, además de ser un ex convicto por asesinato en primer grado, premeditado y con alevosía, de Valparaíso, Chile. Su edad era de 28 años, ojos verdes, 1,85 cm de altura y 100 kl de masa muscular, también muy bien trabajada.

—lo sabe, por eso va de Gendarme, hoy está de turno como baqueano, junto a los de Ejército. —Fue el turno de Mauricio Carlos Cervantes; médico colombiano, ex infante de Marina de Colombia y mano derecha de los trabajos de la Lady. Edad 35 años, 2,05 cm de altura, 130 kilos, ojos marrones oscuros, casi negros como el mismísimo café, y una cadena abdominal envidiable, según la Lady. Kellian habría pensado lo mismo si lo viera a torso desnudo.

—Haaa, joder, se me había volado —Manolo García Soto, ex convicto. Cumplía doce sentencias de 28 años cada una, por robo a mano armada, secuestro, tráfico de drogas, armas y personas, entre otras. Edad 40 años, 1,80 cm de altura, ojos marrones oscuros y 100 kilos muy bien cuidados. Aunque, según él, ahora estuviera en una prisión mucho peor que una cárcel española.

—Cuídate Rubén, más tarde informa a la Lady —habló Mauricio, con firmeza, pero con respeto.

—Ok, mi viejo, yo lo hago —respondió Rubén, marchando por un pasillo secundario, e hizo sonar sus borcegos negros, como una sentencia hacia la muerte. El pasillo que salía a cinco km de la guarida al norte; y escondida allí había una camioneta Ovlo (1), que usaba como propiedad privada y era de color gris con cabrestantes negros.

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Nota de la Autora:

Ovlo: Marca ficticia de vehículos automotores, de variados portes. Está tomada de la FORD, ya que su logo es un óvalo. Para crear esta marca, le saqué la “a”, a óvalo, y así nació la Ovlo. Ford Motor Argentina es una subsidiaria de Ford Motor Company EE. UU., fundada en Buenos Aires en 1913. Sus primeros productos fueron el Modelo T, ensamblado a partir de kits de desmontaje completo (CKD), proporcionados por Ford Motor Company en 1917. Sin embargo, Ford Motor Argentina, es más conocida por producir la versión argentina del Ford Falcon, originalmente un modelo estadounidense introducido en Argentina en 1961, pero adaptado al mercado del país sudamericano.

Por si sos amante de los autos clásicos, acá va una nota sobre “el auto argentino”.

https://www.lanacion.com.ar/autos/al-volante/ford-falcon-el-clasico-argentino-nid26032022/

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