Capítulo 2 – Los Pactos dolorosos – Parte V

Horas después de su arresto, siendo el 4 de junio, en la Guarida Tronadora sector B, unidad II, calabozo 3.

Kellian tenía predilección por cierto tipo de música, como el blues, pero también había música que le recordaba a Noel, y esa le gustaba aún más, por eso había empezado a recordar el tema del cantante turco Tarkan, llamada Dudu; para no reclamar a las cámaras que lo vigilaban, lo que en realidad quería decir. Por ello, balbuceaba la traducción en español: “Sin lágrimas, no hay separación; los recuerdos no se pueden acallar. Los que se quedan, guardan a los que se fueron en sus corazones. El amor no es una carga para los que aman. Vivimos sabiendo esa verdad”

Mientras lo hacía, sentía que el cuerpo le sudaba profusamente, el dolor era terrible y parecía que le estaban rompiendo en mil pedazos cada uno de los huesos de su cuerpo. Además, sentía un frío terrible en cada centímetro de su piel, y no había una puta manta para taparse; o eso creía, pues, ya no sabía qué había a su alrededor. Percibía que los vendajes estaban totalmente húmedos de su sangre, y a su vez, otro líquido cálido le corría por su rostro, el que no le era familiar y mucho menos común.

Ese líquido, eran lágrimas calientes y de agonía, que estaban enterradas en lo más profundo de su alma y corazón. Él nunca lloraba, pero ahora lo estaba haciendo a raudales. Mientras tanto sentía que alguien le hablaba y quería aferrarse a esa voz, para no volver a sufrir sus recuerdos más atesorados.

Esa voz lo llamaba y él quería ir hacia ese melodioso, dulce y reconfortante susurro, pero el recuerdo extremadamente crudo y ardiente, era más fuerte que cualquier súplica, y sus dedos calientes y pegajosos de pasión, bronca y necesidad, lo arrastraba hacia aquella tarde y posteriores noches.

16 de septiembre, CABA, Buenos Aires, ocho años antes:

Él estaba con el uniforme mimético distintivo de los Navy, designado para la zona sur de América Latina. Este grupo había llegado como refuerzo para la visita no oficial del vicepresidente de los EE. UU. y se alojarían en el hotel que se encuentra en Fray Justo y Sta. María de Oro al 2700; claro que era pagado por el gobierno, pues su sueldo como Seal’s no se lo podría costear, ya que el gobierno de turno en la Argentina; había impuesto el uno a uno. Lo que tampoco podía creer, era lo que sus ojos veían, y era nada más ni nada menos, que a Noel Luz Valsan, y estaba registrándose en este mismo hotel.

¿Qué hacía acá a esta altura del año escolar?, se preguntó Kellian.

Según Lord, ella estaba en sexto año de secundaria de una escuela Técnica Comercial y debería tener clases a esta altura del año. Pero recordó que hoy era un día especial, hoy cumplía 18 años, y ya no era tan menor para tomar ciertas decisiones. Hoy demostraba que los años la estaban convirtiendo en una belleza arrasadora, la que no sería fácil de evitar mirar y añorar.

Se levantó del sitio donde se encontraban sentados los ocho Navys Seals, elegidos para la seguridad del político que llegaba hoy al país. Dirigiéndose hacia donde se encontraba, en el mostrador de reservas, le tocó el hombro izquierdo y apoyándose cerca de ella le dijo:

—Hola pequeña —Ya no era aquella niña de casi quince años que medía un metro cincuenta, ahora no era mucho más alta, media uno sesenta y cinco, pero era una tormenta de fuego en potencia.

—Ho, hola… ¿qué, que haces a acá? —El asombro que reflejó el rostro de Noel, lo hizo sentirse feliz y cuidadoso. Ella volvió su vista, cuando vio que los demás militares los observaban, y siguió firmando el papel de admisión, además, se había sonrosado. Hermoso color según él.

—Te prometí algo hace tres años ¿lo recuerdas? —Él la había visto más veces de lo que ella creía, pues después de aquella noche en Entre Ríos, volvió sobre sus pasos, y para ser exactos, fueron cinco veces más. Siempre de la distancia y en carnaval. Continuamente, escondiendo su cuerpo gigante de sus ojos.

—Cierto lo prometiste. —Ella no se podía olvidar de aquella promesa-orden, él era un hombre fuerte, bello y duro.

Según Anahí eran hombres a los que les gustaba el control en todo momento, lugar, situación y más aún, en el sexo; pues era en lo único en lo que ellos eran seres totalmente reales. Si seguía pensando en este tema, se volvería un tomate aguado.

—así es, y he sabido de buena fuente que tú me has hecho caso —acarició su mejilla mientras pensaba que sus curvas, eran totalmente mortales. Creía, que eran unos centímetros más de noventa y cinco de busto, setenta y cinco de cintura y cien de cadera; ¡mierda! Él no era el único que las notaba y las deseaba, pues ya los había escuchado resoplar obscenidades a los demás miembros del equipo.

—sí, es cierto, pero porque yo lo quise así, no por tu promesa —mierda, le era difícil no sentirse pequeña al lado de él; y por si fuera poco se sentía arder entre sus muslos por esta simple caricia. Estaba mojándose y perdiendo el control, y eso era algo “inaceptable” según Anahí, pero siempre lo decía con burla, ya que, le dijo que sería imposible no hacerlo cuando ellos se lo prometían a sí mismos.

—Y dime, ¿cómo has estado hermosa? —dijo Kellian, con una sonrisa socarrona conocedora, su cabello se había vuelto más cobrizo y sus pecas se notaban un poquito más, era una mujer en flor recién naciente.

—Bien, muy bien y llegando a festejar mi cumpleaños —respondió Noel, y pensó que, si él la besaba, estaría mucho mejor, pero por el momento solo se conformaría con esta charla.

Ella ya no era una niña, sin embargo, era una joven inexperta y quería que, además de dejar balbucear frases estúpidas, este hombre fuera lo primero que conociera su cuerpo de mujer en flor.

—Se nota, esta no es la Moro que deje hace un tiempo —sus labios eran sensuales y algo pulposos, pintados con un suave color rosa claro, eran una tentación pura; y él no pudo evitarla y los tocó con la yema de su dedo gordo derecho.

—Todos crecemos Capitán Gunn —Giró su rostro, para evitar el toque y su mente gritaba ¡barrera, barrera! Tenía que concentrarse, si no daría un triste espectáculo en el lobby gimiendo por el placer de ese contacto.

— ¿Cómo sabes mi grado? —Sus ojos eran color marrón café, profundo y muy sincero a la hora de decir verdades. Y en verdad lo sorprendió esa revelación.

—Yo sé leer y escribir, estamos muy desprestigiados los argentinos; pero, para que se entere, no solo hablo inglés, sino que también hablo portugués, alemán y ruso. —Noel respondió con altanería.

Había investigado, en la Biblioteca Popular local, en un libro de historia militar, los grados de las fuerzas militares del mundo y allí había encontrado la figura que él había tenido en el cuello de su camisa, aquella tarde-noche y las que le seguían en grados superiores.

—Eso es interesante saberlo. —Entonces había investigado algo; pero, ¿cuánto más sabía?, se preguntó él. Esta información, no sabía si lo calentaba más o lo ponía en alerta naranja por el peligro que implicaba informar ciertas cosas.

—Y vos… ¿Qué haces devuelta por acá? —ella tenía que asegurarse que sus caminos no se encontraran, ella había acompañado a Anahí por un curso en la Ovlo y su trabajo como soldado, y también, venían a una escapada de amigas a Buenos Aires, además de un show en el que ella participaría bailando como la figura principal.

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