Capitulo 1 – El recuerdo de un reencuentro – Parte III

Kellian, observaba al grupo con recelo, mientras que limpiaba su rostro con una tolla jabonosa, que le diera el más grande de ellos para tal efecto.

Sin saber por qué, se le cruzó el recuerdo de lo que Steven le había contado, sobre lo sucedido hacía cuatro años atrás, cuando había estado en una misión en la Argentina; llamada “Misiones free”, en la que él debía haberla comandado, pero que Steven pidió hacerlo él, sin queja alguna por parte suya, y que duró aproximadamente seis meses. En la cual, haciéndose pasar por técnicos agropecuarios; que buscaban información sobre la cría de ganado, hacían investigaciones sobre un grupo de traficantes, (de diversas mercancías) que allí estaban ubicados y de la famosa, pero irrastreable Lady. De acuerdo con los informes, Lady River, había tenido su enclave en la provincia de Misiones. Sin embargo, al regresar, durante el interrogatorio post misión y entrega de informe, Steven relató que el grupo había sido rescatado por una mujer de origen rural, pero que era médico clínica y obstetra, llamada Raquel Sanabria; quien había cuidado de los hombres y de él, hasta su recuperación y extracción, para poder regresar a casa. Por lo tanto, en ningún momento, ella tuvo información que confirme la identidad de Lady River o si estuvo allí. A Kellian no le cerró “ese cuento”; porque cuando en privado y obligándolo, él preguntó cómo había sido el rescate en verdad. Steven, dijo que los cuatro hombres y él, luego de la traición de uno de sus subordinados, habían sido tratados por un gigante colombiano, y además habían visto un helicóptero en movimiento, y que de este salió una figura de mujer, muy atlética y que les hizo la venia; desapareciendo en el monte. Ellos aseguraron lo que Raquel les dijo, que esa era Lady River, pero que debían irse si no querían que ella se arrepintiera, por ayudarlos a salir con vida de la Argentina.

No, no, eso a él no le cerraba, faltaba una parte. Menos ahora, después haber caído en esta trampa. ¿Qué sabían estos hombres de él? El colombiano resopló y Kellian se maldijo, al darse cuenta de que había dicho todo en vos alta.

—Vamos coloradito, camina al otro sector, así te saco sus flechas y se las puedo devolver a ellos. —Mauricio le habló a Kellian, señalando a Manolo y a Rafael, quienes los precedían. —Y sabemos hasta cuantas veces cagas y meas; no pienses más en esa misión de Misiones, que me cabreo mal, ya que esa, era mi casa —terminó diciendo con media sonrisa socarrona.

(rostro de Doc. Colombia: Carlos Julio Molina, más conocido como DJ13, cantante del grupo de Rap e Hip Hop, llamado Tres Dueños)

(Cuerpo de Doc. Colombia)

—Vamos mi niño, —dijo Manolo, mientras con sus manos gesticulaba avanza hacia adelante —que quiero ver el culito de mi “yegüita argentina” y no es la Lady, es a su asistente aquí. —, mientras se deleitaba con la cara de Kellian que tenía diez mil preguntas, pero trataba, endemoniadamente, de no dejar salir ninguna.

—Cállate, que, si la Lady escucha que le estamos mirando el culo a la Moro, estamos bien hasta la mierda —dijo Rafael, a quien “La Moro”, lo tenía totalmente loco desde que la conoció, pero no era recíproco. Para no decir lo que pensaba se mordió la mano y calló sus recuerdos sobre una Moro.

Ese sobrenombre le traía muy buenos recuerdos a Kellian, y eran de un cuerpo muy suavecito bajo sus manos. Si había una “mina” que podía desbaratarle los pies era ella.

La Moro, tenía ese culo más que altivo, que vio por primera vez cuando apenas tenía casi quince años en Entre Ríos, a orillas del Río Uruguay, en el riacho Itapé; y era portadora de una belleza de cuerpo, para su joven edad. Se había sentido un pervertido, ella tenía casi seis años menos que él, y eso era muy malo para su tranquilidad, él sabía que podía ser juzgado por violación, acá o en EE. UU., si le ponía una mano encima y por Dios que cerca estuvo aquella noche.

— ¡La reputa madre… what the hell you asshole! —Le gruñó a Mauricio en Spanglish, cuando este, desenroscó la punta de la flecha, haciendo que parte de su carne se retorciera y le doliera como la mierda, además de colocarle polvo de coagulación. — ¿y en dónde queda la Convención de Ginebra en esto? —preguntó en inglés, rechinando los dientes e intentando hacer enojar a Mauricio, pero este parecía divertido.

—Huy chico, estás muy lejos de la zona de seguridad de los Derechos Internacionales Humanitarios, —se sonrió Mauricio, contestándole en español. Por lo que le había contado la Lady, y era cierto por lo que escuchaba, el abogado en el muchacho, saldría ni bien le pusiera una mano encima. —acá, si tenés suerte… tendrás la piedad de la Lady, y tu pasado nos importa una mierda. —dijo con firmeza.

Kellian sostuvo, mientras se volvía a morder la mano, que no pensaría más, y si lo hacía, se la comería mordiscones, para que su boca no hablara. ¡Puta droga!

—Eso es mucho si es que ella se digna a mirarte y no pienses más, que a cada segundo que pasa, estás tentando a que tu fortuna se acabe —aseguró Rafael, sacándose su equipo, mostrando un tatuaje de espalda completa de “San la Muerte”, cuando se cambió de remera. En verdad daba pavor esa representación, según Mauricio, y a lo Kellian tenía que estar totalmente de acuerdo, si hubiera sabido el pensamiento de Doc., mientras se mordía la lengua, ya que el médico; le estaba vendando la mano derecha, que se la había lastimado con su mordida.

—Eso sería un gran logro por tu parte… digo, lo de sobrevivir. Joder, si ella te lo permite. Niño en verdad que habías hecho todo perfecto. Hasta que lo mandaste a la ostia ayer y hoy.

—Manolo, se estaba quitando todo el armamento, y poniendo en su lugar la ballesta que había utilizado para atravesarlo de lado a lado. Dándole un beso en la culata de madera, despidiéndola burlonamente.

Habiendo terminado de sacarle ambas flechas, Mauricio limpió las perforaciones y procedió a coserle, para luego pasarles las flechas a Manolo y a Rafael, quienes se habían cambiado, para que las vuelvan a acondicionar para su próximo uso. Kellian solo los observaba. Y el uniforme que llevaban ahora, era tan distinto como el día y la noche. Antes militares profesionales, de alto estándar y de blanco, y ahora técnicos petroleros, vestidos de negro con líneas en plateado refractario, de una empresa llamada HEAVEN PETROL.

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