PORQUE TAMBIÉN TENGO SENTIMIENTOS

...Tres días después......

Recién salgo del edificio donde se encuentra mi apartamento y entonces, se acerca a hablar conmigo.

—¡Amaury!

Lo veo y no puedo creerlo. Lo ignoro.

—¿Por qué no contestas el teléfono? Te he estado marcando —vuelve a hablar.

No le hago caso, no quiero hablar con él. ¿Qué onda con mi hermano?

—¡Amaury! —Intenta interponerse en mi camino. Me desespera.

—¿Por qué debería responder a tus llamadas?

—Soy tu hermano.

—¿Y eso qué? No eres importante para mí, así como yo tampoco soy importante para ti.

—¡Que! Pero qué cosas dices, yo...

—No tengo tiempo para escuchar tu cuento.

Justo en la esquina, mi InDriver estaba por recogerme.

—Solo cinco minutos. ¡Necesito que me escuches!

—Habla con el aire. ¡Adiós!

Subí al auto, no me dio importancia el haberlo dejado en medio de la calle. ¿Qué le pasaba? ¿Quién se creía que era? ¡Esto me estaba sacando de quicio! Mi hermano mayor era una tortura para mí y por su culpa, todo se ha ido al carajo.

—Bienvenido a bordo. ¿Te llevó al Cecati? —Preguntó mi conductor.

—Así es. ¡Muchas gracias!

Comenzamos a avanzar. El viaje se estaba haciendo rápido y no duro ni quince minutos. No había mucho tráfico a esa hora, los semáforos siempre alumbraron en verde.

Mi móvil empezó a timbrar cuando faltaba poco para llegar. ¿Qué le pasaba? El número no estaba agendado en mis contactos.

—¿Qué necesitas? —Le respondí.

—Detén el auto. ¡Yo te llevo! —Reconocí la voz de mi hermano.

—¡Estás loco!

—Vengo atrás de ti.

Rápidamente, comprobé que si venía detrás de mí, conducía decidido a alcanzarme.

—No puedo atenderte. ¡Tengo que llegar a clase!

—¡Necesito hablarte de algo!

—Pues estamos hablando justo ahora, dime qué es lo que tanto necesitas.

—Me están extorsionando.

—¿Otra vez?

—Sí. Me quieren quitar mi casa y todo.

¿Por qué mi hermano estaba acudiendo a mí? Mamá había dicho que en realidad tenía problemas con su esposa. ¿Cuál era la verdad?

—No, pues, que mal por ti.

—¿Me prestarías dinero?

—¿Por qué te prestaría dinero?

—Somos familia.

No pude evitar dejar escapar una carcajada.

—¿Lo dices en serio? La última vez que nos vimos, me reiteraste que yo no era nada de ustedes. ¡Me echaste a la calle!

Vi que el conductor me miraba a través del retrovisor. ¿Qué pensaría de mí?

—Amaury. ¡Lo siento! Yo...

—Te voy a colgar. Ya no quiero seguir hablando contigo.

—Espera, Mau...

—Y si me sigues, llamaré a la policía. Ya he tomado foto de las placas de tu auto.

Pulse el botón rojo y la pantalla de mi celular se oscureció.

...🔥🔥🔥...

—¿Alguna duda que deba resolver? —Francisco examinaba con la mirada el semblante de cada uno de nosotros.

—Tengo una duda —pronunció una de mis compañeras.

Él acudió a ella.

—Ya pueden retirarse. Es todo por hoy.

Pero, aunque la clase había estado muy interesante, mi mente divagaba mucho con lo sucedido esta mañana. Mi hermano no dejaba de dominar mis pensamientos. ¿Por qué tanta insistencia? ¿Y si de verdad la estaba pasando mal? ¿Por qué estoy tratando de ser condescendiente con él? ¿Valdrá la pena ayudarlo?

Termine de guardar mi cuaderno y mis plumas, apagué la computadora.

—¿Todo bien? —La voz de Francisco me hace darle mi atención.

—Sí. Todo bien.

Asintió ligeramente.

—¿Podrías venir a mi oficina? Necesito hablar contigo de algo.

No me importó que los demás compañeros escucharan aquella invitación a la oficina. ¿Qué tenía en mente? ¿Por qué reunirme con él en su despacho privado?

—Lo siento. Tengo que irme. Surgió algo que debo atender —le digo con franqueza.

Noté que en su mirada había decepción. Pero es que en serio, yo no iba a estar dando pie a que mis compañeros empezaran a crear malentendidos. ¡Toda la escuela sabe sobre mi empleo en la industria del porno!

—Amaury, solo será algo breve.

Mi móvil empezó a timbrar. ¿Qué se supone que debía hacer ahora? ¡Canijo! Parecía no entender mi postura.

—¡Está bien! —Sonreí falsamente a mi profesor y colgué la llamada.

¡Mi hermano me estaba sacando de quicio!

En la oficina de Francisco, el aroma a canela y perfume inundó mis pulmones.

—¿Qué necesitas? —Pregunté de forma directa.

¡Bellísimos ojos que me miraban!

—¿Cómo estás? —Sus palabras me sacaron mucho de onda.

¿De verdad me estaba preguntando eso? ¡Que chafa!

—Estoy bien.

—Note que estabas algo distraído en mi clase. ¿Todo bien?

¿Notó? ¿Mi semblante era demasiado obvio?

—Es que hoy no atrapaste mi atención. Me sentí un poco...

—¿Pasa algo? —Quiere averiguar.

—¿Por qué tanta insistencia en saber? Yo...

—Esta mañana vi que un hombre estaba tratando de encontrarte.

¿Un hombre? Seguro que ese idiota era mi hermano.

—Es mi hermano.

—¿Tu hermano?

—Sí, está tratando de hablar conmigo, pero yo no tengo ganas de verlo.

—¿Pasa algo en tu familia?

—No tengo familia.

Pareció sorprendido.

—¿Y entonces?

Aunque Francisco estuviese muy bueno, no me daban ganas de escucharlo en este momento.

—¿Por qué te entrometes en algo que no te incumbe? —Le digo con un poco de molestia.

—Te noté muy distraído en mi clase. Recuerda que quiero ayudarte.

¿Cómo podría ayudarme este tipo?

—Me sentí algo aburrido en tu clase. Ya te lo había dicho. No lograste capturar mi atención.

Enarcó sus cejas. ¿Qué esperaba que le dijera?

—¿Aburrido?

Mi celular empezó a timbrar con una llamada que seguramente era de mi hermano. ¡Mierda! ¿Qué le pasaba a todo el mundo?

—Tengo que irme. Nos vemos mañana.

No espere su respuesta. Salí de su oficina con los humos calientes. ¡Maldito Germán!

—¡¿Qué quieres?! Te dije que no quería que me estuvieras molestando.

—¿Por qué no sales de tu escuela? Pregunté por ti y me dijeron que tu clase había salido.

Me dirigía a salir por el pasillo principal. ¡Mierda! Allí estaba él. Me detuve en seco, con el celular al oído y los pensamientos inquietos. ¿Por qué me pasaban estas cosas a mí?

—Te daré diez minutos de mi tiempo. ¡Solo eso!

—De acuerdo. Yo...

Colgué la llamada. Camine a la salida y cuando sus ojos me ubicaron acercándome a él, me dieron ganas de darle una patada en la espinilla.

—¿Y bien? ¿Qué necesitas?

—¿Quieres ir a comer?

—¿Tienes dinero para pagar la cuenta?

—Por supuesto. Puedo invitar a mi querido hermano a comer algo rico.

Germán no había cambiado mucho. Solo, digamos que se puso un poco cachetón y le creció barba. ¿Cuánto tiempo que no nos veíamos? Aun así, seguía siendo muy adulador.

—No es necesario. Te quedan nueve minutos.

—¡Claro! Seré breve.

Se me quedó mirando, parecía que trataba de acomodar las ideas en su mente.

—¿Y bien? —Pregunté después de ver que no reaccionaba.

—¿Qué harás este fin de semana? Me refiero al domingo.

—No es de tu incumbencia.

—Mi cuñado quiere conocerte. ¡Le gustas! —Dice.

—¿Tu cuñado?

—Es tu fan. Me dijo que sueña contigo.

—¡Qué bobo!

—En realidad no tiene nada de bobo. Quiere conocerte, él está dispuesto a...

—¿Cómo sabe que somos hermanos? ¿Le dijiste?

—Fue Ximena. Ella le dijo.

¡Maldita Ximena!

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