Una conexión eterna

—Nadie te ha pedido que lo hagas, yo sé cuidarme muy bien y además, estás exagerando, no sé cómo comenzamos a hablar de esto. ¿O qué? ¿Mi padre te ha pedido que me convenzas de escoger un marido, tal vez ya lo pensó mejor, y sí le conviene que sea una dulce madeimoselle ahora? – A la joven se le hizo un nudo en la garganta.

—Sé perfectamente que estás cansada, que cada vez es más difícil sostener esta mentira en la que vives, tal vez es hora de que… –Odette lo calló con una cachetada.

—¿Qué demonios te pasa? ¿Acaso no fuiste tú quien ayudó a mi padre a forjar a su dichoso heredero? –Lo miró fijamente, luchando para que las lágrimas que se asomaban por sus ojos no cayeran—. Pues, aquí me tienen, esto es lo que soy, error o no, ya no puedo ser de otra manera, y créeme, que no me importa lo que se comente de mí, mucho menos lo que puedan decir mis supuestos admiradores. No sé qué ideas nuevas tenga mi padre, pero ya no soy la misma niña, ya me manipularon una vez para que yo me hiciera a la voluntad de ustedes, pero, no podrán hacerlo nuevamente. Y que sea la última vez que hablamos de esto.

No dejaron de mirarse fijamente. André se sintió morir, al sentirse responsable de su dolor. Sí, él había ayudado al general, pero, jamás quiso hacerle daño.

—Tu padre no me ha dicho nada, y quiero aprovechar este momento para que te quede claro, que todo lo que he hecho, lo hice únicamente pensando en que era lo mejor para ti. –Se acercó lentamente a ella con los ojos vidriosos. –Tal vez todos nos equivocamos y un día, pagaremos muy caro haber robado tu libertad de decidir cómo querías vivir, pero, sé que tarde o temprano tu naturaleza ganará, y no habrá nada que puedas hacer para evitarlo.

¡DEJA DE LANZARME MALDICIONES! – Odette levantó la mano para volver a golpearlo, pero, André la atajó en el aire y, sin pensarlo, la acercó a su cuerpo, y la besó.

Odette estaba en shock, sintiendo algo extraño en su interior. De pronto, cayó en cuenta de que su amigo de toda la vida, le estaba dando su primer beso. Sus labios se sentían tibios y suaves, y por un breve instante, se dejó llevar, pero, cuando sintió la lengua de André tratando de hacerse un lugar en el interior de su boca, reaccionó y esta vez, André no pudo esquivar su golpe.

—Vuelves a hacer una cosa así, y te juro que me olvido de quien eres. –Ahora él era quien estaba en shock. Abrió la boca para hablar, pero no lo dejaron—. Voy a pensar que perdiste la razón por unos minutos. Por eso, aquí no ha pasado nada y nunca hablaremos de esto, ¿Entendido? —Él sólo quería llorar, pero, asintió con la cabeza baja—. Muy bien, ahora desaparece de mi vista.

—Odette por favor, yo…

—Vete o no respondo. –Ella pronunció cada palabra con especial énfasis, por lo que, a él no le quedó más remedio que irse con una profunda tristeza en el pecho.

Apenas desapareció la figura de su valet por la puerta, Odette cayó desplomada sobre un sillón. Se sentía dolida y confundida. Casi por inercia, se llevó una mano a los labios, aún podía sentir la humedad de su boca desesperada por profundizar el beso. Y por primera vez en su vida, lloró sin tener cerca a la única persona que podía consolarla.

Lamento tanto haberte causado esto. –La tristeza estaba claramente reflejada en la expresión de André.

Ya basta André, te disculpas mil veces cada día, y todas esas veces te he dicho que tú no has causado nada, fue un accidente y punto. –Dijo la chica acomodándose en su cama.

—Hubiera muerto si te pasaba algo… – Confesó él sin poder contenerse. Fue en ese momento, en el que Odette comprendió perfectamente sus palabras; porque sentía lo mismo con respecto a él.

—Pero, ya estoy bien, solo fueron unos arañazos. –Trató de minimizar el asunto.

—¿Arañazos? –Odette tembló de solo recordar el momento en el que casi muere desangrada—. Te desmayaste porque perdiste mucha sangre, sigues con nosotros de milagro.

—Estoy aquí, gracias a que tú reaccionaste pronto. Así que ya fue suficiente, que no se toque más el tema, mejor cuéntame algo interesante, que estoy muy aburrida. – Dijo ella con fastidio.

André estaba sentado al filo de su cama y seguía mirándola con preocupación. El doctor había indicado que era mejor que la rubia reposara, hasta que sus heridas sanaran completamente.

El accidente se produjo a causa de otro capricho de María Antonieta, que repentinamente había tomado interés en montar a caballo, un magnífico corcel obsequiado por su esposo, el nieto del Rey Luis XV, el Delfín de Francia, quien había comenzado a gastar grandes cantidades de dinero, en ostentosos regalos para su joven mujer. Como siempre, la escolta de la Princesa estaba encabezada por Odette y su valet. Aquel día, André ayudó a su Majestad a subirse al caballo, pero, de un momento a otro huyó despavorido. La Princesa, inexperta y muy asustada, se aferró al corcel y, en un acto desesperado por tratar de controlarlo, André quedó atascado a las riendas del animal y fue arrastrado varios metros, hasta que éstas se rompieron. Odette consiguió alcanzarlos y tuvo que lanzarse de su propio caballo para salvar a María Antonieta, aunque estaba desmayada.

Al enterarse de lo sucedido, el Rey decidió señalar a André como el responsable del terrible suceso, que aunque fuera un accidente, mantenía a la joven inconsciente. Así fue que lo sentenciaron con la máxima condena; la pena de muerte. Odette se enteró de la terrible decisión e inmediatamente, trató de abogar por su amigo. Le dijo al Rey que por ser su patrona, ella debía ser la que recibiese el castigo en su lugar. Cada palabra que dijo la rubia, sirvió para que André dejase de pensar que jamás podría ser perdonado, por haberle robado un beso.

En medio de la situación que los amigos enfrentaban, el Conde Fersen también se señaló como otro de los responsables. Afortunadamente, María Antonieta reaccionó y le aseguró al Rey, que todo fue un accidente y le rogó que olvidara su enojo. Así lo hizo él y todos quedaron libres de cualquier cargo. Felices por la buena noticia, se disponían a regresar a casa, pero de pronto, Odette cayó desmayada. Tenía una herida muy profunda en el brazo, producto de las acrobacias hechas para salvar a la Princesa. Había perdido mucha sangre y, permaneció mucho tiempo inconsciente. Los doctores la atendieron y señalaron que solo debían esperar, a que el cuerpo de Odette se recuperara. Nana y André se quedaron a su lado toda la noche, orando para que despertase pronto. A la mañana siguiente, la joven reaccionó y André sintió que el alma le había regresado al cuerpo.

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