Natasha y Julian iban hablando a medida que avanzaban por las avenidas de la ciudad. Julian iba concentrado en la via, Natasha lo miraba de vez en cuando, además de que iba mirando el paisaje cambiante a su alrededor, a medida que el auto se movia. Comenzando a observar la diferencia en la vegetación, ahora se veian algunas palmeras. Y la brisa marina comenzaba a acariciar la piel de su rostro. Se sentía el olor salado del mar.
A medida que avanzaban para salir de la ciudad, iban conversado sobre algunas cosas triviales que habían sucedido en el trabajo, y rieron de algunas anécdotas de ese día, mientras iba camino al restaurante. Al llegar, media hora después, Julián estaciono el auto. Y se bajaron para ingresar al lugar. Lograron conseguir su mesa, cerca de las barandas del local, que daban hacia la playa y donde podían apreciar una hermosa vista del atardecer playero, y el cambio de colores del sol en el cielo a medida que se ocultaba en el horizonte.
Se sentaron, y pidieron algo ligero para cenar. A Julián le sorprendió lo que Natasha pidió. Ya que nunca había visto una combinación de alimentos como esa. Y menos a la hora de la cena. El mesero también puso una cara que no pudo ocultar, pero luego sonrió amable y dijo,
* Veré que puede hacer el chef, señora - y se dirigió hacia las cocinas.
Julián la miró extrañado, mientras tomaba un sorbo de su bebida. Habían pedido jugos naturales, de fresa con mora para ella, y de naranja para él.
* Esa combinación tan rara de comida, Natasha. ¿De dónde la sacaste? – le pregunto intrigado Julián. Natasha lo miro con una sonrisa.
* ¿Panqueques con anchoas y mermelada de guayaba? – repitió su orden Natasha, pensativa. Julián había pedido pollo a la plancha con una ensalada de lechuga y tomate con aderezo. Si era un poco raro, pero era la segunda vez que le apetecía comer esa comida – no lo sé, es la segunda vez que me provoca comerlo. – explico ella sin darle importancia.
Julian la miro, raro. Pero tampoco le dio importancia. Entonces, Julian comenzó a contarle lo que sabía sobre lo que habían informado. A Máximo lo habían dado de alta, y Viviana se lo había llevado a su apartamento. Según el médico debía descansar dos semanas en casa, y luego ir retomando poco a poco su rutina de trabajo.
Natasha lo miro seria, y le dijo,
* Si, lo sé. Converse con Máximo la semana pasada, ya sabíamos que el médico iba a darlo de alta. Y casi discutí con él por lo de irse con Viviana. Pero sin decirle lo que ella hizo, no logre hacer mucho. – termino diciendo Natasha. – así que lo deje tranquilo. No quise decir algo que impidiera su recuperación. Además me he dado cuenta, las pocas veces que me cruce con Viviana en el hospital, que ella es más cariñosa con
Máximo. – dijo ella pensativa. – así que espero que en verdad esta vez lo cuide. Y hasta que el no recuerde nada, no se puede hacer mucho. Máximo en realidad ama a Viviana. No es solo porque me lo haya dicho. Es que se le ve en sus ojos, y en sus acciones hacia ella. – le explico.
Julian la miro. Lo que ella decía era cierto. Él no había cruzado más de dos palabras con Viviana. Solo para saludar. Pero si había notado que ella era cariñosa con Máximo. No sabía si era más que antes. Porque no los había visto antes. Pero si era más cariñosa con Máximo de lo que había sido con él en su relación cuando estaban en la universidad. “¿Podía ser que Viviana haya cambiado?”, pensó Julián.
En eso trajeron sus comidas. Julián y Natasha dieron las gracias. Sobre todo Natasha, ya que el mesero logro que el chef le hiciera sus panqueques con mermelada de guayaba y a un lado tenía una ración de anchoas.
* Muchas gracias. – dijo con una sonrisa Natasha. El mesero sonrió, mirando a Julián se retiró.
Julián solo miro a Natasha como comenzaba a comer sus panqueques con mermelada, y de repente también se comía una anchoa. Para Natasha la sensación de lo dulce y lo salado en su paladar era delicioso.
* En verdad, ¿te vas a comer eso? – pregunto Julián mirándola mientras se llevaba un bocado de su pollo a la boca.
Natasha lo miro, y asintió con la cabeza. Ya que no podía hablar porque tenía la boca llena. Y hasta hacia soniditos de que estaba muy delicioso como si fuera la comida más sabrosa del mundo.
Siguieron conversando entre bocado y bocado. Y Julián estaba sorprendido que Natasha se había comido toda aquella comida. Pidieron otro jugo para cada uno. Y por si fuera poco, Natasha pidió un postre de chocolate oscuro con fresa. Ese fue normal. Ella se comió la mitad y le ofreció la mitad a Julián. Él le sonrió y compartió el postre con ella.
Luego decidieron irse a sus casas. Ya estaba oscuro. Y se veía el mar debido al reflejo de la luz de la luna y las estrellas. Se levantaron y se dirigieron al estacionamiento, luego de pagar, y de agradecer nuevamente al mesero.
Al ir caminando hacia el estacionamiento, Natasha comenzó a sentirse mal. Y se detuvo a medio camino al auto. Julián dio unos pasos más, antes de darse cuenta que ella se había detenido. Con las llaves del auto en las manos se giró y le dijo,
* ¿Qué tienes, Naty? – le pregunto preocupado porque ella se había detenido y la miro llevarse las manos, primero a su estómago y luego a su boca. De repente, miro a los lados y no le quedo de otra que salir corriendo a un lado de los carros, apartándose de Julián para que no la mirara y doblándose comenzó a devolver todo lo que se había comido.
Julián se acercó y ella dijo,
* No vengas, por favor. – mientras continuaba devolviendo la comida.
Julián al darse cuenta de lo que le sucedía, comenzó reír. Es que aquella combinación de comida tenía que haberle hecho daño. Cuando Natasha termino se acercó.
* No te rías. – le dijo mientras con un pañuelo se limpiaba. Él le entrego una botella de agua que tenía en el auto, y ella se lavó la boca, y las manos. Secándose con el pañuelo.
* Eso te pasa por comer esas comidas raras, Naty. – dice riéndose de nuevo. Ella se iba a alejar enojada, pero el alcanzo a tomarla del brazo, y jalarla hacia sí, suavemente. La abrazo, besando su frente. – ¿Cómo te sientes ahora? – le pregunto, sin dejar de abrazarla.
* Mucho mejor. – dijo ella respirando profundamente. Se sentía mejor luego de devolver la comida. No sabía que le había sucedido. Cuando se levantó y comenzó a caminar se le revolvió horrible el estómago. La primera vez que comió eso no le sucedió. – pero… no te enojes… pero tengo hambre de nuevo. – murmuro ella. Julián la miro y sonriendo le dijo,
* Está bien. Te comprare algo, pero yo elijo. No quiero que te haga daño de nuevo con tu rara elección de comida. – le dijo él. Ella asintió sin dejar de abrazarlo. – ven, vamos. – y caminaron de la mano, de regreso al restaurante.
Esta vez, Julián eligió. Y pidió un pollo con ensalada, pero como ya era tarde y debían trabajar al día siguiente, lo pidió para llevar y se fueron al estacionamiento para dirigirse a sus respectivos departamentos.
Julián llevo a Natasha a su apartamento. Se despidieron afuera, el espero que entrara al edificio. Luego, se dirigió a su apartamento.
Al llegar, cerrando la puerta detrás de sí, en un apartamento solitario, suspiro profundamente. Luego, sonrió al recordar lo que comió Natasha y como le había caído mal. Que ocurrencias la de Naty, pensó.
Realizo su rutina de aseo, y se colocó un pantalón corto de pijama como única prenda para dormir. Aun con el aire acondicionado a su máxima potencia, dormía con muy poca ropa. Se quedó en la sala mirando a través de las puertas de vidrio del balcón, la gran luna que se posaba sobre la ciudad. Se veía redonda y luminosa.
Suspiro nuevamente. Y se retiró a su habitación, a descansar un rato.
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Pasaron varios días tranquilos. Natasha desde ese día del incidente alimentario con Julián, se despertaba todos los días con nauseas. Habían pasado siete días desastrosos para ella. No desayunaba porque no tenía caso, luego de desayunar, todo lo devolvia. Y las náuseas no se le quitaban hasta muy entrada la mañana. Lograba comer algo en la merienda a media mañana, una galleta, algo sencillo. Y luego si almorzaba bien. En la cena volvía con los antojos raros. Sobre todo le daban muchas ganas de comer anchoas. No sabía por qué. Nunca le habían gustado.
Y no le había dicho nada de eso a Julián. Cuando salían a cenar evitaba a toda costa pedir esos antojos. Para que él no la regañara. Pero era bastante difícil para ella. Muchas veces al llegar a su apartamento, luego de que Julián la dejara en su edificio, cedía a sus antojos, y terminaba comiendo nuevamente, pedia una pizza, o se
hacia los panqueques con mermelada, todo con las benditas anchoas que no podía sacarse de la mente.
Y se dio cuenta que había subido unos kilos. No eran muchos. Solo dos o tres kilos. Pero era suficiente para que algunas de sus prendas, sobre todo su uniforme, le apretaran. No sabía que le estaba pasando. No podía comer en el desayuno debido a las náuseas, y no podía dejar de comer en las noches, debido a los antojos.
Ya las chicas en el trabajo, le habían comenzado a hacer bromas, porque se le notaba en su uniforme que estaba un poquito mas gordita. Ella trataba de no darle importancia, pero se estaba comenzando a preguntar que le sucedia.
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