Por la noche, Constanza, estaba en su habitación, se había acostado,, pero su esposo, aún no llegaba, así que se levantó y comenzó a caminar de un lugar a otro. Temía que se haya arrepentido de lo que ocurrió el día anterior.
La puerta se abrió y quedó parada, ansiosa, junto a la cama.
-Creí que dormías.- dijo el Duque con sorpresa en cuanto la vio.
-No, te estaba esperando.- respondió con una sonrisa.
-Eso que tenía que asearme antes de verte, me metí a la bañera y por poco me quedo dormido.- Dijo mientras caminaba hacia ella.
-No importa, ya estás aquí.- agrego Constanza rodeándole el cuello con los brazos, para luego, besarlo. Alberto la apretaba hacia él, bajaba hasta su escote con su boca y volví hasta sus labios. Se acercó a su oído.
-Quiero verte desnuda.- susurro y Constanza lo miro sin entender.
-Pero anoche me viste... ¿Verdad?- pregunto confusa.
-No por completo.- dijo y la volvió a besar. Entre caricias le fue bajando el camisón de a poco.
Él se quitó la camisa mientras ella se tapaba su desnudes con las manos. Alberto la miro y sonrió.
-Justamente esas son las partes que ya vi.- continuo con gracia, tomándole las manos y apartándoselas con delicadeza. La contempló detenidamente, acaricio sus hombros, bajando por sus pechos, su abdomen, podía notar como se reflejaba el placer en el rostro de su esposa. Entre besos la llevo hacia la cama y la recostó, antes de arrojarse sobre ella se quitó los pantalones. Constanza lo observo detenidamente, estudiando cada parte de su esposo, cada músculo bien marcado, hasta llegar a su extremidad más íntima. Recordó la noche anterior y deseo con locura volver a sentir lo que solo él le generaba.
Ahora si, completamente desnudo, Alberto, comenzó a besar cada parte del cuerpo de la joven. Bajando de a poco, mientras escuchaba jadeos de placer. Cuando llego a su entre piernas ella soltó un pequeño gritito, cuando se dispuso a jugar con su lengua.
-¡Ay, por Dios!- Dijo Constanza y se tapó la boca con la mano -Perdón por usar tu santo nombre en vano.- y Alberto no pudo evitar una carcajada.
Nunca imagino el nivel de placer que podía sentir, estaba eufórica, cuando regreso hacia arriba, lo atrajo hacia ella con mucha ansiedad y lo beso, sin preocuparse en probar su propio sabor, el de su intimidad. Entregaba el alma en cada beso, en cada caricia. Disfrutaba tanto ese acto de pasión que la llevaba a la locura, sin darse cuenta de que duro un poco más, parecía una eterna demostración de amor. La noche, así se volvió más corta, para al final, dormir abrazados. Eso era tan placentero como todo lo demás, se sentía muy perfecto.
Al día siguiente, estaban paseando por en recorrido de la aldea, cómo había prometido su esposo. Todo era muy prolijo y limpio, tal como el palacio, más bello de lo que había imaginado.
-¿Cuál la función de un Duque?- pregunto Constanza, mientras caminaba tomada de su brazo.
-Buenos, por lo menos en mí caso... Yo trato de que el pueblo se encuentre bien y no le falte nada.- respondió.
-Las personas te saludan con amabilidad, al parecer estás haciendo un buen trabajo.- comento ella simpática.
-Gracias.- dijo él con una sonrisa -Claro que hay veces que se presentan problemas, como la del grupo de campesinos, quienes están a punto de perder las tierras porque un Marqués las reclama cómo suyas, y otras... Con las que no te quiero aburrir.-
-No me aburres para nada, de hecho, me interesa...- estaba diciendo Constanza con una sonrisa, pero justo en ese momento, llegaron tres niñas de unos ocho años, quienes los interrumpieron para entregarle una flor -¿Para mí?- pregunto tomándola -Es hermosa, al igual que ustedes.- continuo acariciando sus rosadas mejillas. Luego las pequeñas salieron corriendo, risueñas, mientras las observaba, y el Duque a ella, con mucha admiración.
Alberto apoyó la mano en su cintura y se acercó a su oído.
-Quiero que conozcas un lugar especial.- le susurro
-Pero... ¿Y el pueblo?-
-Vendremos muchas veces más.- dijo él -¡ven!- Exclamó tomándola de la mano.
Alberto rechazó el carruaje y la llevo en su caballo. Estaba intrigada, se estaban alejando mucho, pero la experiencia le parecía única. Su esposo la rodeaba con sus brazos para sostenerla, así que ella decidió apoyar la cabeza en su pecho, mientras contemplaba como subían hacía una colina llena de árboles y paisajes silvestres. Cuando llegaron, el Duque la ayudo a bajarse, la tomo de la mano y la acercó un poco a un precipicio.
-¡Oh! ¡Qué bello paisaje!- exclamó -Se puede ver todo el pueblo desde aquí y las montañas.- continuo, mientras apoyaba la mano en el pecho de él -¡Cuántos bosques hay al rededor!.-
-Si, y allí se esconden uno de mis problemas.- confesó el Duque.
-¿Por qué lo dices?- pregunto extrañada.
-Porque en esos bosques se esconden un grupo de maleantes, la banda de los hermanos Renoir. Cada vez que parece que daremos con ellos, se mueven hacía otro lugar.- respondió y ella abrió grandes los ojos -Por esa razón, me he ausentado tanto estos días.-
-¿Bandidos?- pregunto la Duquesa con pánico en la voz -Pero... Estamos a orillas de un bosque.-
Él sonrió.
-En los bosques de allí abajo.- señalo un punto, luego la tomo de la cintura para que lo vea de frente -Aquí no hay nadie.-
Constanza lo miro con una sonrisa pícara y le rodeo el cuello con las manos.
-¿Está tratando de seducirme? Alteza ducal.- pregunto bromeando.
-Tal Vez, Lo he conseguido?-
-Tal vez.- repitió ella, su esposo sonrió y la beso.
-Espero, ven.- susurro tomándola de la mano y alejándola del precipicio.
A orillas del bosque volvió a besarla, recostándose de a poco a los pies de un árbol.
-Pueden vernos, Alberto.- objeto con muy poca voluntad, mientras enredaba sus dedos en el cabello de su esposo, mientras esté le besaba el cuello.
-Estamos solos.- susurro el Duque y regreso a su quehacer.
Constanza esperaba que eso fuese verdad, porque ya no se podía detener. Su esposo le metió la mano por debajo del vestido para deshacerse de sus bombachos, ella lo ayudo a desatarse el pantalón. Cómo le gustaba verlo sin ropa, amaba sentirlo en ella, salía de control. Entre besos y caricias, las orillas del bosque se llenaron de gemidos y gritos de placer.
Cuando terminaron, Alberto, se sentó, apoyando su espalda en un árbol, y ella, apoyando la suya sobre el pecho de su esposo, mientras esté le rodeaba con sus brazos.
-Me agrada mucho esto...- comento Constanza, mientras cerraba los ojos y respiraba hondo el aire puro de la naturaleza, cómo sintiendo paz absoluta.
-A mí también.- susurro él, apoyando sus labios en la mejilla de su esposa, prolongando un tierno beso lo más que pudo.
Cuando regresaron al palacio, ya era el anochecer. Antes de cruzar las puertas de entrada, pudo ver a Cristof parado junto a su caballo, listo para su típico paseo nocturno, el cual duraba largas horas, con el solo afán de evitarlos.
Él también clavo la mirada en ella, por esa razón, levanto su mano para saludarlo, pero la respuesta de su antiguo amigo fue darse la vuelta, montar su caballo y alejarse a todo galope.
Constanza se estremeció con esa actitud, pero decidió resignarse y entrar, debía prepararse para cenar con su esposo.
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Comments
Cori Shoes
Esperemos que no ande con los Maleantes de los bosques
2024-07-04
5
Maria Elena Maciel Campusano
Me agrada cómo se están desarrollando la trama, pues es clara, amena y sencilla pero con su toque de romance e incertidumbre, pues resulta que aparte de la historia de Inés ahora está la banda de los hermanos Renoir 🤔🤔🤔
2024-07-03
2
Cecilia Lujan Ruiz Diaz
para nada, cualquier crítica es bien recibida, muchas gracias!
2024-06-18
1