capitulo 3: "la propuesta"

Cristof se encontraba en el pequeño patiecito, cuando llego Constanza.

-Al fin llego.- dijo -La esperaba porque me agrada mucho hablar con usted, aunque sea unos minutos.-

-Debo de confesarle que a mí también me agrada nuestra amistad y nuestras platicas.- respondió ella -Ademas, necesito un poco de aire, mí madre me está volviendo loca con el asunto de mí cumpleaños.-

-Entiendo.- dijo Cristof y le tomo la mano -En realidad, tengo la ilusión de que algún día...-

Constanza lo miro sorprendida y le quitó la mano con brusquedad.

-Solo puedo verlo como amigo...-

-Es por mí color de piel ¿verdad?- pregunto él en un tono afligido.

-¡Claro que no! jamás me fijaría en eso.- expreso ofendida -Usted es un caballero muy guapo, está a la vista... Yo soy la que no puede ver a nadie como algo más...- continuo apenada.

-Shhh.- la callo el muchacho tomándole la mano nuevamente -Aunque me lo diga mil veces, jamas perderé la esperanza, amiga mía.- pero ella solo lo observaba afligida -Ahora hablemos de otra cosa, cómo... De sus polluelos, por ejemplo.-

-Si.- respondió algo más animada volteando hacía el árbol -¡Crecen muy rápido!-

Allí, quedaron hablando un largo rato.

Por la noche, luego de la comida, Roque y el Duque se encontraban en su despacho, tomando un trago, cómo ya se había hecho costumbre.

-Amigo mío, debo de confesarte que mí situación financiera no está nada bien.- dijo Rosales.

-Oh, querido Roque ¿Por qué no me habéis dicho?- pregunto él Duque -Crei que tu partida de Buenos aires era por cuestiones políticas, pero era por esto ¿Verdad?-

-Si, cómo entenderás con mí postura política y mí situación financiera, ya era imposible mí estadía allí.- dijo -Con decirte que he tenido que echar mano a la dote de Constanza para viajar aquí.-

-Sabia que tenías algunos problemas, mis amistades me lo habían comentado en algunas cartas, pero no crei que era para tanto así.- continuo Alberto apoyando la mano en su hombro.

-¿Que amistad te lo contó? ¿Moreno, Castelli o tal vez Belgrano? Todos están bien enterados por mí hijo.- continuo Roque con vergüenza -Lo bueno de que constanza se rehuse a casar es que no necesitará esa dichosa "Dote".-

-En mí opinión, no estoy de acuerdo con ese tema de la Dote. Es como si una familia pagará para deshacerse de su hija.- comento el Duque y se quedaron por un momento en silencio.

-Olvide de decirte...- hablo Roque rompiendo el hielo -Hoy por la tarde te llegó esto para ti, mientras montabas con Cristof.- y le entregué un sobre.

-¿Correspondencia para mí aquí?- pregunto Alberto, sorprendido, tomando la misiva y abriéndola.

A Roque le llamo la atención como la expresión en el rostro de su amigo se transformaba, mientras leía la carta.

-No me asustes, Alberto¿Qué sucedió?- pregunto y el Duque suspiro antes de responder.

-Lo mismo de siempre.- manifestó disgustado -Que me case y que tenga un heredero... La verdad que esto ya me tiene cansado.- continuo refregándose los ojos con los dedos -Deberé casarme para tranquilizar al gobierno.-

El hombre no podía dejar de ver la preocupación reflejada en el rostro de su compañero. El silencio los invadía.

-Tal vez...- comenzó a decir y Alberto lo miro -Tengamos una solución…-

-¿A qué te refieres?- le pregunto él con desconfianza.

-Tengo una hija soltera...-

-No sigas, por favor.- lo interrumpió de inmediato -No me agrada por dónde vas...-

-No, no, espera...- continuo Roque acercándose con aire de entusiasmo -Tienes que casarte y un te debo mucho...-

-¡¿Qué?!- pregunto el Duque incrédulo -¿Pretendes venderme a tu hija?-

-No, no es esa mi intensión...- corrigió el hombre loas rápido que pudo -No es lo que quiero decir...-

-Bueno, pues ¡Explícate de una vez! ¡Antes de que pierda la cabeza!- Exclamó Alberto, ya muy alterado.

-No quiero que se haga monja.- confesó al fin y su amigo presto atención -Mi hermana, Carmen, era un joven tan dulce y buena, Constanza me recuerda mucho a ella. Se metió de novicia en un convento y se llenó de amargura, su corazón se endureció. Además, de que esas celdas, tan frías y humedad, enfermo y... murió.-

Alberto palideció por la confesión de su viejo amigo. Conocía la existencia de una hermana muerta, que fue novicia que siempre entristeció a Roque, pero no conocía con exactitud su historia.

-Roque yo...- quiso decir.

-Te lo ruego... Es tan dulce, joven y hermosa. Sé que a ti no te es indiferente...- dijo su amigo.

-Roque...- dijo avergonzado por lo que había notado Roque.

-Es mi gran tesoro.-

El Duque se quedó por un momento mirando hacia la nada.

-Déjame... Pensarlo. Por lo menos... Por favor.- respondió, al fin.

Esa noche, Alberto casi no pudo dormir, dio mil vueltas en la cama, no dejaba de pensar en ese asunto. Claro que Constanza era una mujer hermosa y refinada, pero mucho más joven que él, 20 años exactos. Además, apenas la conocía, ni siquiera habían entablado una conversación alguna vez.

Pero por otro lado, estaba la confesión del padre ¿Y si la joven corría la misma suerte de su tía? No podría vivir con eso...Realmente no sabía que hacer. Si Roque no le hubiese confesado esa historia la respuesta sería fácil, pero ahora, no sabia que hacer.

A la mañana siguiente, se dirigía al comedor, para desayunar, pero vio que Constanza se encontraba allí, en su patiecito, y no pudo entrar acercarse.

-Buenos días.- la saludo y Constanza lo miro sorprendida.

-Buenos días, Alteza ducal.- respondió ella con una sutil reverencia.

-Emm, la vi aquí y... Quise felicitarla... Por su cumpleaños.- se excusó de inmediato Alberto.

-Muchas gracias, Alteza Ducal.- respondió la joven con una sonrisa.

Se quedaron viendo en silencio otra vez, el momento estaba tenso. Pero él pudo ver qué llevaba un libro abierto en las manos.

-Veo que se encuentran ocupada.- comento él, para cortar la tensión.

-No, solo estoy tratando de investigar que ave es esa que está sobre ese árbol y canta tanto.- respondió ella.

-Oh, además es un hermoso día de primavera y las aves están alborotadas.- prodigio él y de nuevo el silencio.

Constanza sonreía, pero la situación seguía incómoda.

-Bueno...- expreso el dique al fin para romper el hielo -La dejo para que continúe con su labor, que es muy bonita.-

-Muchas gracias por la plática, alteza ducal.- respondió ella y él se despidió con un pequeño ademán de cabeza.

Alberto fue hacia el comedor, pero Roque no estaba allí, así que se dirigió hacía su despacho.

Cuando llego tocó y paso. Su amigo estaba sentado con unos papeles en la mano, lo saludo y se ubicó en un sillón en frente.

-Tu hija es la joven más dulce que alguna vez conocí.- dijo -Ya te tengo una respuesta...-

Roque, quien estaba recostado en el respaldo de la silla se enderezó muy rápidamente.

-¿Y bien? Te escucho.- pregunto ansioso.

-La respuesta es si, me casare con ella.- respondió, pero sin ocultar su sentimiento de culpabilidad.

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