Constanza no dejaba de pensar en. "El tema" mientras caminaba hacia el salón. Recordaba la promesa sobre la tumba del que fue su prometido, aquel frío día de un agosto Argentino, luego de largos días de agonía por heridas sufridas en batalla, ¡lo amo tanto!. Pero a su vez, la mortificaba la idea de que si por su culpa la situación de su familia empeoraba, sobre todo su madre, no lo soportaría.
Cuando llego a las puertas del salón tomo el relicario que colgaba de su cuello, lo observo por un momento, suspiro con lágrimas en los ojos, evocando el recuerdo que se lo regaló antes de morir, por último, lo beso.
-Lo siento.- musitó mirando hacia arriba, luego decidió entrar.
Ya dentro, observo a todos que la aplaudían, había matrimonios que no conocía, imagino que serían dos la alta sociedad, división al Duque, camino hacia él y le tomo la mano. Este pareció sorprendido.
-Agradezco a todos venir aquí, en este día, a celebrarme.- comenzó a decir y suspiro antes de continuar -Pero quería aprovechar la ocasión para anunciar mí compromiso con el Duque.-
Alberto quedó boquiabierta, pero luego disimulo, ya que las personas se acercaban a felicitarles.
Constanza buscó con la mirada a su amigo, quien se quedó parado, mirando fijo, con una expresión de amargura en su rostro. Entre el tumulto de gente, también logro ver a la Marquesa, quien tuvo que sentarse de repente, sin ocultar su mal estar por la noticia.
El resto de la noche prodigio bastante bien, tuvo que permanecer junto al duque, dados los últimos acontecimientos, pero de vez en cuando, cruzaban miradas fugaces.
Luego de la cena, pasaron a la sala, todos parecían estar muy entretenidos. Aprovecho un momento en donde su flamante prometido se alejó para conversar con otros invitados, y se instaló en un rincón para contemplar el panorama. ¡Odiaba las reuniones!, todos riendo, hablando de sus frivolidades, pretendiendo ser mas importante que el otro. Desde allí pudo ver a su amigo, cristof, no paraba de beber, parecía tan incómodo como ella. Por otro lado, la Marquesa, pareció tener el mismo plan de Cristof, refugiarse en el trago.
Roque aprovechó su soledad y se acercó.
-Hija, había dicho que esto no era necesario.- comento por lo bajo.
-No quiero hablar de esto.- dijo ella viendo hacia el salón muy fríamente.
-Odiaría que te sacrifiques...- intento decir el hombre.
-Mi decisión ya está tomada.- agrego por lo bajo pero con aire hostil -Y no cambiaré de opinión... Ahora, si me disculpas, es mí cumpleaños y debo socializar.-
Así nada más, se acercó a una mujer mayor que jamás había visto y entabló conversación con ella.
Cristof se encontraba en la biblioteca, necesitaba alejarse de todos, encontró bebidas en un mueble, las cuales no quiso dejar de probar. De repente la puerta se abrió y entro la Marquesa con una copa en la mano.
-Lo siento, solo estaba buscando un poco de... Paz.- dijo.
-Entonces pase, ya somos dos.- respondió el joven.
-Al parecer estamos unidos por el mismo pesar.- comento ella acercándose.
-Es que no entiendo el por qué ¿Qué le falta? Lo peor es que... ¡No la ama!- Exclamó
Judith se paró enfrente y lo miro provocativa.
-¿Está, usted, seguro de eso? ¿Acaso no se ha dado cuenta como la mira?... cómo "Se" miran.-
-Es que yo lo entiendo, su belleza está a la vista, pero eso no sería amor.- la contradijo él.
-Sé que no tengo derechos...- evoco con un suspiro la mujer -Pero me siento tan perdedora como usted.-
Cristof se quedó observando como esa mujer emanaba sensualidad constante, en cada palabra, en cada gesto, en cada acción. La Marquesa no usaba los vestidos corte imperial, cómo era la moda del momento, sino a la antigua, ceñidos al cuerpo, que dejaba sobresalir su abultado busto y perfecta figura. No pudo evitar el impulso, la tomo de la cintura, la atrajo hacia él y la beso. Ella respondió, le rodeo el cuello con los brazos. El joven la llevo hacía el sofá, donde la recostó y comenzó a besarle el cuello, bajando hasta sus pechos, que sobresalían del escote, metió sus manos por debajo de la amplia falda para deshacerse de los bombachos sin dejar de besarla.
No estaba dispuesto a echarse para atrás, era consciente de ser un hombre apuesto y que la mujer tampoco renunciaría a ese acto. Era una mujer muy hábil y fogosa.
En la mañana siguiente, despertaron en el sofá y se miraron incómodos. Todo era culpa del exceso de alcohol o ¿Por despecho? Se preguntó el joven. La mujer solo se levantó, acomodo sus prendas y salió corriendo del lugar.
Ese fin de semana siguiente, Alberto ya estaba listo para su boda. Debía regresar lo antes posible y tenía que hacerlo acompañado de su Duquesa. Se dirigió hacia el altar de la pequeña capilla, perteneciente a la casona de la familia Robles, en donde esperaba a su futura esposa.
Las puertas de la capilla se abrieron, y ahí entro, acompañada por su padre. Estaba bellísima, llevaba un vestido blanco, corte imperial, devorado con encajes. No llevaba velo, su largo cabello rubio ahora no estaba peinado con una trenza, sino que lucía recogido, decorado con pequeñas flores.
En cuanto se paró a su lado, el sacerdote comenzó a hablar, aunque honestamente, Alberto casi no lo escuchaba. Su corazón iba a acelerado a más no poder, noto que su compañera estaba en igual de condición, por la velocidad de su respiración.
Llegó la hora de besar a la novia. Ya frente a frente, el Dique se preparaba para apoyar sus labios sutilmente sobre los de ella, pero para su sorpresa, la joven los entre abrió. Él se dejó llevar e introdujo su lengua en su boca, no era un beso correcto para una boda, pero a Constanza parecía no molestarle. Cuando se separaron se contemplaron por un segundo, pero tuvieron que reaccionar, para continuar con el resto del evento.
En la fiesta, Cristof, no podía evitar dejar en evidencia su mal humor. Nunca más había vuelto a hablar con esa apasionada mujer desde aquella noche, pero en la ceremonia cruzaban miradas.
Se fue alejando de todos, poco a poco, cuando, sin darse cuenta, quedó junto a la Marquesa.
-Lo siento.- dijo al ver qué la empujó levemente.
-Para mí es un placer.- respondió ella en forma provocativa -Si desea festejar en privado nuestra desafortunada suerte, lo espero en mí habitación dentro de diez minutos... No falle.- susurro, luego se marchó, meneando las caderas con avidez.
Él la observo mientras se alejaba, luego bebió un sorbo de su copa y camino hacia la salida con una sonrisa.
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Comments
Priscila Medina
zorra vieja !!! papá!!!
2024-06-19
3
Marelis Hernandez
a la marquesa le quedó gustando ese moreno jjj
2024-06-18
8