Cuando Constanza llego a su patio especia, fue directo hacia el nido de palomas, pero se paró en frente y se tapó los ojos con las manos. La furia que sentía era tan grande, que no pudo evitar derramar algunas lágrimas.
-Lo siento, no quiero interrumpir...- pronunció de repente la voz de Cristof a sus espaldas, algo incómodo.
-¡Oh, que susto!, no lo había visto.- exclamo ella, secándose las lágrimas de inmediato.
-Es que el color de mi piel se confunde con la noche...- bromeo él.
-Oh, no, no. Por favor, jamás quise decir eso...- se apresuró en explicar Constanza, muy acalorada.
-Era... Broma.- aclaro Cristof riendo -Al parecer ambos necesitamos espacio.-
Ella lo miro con detención por un instante y suspiro.
-En ocasiones, Alberto, también me asfixia.- continuo el muchacho, pero ella seguía observándolo.
-¿Qué relación hay entre ustedes?- pregunto al fin.
-No soy su bastardo, si a eso se refiere.- expreso el muchacho en tono ofendido.
-Lo siento...- se apenó Constanza bajando la mirada.
-Por él... color de mi tez, está claro que, a pesar de que mi madre era mulata, también tengo sangre blanca corriendo por mis venas... Pero a él, solo le debo mucho, nada más.- explico el joven recobrando la calma.
-Fui muy impertinente, de verdad... No tiene que decir nada.-
-Es que no me ofende, solo respondí a su pregunta.- agrego él y se quedaron observando por un incómodo momento.
-Bueno...- dijo ella para cortar la tensión -Mejore retiro, estoy muy cansada... Pero fue un placer hablar con usted.-
-Para mí también, señorita.- respondió Cristof, saludando con un sutil movimiento de cabeza.
En el despacho de Roque, estaba con Alberto, tomando un trago, luego de la cena.
-Me disculpo por la actitud de mi hija.- dijo el hombre.
-Oh amigo, nada que disculpar. Es una hermosa joven... Es una pena que esté soltera aún.- agrego Alberto bajando la mirada.
-Y no es por falta de pretendientes.- explico Roque -Tofo es por culpa de esa absurda promesa, la cual profeso en la tumba del que fue su prometido... Aquel, que murió peleando en las invasiones inglesas.-
-Me lo has comentado en las cartas...- respondió el Duque pensativo -Yo comentando sobre liniers y todo ese asunto... Se debe de haber sentido muy mal, pobrecilla.- agrego refregándose los ojos con los dedos -Pero es muy joven aún...-
-No tanto, amigo, está a punto de cumplir 27 años.- insistió Roque.
-Es joven aún, amigo mío. Además, no hay nada peor que vivir con la presión de tener que cumplir con un deber.- continuo Alberto.
-Pero ¿Por qué lo dices?- pregunto el hombre.
-La corona me presiona para que me case y tenga un hijo.- explico -A medida que me estoy acercando a los 50 años, es cada vez más grande la presión de dejar un heredero con mi título.-
-Pero faltan unos años para que llegues a esa edad.- lo consoló Roque -No me corresponde, pero no aparentas tu edad, estás de muy buen ver.-
-Además, tengo responsabilidades más importantes en que pensar en este momento.- continuo él y su amigo se lo quedó observando pensativo por un buen rato.
Al día siguiente, todos salieron a dar un paseo por el jardín. Era muy notorio que la primavera Europea se presentaba, había muchas flores y los árboles estaban en todo su esplendor verde.
Cristof observaba todo en silencio, moviéndose siempre detrás. La Marquesa no se despegaba de Alberto, caminando de su brazo. Al parecer, estaba muy interesada en él, sin importarle cómo quedaría la imagen de su anciano esposo, el Marqués de Roth, quien se suponía que se encontraba visitando al emperador por asuntos políticos.
Miro hacía todos lados y pudo ver a su nueva amiga, sola, lejos, parada frente a un cerezo, así que decidió acercarse.
-¿Qué hace?- pregunto de repente, muy extrañado y ella se sobresaltó.
-¡Oh! Me ha asustado nuevamente.- comento la joven.
-Lo siento...- respondió él con un gesto de falsa culpabilidad y gracia -Pero no me ha respondido, ¿Qué hace viendo ese árbol con tanta detención?-
Constanza respondió y procedió a responder.
-Eso, observo una oruga en su capullo.- explico señalando un punto en una rama -Es maravilloso ver cómo un ser tan simple, puede llegar a convertirse en una hermosa mariposa.-
Cristof la miraba con admiración, adoraba ver el brillo en esos ojos color miel al hablar de lo que había aprendido en los libros.
-Que increíble pasión presenta al tocar este tipo de tema.- comento él y ella bajo la mirada apenada -¿Y qué sucedió con sus palomas?-
-¡Han abierto sus cascarones por la noche!- Exclamó ella -Por un momento creí que no lo harían.-
Allí se quedaron conversando un largo rato, el muchacho ofrecía temas en los cuales sabía que la joven sé pasionaria.
Al otro lado del jardín, Alberto paseaba del brazo de la Marquesa, a lo lejos no podía dejar de mirar a los dos jóvenes hablando junto al cerezo, hasta que la voz de la mujer lo desconcertó de sus pensamientos.
-Las noches aquí son maravillosas, me recuerdan a las de Marsella, cuando paseábamos bajo las estrellas, ¿Recuerdas Alberto?- pregunto Judith.
-¿Qué?... Oh, sí, si. Muy bellas.- respondió el Duque.
-¿Paseaban solos de noche?- pregunto Ariadna sorprendida.
-Oh, no. Claro que no.- respondió la Marquesa con rapidez -Éramos todo un grupo de personas.-
-¿Cómo es que se conocen ustedes?- siguió el interrogatorio la anfitriona.
-Mmm... Hace muchos años...- divago el Duque.
-Desde antes de casarme con el Marqués de Roth.- intervino la Marquesa -Mientras familias eran amigas.-
-Oh, ahora entiendo su familiaridad en el trato.- finalizó Ariadna.
Una noche, Constanza se encontraba en su alcoba, se sentía incómoda. No estaba segura si por su nuevo hogar, el calor o la visita de esos extraños, así que decidió tomar un poco de aire en el balcón. Pudo ver, desde allí, que en el jardín se estaba Cristof, a una corta distancia de él, el Duque y la Marquesa. Parecía que se divertían, entretenidos, aunque en un momento, Alberto levanto la vista hacia ella y sus miradas se cruzaron, se observaron fijo. Sabía que no era correcto, que debía voltear el rostro hacía otro lado, pero había algo en la intensa mirada de ese hombre que no le permitía hacerlo, el verde opaco de sus ojos la mantenían hipnotizada.
Así se mantuvieron por un momento, hasta que la voz de su madre, que apenas entró al cuarto, la desconcentró.
-¿Qué haces aquí?- le pregunto.
-Tomando aire, estaba acalorada.- explico.
Su madre se acercó a ella, donde también observo a las visitas en el jardín.
-¿Por qué no bajas con el resto?- pregunto la mujer.
-Ya sabes el por qué, madre...- respondió volteando los ojos -La Marquesa y el Duque parecen estar... Muy unidos.-
-Bueno... Por lo que sé, se conocen desde hace años.- dijo Ariadna.
-Pero ella es casada... Eso no se ve muy bien.- insistió Constanza.
-¡Ay, hija! ¡No seas mal intencionada! Sus familias son amigas, tal vez, son como hermanos.- Exclamó la mujer y cambio de tema -En realidad, yo venía a traerte el vestido para tu fiesta de cumpleaños.-
-Madre... Ese cumplea...- trato de decir.
-¡Ya basta! Tu actitud cansa. Y ahora iré a atender a mis visitas.- finalizó y se marchó un poco alterada.
Más tarde, en su habitación, el Duque de Norvandia, caminaba de un lado a otro, hasta que se recostó en la cama, sin dejar de pensar en Constanza, en esos ojos color miel y ese momento que vivieron en el jardín. Pero también, en la actitud que se encontraba, rehusándose a casarse, le causaba pena... ¿Era pena o...?.
Su mente no dejaba de emigrar de un tema a otro, hasta que la puerta sonó y se levantó a ver quien tocaba. Se sorprendió al ver, allí parada, a la Marquesa, vestida con un camisón y una bata de seda fina.
-Judith... ¿Qué haces aquí?- pregunto algo asombrado.
-No podía dormir y pensé que un poco de plática me haría bien.- respondió concierto aire seductor.
-No creo que sea prudente...- trato de decir él.
-¿Por qué no? Antes solíamos hacerlo.- insistió.
-Antes tú no estabas casada y no quiero deshonrar la casa de mi amigo.- justifico Alberto -Es por ti y por tu imagen.-
-Sí, entiendo.- pronunció ella con pesar -Entonces... Me retiro.-
Cuando Alberto levanto la mirada, vio a Cristof parado a un lado, con un gesto cómico.
-No es lo que piensas...- trato de aclarar.
-Yo no he dicho nada.- dijo el joven, frunciendo una sonrisa, dándose la vuelta y alejándose.
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