Alexander
En ese instante, el sabor salado de las lágrimas se mezcló con el suave tacto de sus labios. Era un beso cargado de despedida, de la renuncia a un futuro que nunca sería. Cerré los ojos, dejándome perder en el momento, sabiendo que este era el último contacto que compartiría con Louise. Mi corazón latía con fuerza, una amalgama de emociones que oscilaban entre la tristeza, la liberación y la aceptación.
El beso de Louise era una mezcla de dulzura y despedida, un amargo recordatorio de lo que pudo haber sido y no será. Sus lágrimas caían como pequeñas gotas de tristeza en mis labios, y mientras la veía alejarse, sentía un nudo en la garganta. No podía evitar preguntarme si alguna vez podríamos superar nuestros propios obstáculos y encontrar la felicidad juntos.
Ella me había dado una salida, una liberación que, de alguna manera, también pesaba sobre mí. En su beso, encontré el eco de nuestras promesas rotas y los sueños que se desvanecían. Me preguntaba si no quería ser padre. Solo podía recordar cómo mis padres habían sufrido criando cuatro hijos, y sabía que Louise era capaz de tener esos cuatro hijos sola, porque ella era así, la mujer más fuerte y capacitada para conseguir lo que quería.
¿Quién era yo para cambiar el destino? Jamás debí encontrarme con ella, jamás debí ir a esa entrevista, y ojalá fuera falso. Era mi día libre porque lo había pedido para una cita para operarme y no tener hijos, por algo mal firmado. Me tocó posponerlo, y cuando iba para mi casa, vi que estaban buscando un contador. Un señor un poco viejo con barba blanca me dijo que entrara, que sería bienvenido.
Tenía tiempo libre, ¿qué podía perder? Eso hice y encontré un nuevo trabajo, mucho más divertido, con un ambiente menos pesado, mejor paga y, sin duda, la tenía a ella. Esa misma que en su oficina era una mujer inalcanzable de vidrios para fuera. Sin embargo, en su zona, en su lugar, era la misma niña que había conocido cuando tenía 20 años.
La misma sonrisa, las mismas ganas de salir adelante, el mismo anhelo de ser madre. Pero ahora lo podía cumplir. Jamás pensé que no haría parte de ello. Me imaginé el vientre abultado de Louise, cansada y agotada por todo el trabajo que tendría. Por todo lo que haría, porque era una mujer exitosa que no se iba a rendir, aunque tuviera el doble de peso que antes. Porque esa era la Louise de la que me enamoré hace cinco años.
Sabía que si empezábamos a salir, la iba a estancar. No iba a salir adelante conmigo, se iba a conformar con trabajar para alguien, y yo no quería. Yo quería que ella saliera adelante y fuera libre, que disfrutara esa soltería. Ahora me daba cuenta de que me equivoqué, que ella no era una mujer cualquiera. Ella pudo conseguir lo mismo, incluso a mi lado. Ella pudo escalar estando yo con ella. ¿Qué me detenía ahora?
Cierto, yo no quería ser papá, yo no quería... La miré a lo lejos, cómo se iba alejando, y por su mirada lo supe. Se haría para siempre. Yo no la quería perder. Yo quería estar en la noche junto a ella, cuando llegara, darle un masaje de pies, porque los tendría muy hinchados. No solo eso, sino que yo quería ser su refugio.
Me encontré en una encrucijada, cuestionándome las elecciones que me llevaron hasta aquí. Mi resistencia a comprometerme se desmoronaba al darme cuenta de que ella era más que una compañía ocasional. Era la mujer que podía haber sido mi compañera de vida, la madre de mis hijos. Y aunque la realidad me golpeaba con fuerza, también despertaba en mí un deseo que había enterrado profundamente.
Ahora, mientras la veía desaparecer en la distancia, me enfrentaba a la verdad incómoda de que había perdido algo valioso. La reflexión se apoderó de mí mientras me quedaba allí, en medio de la calle, contemplando las decisiones que me llevaron a este punto. Y aunque sabía que el tiempo no se podía retroceder, me preguntaba si había alguna manera de redimir mis errores y recuperar lo que había perdido.
—Quiero formar parte —agarré su brazo. No podía perderla. Sin embargo, debía ir con cuidado.
—No necesitas hacerlo.
—Quiero, no es por obligación, es mi deseo. Tal vez no operarme, me había traído esta oportunidad de volver a estar con ella, y no podía desperdiciarla.
Esa declaración resonó en el aire, creando una pausa intensa entre nosotros. Louise me miró, sus ojos reflejaban sorpresa y, quizás, un atisbo de esperanza. Aunque estaba decidido a no ser padre, la posibilidad de perder a Louise me afectaba de una manera que no había anticipado. Mi resistencia comenzaba a ceder ante la perspectiva de un futuro compartido con ella.
—Está bien, Alexander. Pero no quiero promesas vacías, no quiero que después te arrepientas y culpes a nuestro hijo.
Su tono era firme pero mezclado con vulnerabilidad. Había una comprensión tácita entre nosotros, una aceptación de que esto no resolvería todos nuestros problemas, pero al menos nos ofrecía una oportunidad.
La misma Louise que siempre tuvo empatía para la situación de los demás, ahí estaba, dispuesta a comprender incluso mis contradicciones y temores. Esa misma que siempre trató de desentrañar el porqué de mi comportamiento, sin juzgar, sino con una paciencia que a menudo me asombraba.
Recuerdo cómo disfrutaba cada conversación con ella. Siempre me maravilló la forma en que hablaba, sin temor a ser juzgada. Sus palabras fluían con autenticidad, como si estuviera compartiendo fragmentos de su alma sin reservas. Me encontraba atraído por esa sinceridad, por la manera en que podía expresar sus pensamientos más profundos con una naturalidad que pocos tenían.
Era esa misma calidad la que me había atraído inicialmente hacia ella, antes de que los muros que construíamos alrededor de nosotros mismos se interpusieran en el camino. Ahora, en medio de este giro inesperado del destino, me di cuenta de que necesitaba reconectar con esa parte auténtica de Louise. La madre que estaba a punto de ser y la mujer que siempre había sido, capaz de enfrentar la realidad con valentía y honestidad.
Asentí, comprometiéndome a estar presente en la vida de nuestro hijo, aunque mi mente todavía luchaba con la idea. La vida que había imaginado, sin ataduras y llena de libertad, ahora se veía amenazada. Pero al mismo tiempo, una chispa de cambio comenzaba a encenderse, tal vez un nuevo camino con Louise y nuestro futuro hijo o hija podría traer una forma diferente de felicidad.
—Lo haremos —Estrechamos nuestras manos, quería el bebé y la mamá, pero la mamá estaba tan lastimada, que debía ir con cuidado, ahora era la locura con mi familia y la de ella.
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Comments
Nelida Frias
yo soy muy soñadora , el señor de barba será papá noel ? ǰusto cuando va a operarce se da lo del nuevo trabajo y encontrarse con ella si estar planeado , por algo es el milagro de navidad.....
2024-12-19
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Noemi Rosado
Los 2 están a la deriva, ella lo usa para tener un bebé y él está muy tramado con su pasado. 🤔
2024-06-25
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Blanca Montero Angulo
se deben aclarar las cosas completamente, antes de iniciar una relación. 🤔🤔🤔🤔
2024-06-09
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