Capítulo 17. La persona equivocada.

Miró los mensajes una y otra vez. Escuchaba ese audio e imaginaba el rostro de Luka en ese momento. Aunque estaba a lo lejos, tenía una buena visión, pudo ver perfectamente la expresión en su rostro... Le dolía. Realmente quería ir tras él. Dio dos pasos al frente y se detuvo. Le hubiese gustado tanto darle un último abrazo... 

—Ey, ¿Estás bien? —Una de sus compañeras se acercó a él y le tocó el hombro. Sin darse cuenta, se había perdido en sus recuerdos una vez más. Así había sido en las últimas cuatro semanas. Sí, habían pasado cuatro semanas ya—. ¿Terminaste con tu novia o algo así? —Él elevó una de sus cejas—, lo digo porque no dejas de ver el celular. 

—Oh, no, no, no es eso... no una novia —murmuró lo último—, de cualquier forma, ¿Qué pasa? 

Ella miró hacia un lado, con las pecosas mejillas un poco rosadas—. Quería saber si estás libre hoy, vayamos a almorzar juntos. 

Él lo pensó por unos segundos antes de responder. No tenía nada que hacer y, desde que se alejó de Luka, no había nadie a su alrededor. No pensaba aceptar, pero después de la universidad, los recuerdos que tenían juntos se habían convertido en lo único que pensaba. Ya no quería seguir recordando algo que decidió olvidar. Era mejor ocupar su tiempo libre en otra cosa. 

—De acuerdo, nos vemos en la salida. —Ella le dedicó una sonrisa y se fue con sus amigas. Emanuele vio cuando le susurraban algunas cosas y sonreían entre ellas. Nunca podría comprender a las mujeres. 

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—¿Puedes venir al restaurante mañana?, la profesora dijo que tenías un plato para mostrar, quiero verlo. —Dijo uno de los chefs del restaurante más importante de la ciudad. Luka, que camina a su lado, asintió enérgicamente y con una enorme sonrisa en los labios. Realmente todo estaba marchando de maravilla. Tenía un buen trabajo y la universidad estaba siendo muy agradable de llevar. 

—Solamente dígame la hora y el día, le aseguro que estaré ahí sin falta. 

—Perfecto, te enviaré la fecha y la hora por mensaje. —El profesor le dio la mano y se despidió de él. Si no hubiese estado en la entrada de la universidad, seguramente hubiera brincado de la emoción.

Luka se dio la vuelta y miró a lo lejos, los ojos azules se encontraron con aquellos cabellos castaños que tanto había extrañado. A lo lejos Emanuele le venía caminando hacia él, sin embargo, el universitario no estaba solo, a su lado venía una chica de cabello rubio y treinta centímetros más pequeña. Por un instante no supo cómo reaccionar. Emmanuel le había dejado de hablar sin explicación alguna, quería ir tras él y preguntarle por qué se había distanciado, sin embargo, al verlo tan sonriente al lado de ella, decidió no interrumpir. 

No obstante, se quedó ahí, viendo cómo él seguía avanzando hacia dónde estaba. Sabía que debía moverse, pero sus pies no se movían. Emanuele lo miró y se detuvo, con un rastro de sorpresa en su rostro y con un brillo de tristeza, volvió la mirada hacia un lado. Ser ignorado por él le causó un leve dolor en el pecho.

—¡Espera! —gritó. La fuerte voz de Luca llegó a los oídos de todos, muchos se detuvieron a ver qué estaba pasando, sin embargo, Emanuele le parecía no haberlo escuchado. Luka no iba a quedarse viendo cómo él se marchaba con esa chica, así que, tomando aire, corrió hacia él. Al llegar, lo agarró del brazo y le hizo girarse a verlo—. ¿Qué sucede contigo? —preguntó, irritado. Sus cejas estaban juntas y su mirada parecía demostrar coraje. Emanuele se sorprendió al ver la forma tan fría en la que lo veía, nunca pensó que podía mostrarle esa mirada a él, no obstante, se había alejado repentinamente y sin dar ningún tipo de explicación, de alguna manera sentía que se lo merecía.

—No ha pasado nada. —Respondió de forma indiferente, como si de verdad las cosas siguieran de la misma manera. Luka se enojó aún más por la mirada tan desinteresada qué le dio, apretó su mano contra el fuerte abrazo de Emanuele y arrugó más las cejas.

—¿De verdad?, ¿por qué no puedo creerte? —Cuestionó—, me dejaste de hablar, leíste los mensajes, pero no hubo respuesta. No me diste siquiera una explicación y dices que todo sigue igual, eres un bastardo mentiroso.

La voz de Luka se quebró al final. Durante todo ese tiempo había estado esperando una llamada, un mensaje, siquiera un sticker que le dijera que aún podían tener una amistad con él, sin embargo, Emanuele nunca envió ninguna señal de que su amistad podía seguir, y cuando se encontraban, decía que todo estaba bien, pero, para él, todo había terminado. 

Luka le golpeó el pecho con un poco de fuerza—. Ya no importa —murmuró—, si así lo quieres... Será de esta manera. 

Luka se alejó de él y se fue corriendo entre los estudiantes que salían. Emanuele lo vio marcharse, sin poder borrar de su rostro la mirada llena de tristeza que tenía en ese momento. 

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Luka llegó a un callejón, sus piernas temblaban y su respiración era agitada. Sus ojos estaban húmedos, pero ni siquiera se dio cuenta cuando había comenzado a llorar. Y, la verdadera pregunta no era cuándo, sino, por qué. Era claro que solamente eran amigos, sin embargo, algo se sentía completamente distinto. Era como si lo estuvieran abandonando. 

Secó sus lágrimas con el dorso de su mano y se dejó caer en el suelo. Emanuele no era más que un amigo, o al menos, de eso quería convencerse. Pero, lo cierro era que, desde que se conocieron, su amistad creció demasiado rápido. 

Tenían gustos similares. Por ejemplo, ambos disfrutaban de días libres en casa, de pase en lugares sin muchas personas, de lecturas sobre cualquier tema interesante, conversación largas de cualquier cosa, y, sobre todo, ambos compartían el amor por la gastronomía. Eran demasiados compatibles que le asustó al principio. Pero, sin saberlo, Emanuele estaba presente en cada día de su vida. 

Cuando se quedaba en casa, o cuando Leandro le hacía cocinar para él, siempre enviaba una fotografía de lo que hacía. Por las noches, cuando su jefe lo mataba con trabajo o cuando tenía alguna cita con alguien, siempre buscaba distraerse con él. En cualquier instante, Emanuele estaba ahí, pero, ahora que se había alejado, ¿Qué le quedaba, ¿Qué podía hacer?

—Mierda —Luka se recargó contra la pared y dejó escapar un suspiro de frustración—... Realmente se acabó... 

Luka cerró los ojos por un momento, sin embargo, fue el tiempo suficiente para que alguien cubriera su cabeza con una manta y lo golpearan en la nuca. Estaba tan distraído que ni siquiera opuso resistencia. 

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Abrió los ojos lentamente, pero únicamente vio oscuridad. Algo cubría su cabeza y le impedía ver cualquier cosa. Su boca estaba sellada. Sus manos y sus pies estaban atados con fuerza. Cualquier intentó por escapar era inútil. 

Quien sabe cuánto tiempo pasó sin escuchar el más mínimo sonido, pero de un momento a otro, pisadas en el suelo, se podían escuchar a los lejos, pero pronto se acercaron a él. 

La capucha de su rostro fue retirada, sin embargo, una luz blanca y cegadora le impidió ver algo. Arrugó las cejas y cerró los ojos, completamente irritado. 

—Te supiste esconder muy bien durante años. Debo admitir que tu padre en su puto genio. Mira que operarte para que nadie supiera de tu paradero, ya es otro nivel. —Dijo un hombre entre las sombras. Luka estaba confundido, él nunca se había operado y ni su padre se preocuparía por su seguridad. Esos bastardos se habían equivocado de persona. 

Trató de decir que tenían a la persona equivocada; sin embargo, la mordaza en su boca le impedía hacer cualquier sonido. 

—Bien, tomemos unas fotografías y comencemos con la subasta. 

Los ojos de Luka se agrandaron. Cuando estuvo trabajando con Leandro había estado investigando algo sobre traficantes de personas, pero él no tenía nada que ver con eso, ni siquiera era un hombre X25, como eran conocidos los hombres capaces de dar a luz. 

Su pánico se agrandó cuando, de la puerta, entraron dos personas con ropas extrañas y miradas aterradoras. 

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