Luka estaba sentado en el porche trasero de la casa Russo. El viento cálido y suave golpeaba su rostro. Había quitado la gorra y, tal como lo pensó, su frente dolía. Seguramente, por el golpe que le dio a Leandro, había quedado algún moretón. No quería que Emanuele lo viera, sabía como era ese chico, y seguramente le preguntaría que había ocurrido, por supuesto, él no iba a explicar nada. Pero Emanuele no era tonto y comenzaría a sacar sus propias conclusiones.
—¿Té? —Ofreció. La voz de Emanuele le hizo colocar la gorra nuevamente. Miró a su lado y vio la taza humeante.
—Gracias. —Luka agarró la bebida caliente y se hizo a un lado para que Emanuele se sentara a su lado. Bebió un sorbo de la bebida, y regresó la vista al hermoso paisaje. El sol del atardecer resplandecía en el horizonte, el silencio del lugar y el viento, le causaban una sensación de paz profunda.
Desde el secuestro de su hermana, su vida, tanto familiar, como laboral, se habían convertido en una montaña rusa de emociones y problemas. Ni siquiera había tenido tiempo para relajarse y regresar a la vida monótona que tenía antes de todo eso. Sin embargo, estaba un poco feliz de no seguir siendo tan solitario. Gracias a Leandro había conocido a Emanuele. De hecho, Leandro no era tan malo como parecía, al menos, no con todos. No obstante, parecía un loco cuando se ponía en su papel de “novio celoso”, y eso estaba cansando demasiado a Luka.
Al principio, cuando solamente había amantes de una noche, él podía soportar los celos de Leandro, después de todo, nunca había llegado tan lejos como ese día. Leandro, por más enojado que estuviera, siempre lo respetaba y nunca lo había tocado. No podía negar que estaba asustado en ese momento y estuvo a punto de llorar, sin embargo, tampoco iba a permitirse verse débil delante de ese hombre. No le daría ese placer. Pero, pensando en ello, y en lo que ese imbécil estuvo a punto de hacerle, se le formaba un nudo en la garganta, y no podía evitar pestañar para no llorar.
Era la primera vez que le gustaba alguien y, para su mala suerte, era un idiota con letras mayúsculas. Pero, por más que le gustara ese idiota, no iba a dejarse tratar como si hubiese cometido una infidelidad, cuando ni siquiera estaban en una relación.
—¿Estás bien? —Preguntó Emanuele, viendo hacia el deslumbrante sol anaranjado. Podía notar los ojos apagados de Luka y su semblante decaído. No le había dicho nada, pero su repentina visita, no podía significar que todo estaba en orden—. ¿Te pasa algo?
—Muchas cosas… —Luka dejó la taza a un lado, en una mesa redonda de jardín, y se puso de pie, caminando hacia adelante y recargándose en el muro. Realmente estaba deprimido, tanto, que sus ojos se humedecieron un poco.
—¿Tu jefe? —Preguntó, en un susurro. Luka se rio. Le parecía divertido que, aunque ocultaba sus emociones, Emanuele siempre daba en el clavo con sus preguntas o afirmaciones.
Esa risa le confirmó a Emanuele sus sospechas. Quiso ponerse de pie, pero sabía que Luka no iba a dejar que se acercara, ni mucho menos iba a contarle nada. Él era así, tan distante y tan cerca a la vez. Por momentos, y hablando de forma figurada, sentía a Luka a demasiado cerca de él. Podía verlo, oler su aroma, escuchar su respiración y los latidos en su pecho, sin embargo, una vez que alzaba la mano para poder sostenerlo en sus brazos, parecía alejarse tres mil metros. Había aprendido a leerlo, era tan fácil hacerlo, que podía parecer imposible. Sin embargo, aun conociendo sus expresiones y pensamientos, no podía hacerlo feliz. No sabía cómo hacerlo.
—¿Podemos ir en el tractor?, nunca me he subido a uno. —Luka volvió la mirada hacia él, con una sonrisa grande, pero sin ningún signo de felicidad. Emanuele asintió, dejando, de nueva cuenta, que el tema muriera ahí.
Luka bajó del porche y corrió hacia el tractor verde que estaba estacionado frente a ellos, cuando subió, vio muchas palancas y botones que jamás había visto. Emanuele subió con él y le mostró cómo, y para qué funcionaba cada uno de los botones y las palancas.
Al final del día, Luka estaba recostado en el sofá de la habitación de Emanuele. Miraba el techo, iluminado por la luz de la lámpara de afuera. Él, aunque estaba ahí para entregar los regalos, su principal motivación para ir, era escapar de Leandro Bernocchi. Él nunca había sido cobarde, pero era la primera vez que se encontraba en esa situación, y, estando acorralado entre sus sentimientos y su orgullo, no sabía qué hacer.
Tenía que pensar antes de volver a la ciudad. Leandro perturbaba su vida, le robaba la paz y cualquier capacidad de elección. Era su trabajo, pero se había mostrado inconforme varias veces y, aun así, Leandro le dio un ultimátum; ellos, o tú, no importa quien sea, mientras abra las piernas para mí. Le dijo, cuando él se negó a contactar a sus amantes en turno. No sabía si él era consciente de sus sentimientos, sin embargo, odiaba pensar que sí lo sabía, y por eso hacia todo eso.
Leandro únicamente se burlaba de él. No pensaba en corresponder a nadie, o eso había pensado, pero Dylan Maxwell apareció de repente, y, sin duda, era distinto. Ahora que él llegó a la vida de su jefe, todo se había vuelto más complicado. No sólo lo veía en sus reuniones de trabajo, sino que también en el departamento o casa de Leandro. Siempre sobre su jefe, besándolo, agarrándolo descaradamente mientras lo miraba con arrogancia. Su mirada parecía decir las mismas palabras siempre; él es mío y no tienes ninguna oportunidad. Y no es como que él no lo supiera. Lo tenía más que claro. Pero, aun así, en alguna parte de su terco corazón, se negaba a aceptarlo.
Se sentía realmente divertido. Odió a su padre por jugar a la familia. Odió a su padre por no amar únicamente a su madre. Él, sin duda alguna, odiaba a ese tipo de personas que iban de un lado a otro, teniendo amantes por doquier, pero solamente amándose a sí mismos.
—Entonces, ¿Por qué…? —Se preguntó en un susurro, tan bajo como el sonido de un aguja cayendo.
¿Por qué se enamoró de un imbécil así?
No lo comprendía, ni tampoco quería hacerlo, después de todo, no iba a quedarse a su lado. No había nada bueno para él en ese lugar.
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—Buenos días. —Saludó Nicole al ver a Luka y Emanuele entrar a la cocina—. Aún es temprano, debiste dormir más. —Dijo a Luka.
—Emanuele dijo que me mostraría el pueblo.
—Sí, iremos a dejar algunas cajas de fruta y aprovecharé para mostrarle todo. —Mencionó con entusiasmo.
—Nosotras iremos con ellos. —Bianca y Frida, saltaron emocionadas a los brazos de su hermano mayor.
—No, no creo que sea buena idea. Luka y yo estaremos ocupados, además, lo están molestando…
—¡Vamos hermano, déjanos ir con ustedes!, papá y mamá no nos llevan nunca. —Frida pestañó varias veces, tratando de convencer a su hermano poniendo esa típica cara tierna. Sin embargo, Emanuele quería pasar tiempo a solas con Luka, y esas pequeñas angelitas, no lo dejarían tranquilo.
—No, Frida…
—Pueden ir con nosotros, no me molesta. —Dijo Luka, mientras acariciaba el cabello de la pequeña Frida. Ella saltó de la emoción y abrazó la cintura de él.
—Bueno, pero se cambian rápido, o las dejaremos. —Advirtió Emanuele, y ambas asintieron.
Nicole observó la escena, con una sonrisa en el rostro. Su hijo nunca se había visto tan feliz como con ese chico, Luka. En el fondo de su corazón, estaba agradecida de que Emanuele tuviera un buen amigo, después de todo, su vida en ese lugar no había sido la mejor.
—Bueno, bueno, vamos a desayunar para que puedan irse más temprano.
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—Esto es demasiado cansado. —Se quejó Luka, mientras bajaba la penúltima caja de verdura y la colocaba en el suelo—. Ya entiendo porque estás tan musculoso.
—Bueno, es necesario mantenerte en forma, o no podrías ni cargar una caja. —Emanuele colocó la última caja en el suelo y miró a Luka, mostrando sus músculos de forma orgullosa—. Te falta mucho para tener estos fuertes brazos.
Luka arrugó la nariz y rodó los ojos—. Presumido, estarás más blando que helado en primavera, a final de año si sigues así. —Emanuele agitó la cabeza, riendo por lo bajo—. Bueno, vayamos a ver el pueblo.
—Manos. —Dijo, mientras esperaba que las gemelas lo agarraran, sin embargo, solo fue Bianca quien tomó su mano.
—Yo iré con Luka. —Dijo Frida, mientras agarraba la mano del chico.
—Luka, ¿quieres…? —Emanuele estaba un poco avergonzado por la actitud de su hermana menor.
—No me molesta, —Luka miró a Frida—, ¿y bien?, ¿A dónde me piensas llevar?
—¡Vamos a pasar a comprar comida, luego, vayamos por un helado, luego al parque y después, vayamos al lago. —Luka volvió la mirada a Emanuele, interrogante.
—Es un pequeño lago a una hora y media de aquí, si quieren ir, los llevo.
—Me parece perfecto, vayamos. —Dijo Luka.
—¡Siiii!, ¡vamos! —Gritaron las dos pequeñas, muy emocionadas.
Y así fue, como ese día de ocio comenzó.
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Updated 51 Episodes
Comments
Misdalia Canchila Ortega
Muy bien por ti Lukas, así es como debe ser
2024-11-06
5
Mary (Lupis❤️🌹)
lo único malo es que Emmanuel está enamorado de Luka y va a doler cuando sepa la verdad
2024-08-23
4
❤️Guapoduo❤️
mi mamá me dijo que las hijas se pueden llegar a casar con la persona que se parezca a su papá, no sé si aplique igual con el 👀
2024-07-13
4