Capítulo 08. Vete a la mierda.

—¿Es del imbécil con el que dormiste ayer? —Luka estaba un poco atónito por las preguntas repentinas, y la ira de su jefe. Después de recuperarse de la confusión del momento, trató, inútilmente, de apartar a Leandro.

—¿Y a usted que más le da de quien sea la ropa que traigo puesta? —Sus ojos brillaron con rabia. No le gustaba para nada la escena que estaba haciendo su jefe. Ambos eran adultos, pero Leandro se estaba comportando como un imbécil celoso. Él soportaba que les presentara a sus amantes, él tenía que cuidar de ellos, pero Leandro estaba ahí, reclamándole por una puta camisa cuando no tenía ningún derecho de hacerlo—. ¡Y sí, si es de Emanuele!

Un silencio atroz se apoderó de la sala. Leandro dejo de forcejear con él y lo soltó lentamente. Su mirada se oscureció y sus cejas se arrugaron en medio.

—¿Dormiste con él? —La voz fría de Leandro le enfrió la piel. Sus ojos mostraban ganas de derramar sangre, sin embargo, no sabía si era la de él, o la de Emanuele.

—Sí, dormí con él. —Respondió, de la manera más literal posible. Obviamente, sabía que Leandro preguntaba si había tenido sexo con Emanuele. Él no iba a aceptarlo, pero tampoco negarlo, dejaría que su jefe pensara cualquier cosa. Le daba igual si pensaba que se había retractado de sus palabras.

Las palabras resonaron en su cabeza, sus sentidos se nublaron, su mente dejó la razón a un lado y se dejó guiar por sus instintos de posesividad. No supo cuándo, ni cómo, pero, para cuando se dio cuenta, ya estaba sobre Luka, quitándole la ropa y examinando su cuerpo centímetro por centímetro.

—Leandro, déjame ir. —La suave y dolosa voz de Luka hizo que reaccionara. Dirigió su mirada al lastimero rostro del chico. Su mirada estaba asustada, su respiración era acelerada y de la comisura de sus ojos escurrían un par de lágrimas.

Lo miró más detenidamente, había subido la camisa y ató sus muñecas con la misma, su pantalón estaba desabotonado y unos centímetros abajo. Quien sabe en qué momento había acostado a Luka en el sillón y lo había obligado a abrir las piernas, para poder colocarse en medio. El cuerpo blanco estaba a su merced. Luka jadeaba, tal vez por el esfuerzo que había estado haciendo para quitarlo de encima, pero eso no le importaba, lo importante para él, era la forma tan sexi y lasciva en la que el pecho de Luka se movía de arriba abajo. Su delgada cintura cabía perfectamente en uno de sus brazos. Deseaba poder tomarlo con fuerza, abrazarlo y morder su cuello. Le encantaría dejar una marca en él. Algo que le dijera a cualquier bastardo que Luka Mancini ya tenía dueño.

—Espera, me duele. —Volvió a jadear Luka.

De nueva cuenta, se encontró fuera de sí y, para cuando reaccionó, había mordido y succionado los pezones de Luka. Levantó la mirada, ante la súplica jadeante de su empleado, sin embargo, eso hizo que el bulto en su pantalón creciera con mayor potencia. Los ojos vidriosos de Luka y sus mejillas sonrojadas eran una imagen digna de ver. No obstante, el repentino coraje por pensar que alguien más lo tuvo así la noche anterior, le hizo ignorar la súplicas y seguir con lo suyo.

—No quiero, espera. —Se quejó nuevamente.

Luka, sintiendo pánico por la posibilidad de ser sometido en contra de su voluntad, movió su cuerpo, con la esperanza de poder salir de esa situación. No obstante, lo único que logró fue sentir el enorme miembro duro, punzando contra su casta entrada.

—No me provoques, o no podré controlarme. —Murmuró Leandro, con voz ronca y seductora.

Su lengua húmeda siguió lamiendo y mordiendo los pezones de Luka, mientras que, con su mano libre, pellizcaba y acariciaba por doquier. Le encantaba como la cintura de Luka se arqueaba por culpa de sus caricias. Sus jadeos y los leves sonidos lascivos eran música para sus oídos.

—Se van a caer si sigues así. —Dijo Luka. Quien sabe cuánto tiempo había estado mordiendo, lamiendo y succionando el mismo lugar.

Una risa burlona se escapó de los sexis labios de Leandro. Luka no pudo evitar preguntarse si era de la misma manera con Dylan. Pensando en ello, un sabor amargo y una sensación desagradable despertaron sus sentidos. Por el placer que le brindaba ese acercamiento corporal, casi se dejaba llevar, y olvidaba su promesa.

Leandro subió, en un camino de besos, a su clavícula y la mordió, dejando sus dientes marcados. Pero no le era suficiente, no si quería dejar claro a quien le pertenecía. Luego de dejar algunas marcas más en sus clavículas, subió a su cuello, donde también besó, succionó y mordió a su antojo.

—Bésame. —Pidió Luka, jadeando. Fue una petición imposible de ignorar. Su voz se escuchaba como un susurro sin aliento y lleno de excitación.

—Cariño, creí que dijiste que, ni aunque te apuntara con un arma, me pedirías algo así. —Dijo Leandro, satisfecho con la petición—. Pero, será un honor complacerte. —Susurró. Dio un último beso en el cuello blanquecino antes de subir su rostro a los labios de Luka.

Luka soltó una pequeña risa y, antes de que Leandro pudiera besarlo, lo golpeo con su cabeza. Usó toda su fuerza para golpearlo, aunque a él también le dejaría un moretón en la frente, no le importaba, mientras pudiera salir de esa incómoda situación. Leandro se levantó, sintiendo un dolor agudo en la nariz, después, un líquido caliente escurrió por su rostro. Luka se puso de pie, y tan rápido como pudo, le dio una fuerte patada en el pecho, lo que logró tirar a Leandro junto con el sillón.

—¡Te lo advertí, hijo de puta! —Gritó Luka, mientras agarraba el arma que había quedado en la mesa y la cargaba. Leandro, aun aturdido por el golpe, se puso de pie, sosteniendo su nariz, la cual aún sangraba.

—¿Qué mierda dices?, ¡me pediste que te besara y me rompiste la puta nariz! —Aunque estaba hablando un poco fuerte, no estaba enojado, después de todo, era verdad. Él se estaba aprovechando de Luka.

—Que poco inteligente eres, ¡jamás le pediría eso a alguien como tú! —Gritó, mientras apuntaba el arma hacia él. Leandro, sólo en ese momento, se puso nervioso—. Tenía que aprovechar la oportunidad, imbécil de mierda.

—Luka, tranquilo, baja el arma. —Pidió, extendiendo sus manos hacia el frente.

—¡Nada de tranquilo, cabrón! —Luka estaba furioso, sus ojos, que siempre le mostraban indiferencia, estaban hirviendo en rabia. Por un lado estaba feliz de que al fin le mostrara otra cosa que indiferencia, por otro lado, conociendo el temperamento de Luka, tenía miedo de que disparara en cualquier momento—. Te dije que pararas, y seguiste con tus malditas estupideces. No me gusta que me trates como si fuera uno más de tus putos amantes que únicamente te sirven para satisfacer tus putos deseos sexuales.

Leandro sintió una puñalada con cada palabra que salía de la boca de Luka. En ese momento, llevado por las emociones que le causó saber que Luka había estado con otro, quería que Luka supiera que él era el único que podía tener su cuerpo. Cuando lo vio tan indefenso, atado de manos, con las mejillas rojas, y el torso expuesto, no pudo controlar sus impulsos e hizo todas esas estupideces. Realmente no pensó que estaba mal, después de todo, Luka jadeaba y estaba excitado, pudo sentirlo contra su ropa.

Pero la mirada dolosa de Luka en ese momento, le hizo tener un extraño sentimiento de tristeza, que ni siquiera cuando murieron sus padres lo sintió. Fue doloroso, pero no un dolor carnal, no como cuando su rostro fue marcado por esa cicatriz. La mirada de Luka y su voz fuerte, un poco cortada, le formaron un nudo en la garganta.

—Luka, lo siento mucho, es sólo que… —Leandro intentó dar un paso hacia él al ver sus ojos húmedos. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse a él, el fuerte sonido de tres disparos alarmó a todos los hombres que estaban custodiando la casa. El polvo se esparció por el aire, y Leandro tosió un par de veces, para cuando la nube polvorienta se disipó, los hombres de Leandro estaban apuntando sus armas hacia Luka.

—Luka, baje el arma ahora mismo, o nos veremos en la obligación de matarlo. —Ordenó. Luka no se inmutó, ni siquiera porque tenía a seis hombres apuntando hacia él.

Luka no les hizo caso, ni siquiera cuando las armas fueron cargadas al mismo tiempo. Aun cuando uno de ellos, al que conocían como libélula, le puso un arma en la cabeza, siguió firme.

—¡A la mierda con ustedes! —Gritó fuertemente Leandro—. ¡Bajen las putas armas ahora mismo, o los despellejaré vivos! —Los empleados se miraron unos a otros, desconcertados. Luka le había disparado tres veces, y aunque ninguna bala le había dado, eso no significaba que hubiese sido por falta de puntería, después de todo, su jefe le había enseñado a disparar, y vaya que aprendió. Todos, aunque con dudas, bajaron las armas—. ¡Largo de aquí!, y si se atreven a ponerle una mano encima, o si vuelven a apuntarle, les juro que les haré sufrir el peor dolor que hayan experimentado en su puñetera vida. —Todos asintieron, y salieron uno tras otro.

—Yo también me largo. —Dijo Luka, completamente enojado.

—No, espera, Luka.

—Vete a la mierda, cabrón. —Luka le mostró el dedo medio, se dio media vuelta y se fue.

Quería seguirlo, pero sabía que empeoraría las cosas entre ellos. Por el momento, planeaba dejarlo respirar, mientras tanto, pensaría en alguna forma de arreglar las cosas.

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