Capítulo 05. Más que amigos.

Eran las ocho horas con cuarenta y cinco minutos, Luka estaba afuera del edificio estudiantil donde dormía Emanuele. Después de cinco minutos de espera, vio salir a Emanuele con una maleta deportiva en el brazo izquierdo y una mochila en la otra mano.

—Puedes ponerlo en el maletero. —Dijo, bajando la ventanilla del auto. Emanuele asintió y fue a dejar sus cosas, después, regresó y entro al asiento del copiloto—. ¿A dónde llevas tantas cosas?, vas a regresar, no creo que sea necesario.

—Son obsequios para mis hermanos pequeños, y para mis padres. —Luka asintió, un poco sorprendido pues la mochila y la maleta eran grandes; había comprado demasiadas cosas. No dijo más y comenzó a conducir.

—Por cierto, siempre hablas de tus hermanas, pero nunca me has mostrado alguna fotografía o me has dicho cuántos años tienen. —Habló Luka casualmente. Casi desde que se conocieron, Emanuele hablaba muy seguido de su familia y las travesuras que hacían sus hermanas pequeñas, pero él nunca las había visto. Lo único que sabía de ellas, era que eran dos gemelas y nada más.

—Tienen diez años, —dijo, mientras sacaba el celular de su bolsillo—, son niñas muy alegres y divertidas. Bianca es la gemela que nació primero, y siente que es la hermana mayor ahora que no estoy yo, siempre dice que va a cuidar de su pequeña hermana. Frida es un poco más reservada, pero igual de alegre, siempre se molesta cuando Bianca quiere mandarla, dice que no tiene derecho porque tienen la misma edad.

Luka sonrió al escuchar todo lo que tenía que decirle. Emanuele no solía hablar mucho, pero cuando hablaba de su familia, y en especial de esas dos pequeñas, nadie podía detenerlo. Era admirable el amor que tenía por su familia. Luka escuchó y opino de vez en cuando, también hizo algunas preguntas, y aunque el trayecto era extenso, entre conversaciones y risas, se fue demasiado rápido.

Al llegar al bar, donde antiguamente trabajaba Luka, ambos bajaron del auto, pero antes de entrar, Emanuele lo detuvo del brazo.

—Quería mostrarte una fotografía de ellas, pero venias conduciendo y sería demasiado irresponsable de mi parte. —Emanuele se paró a su lado y le mostro el celular.

Luka miró la pantalla del teléfono y se encontró con la fotografía de dos pequeñas castañas y rizadas, con ojos grandes y una sonrisa brillante. Su rostro inocente era muy similar al de Emanuele. Detrás de ellas, un hombre y una mujer, con una sonrisa brillante. Parecía que la familia de Emanuele era muy sonriente.

—Son muy lindas. —Dijo.

—Me gustaría que las conocieras, si un día puedes, ven conmigo a mi casa. —Luka se sorprendió un poco por la repentina invitación, ni siquiera él, que vivía ahí, lo había invitado a su casa.

—Me gustaría ir. —Le sonrió con sinceridad.

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Ambos entraron al bar y fueron directamente a la mesa que Luka había reservado anteriormente. Andrea estaba ahí, bebiendo una margarita, mientras miraba el celular. Luka le golpeó la cabeza y él se levantó, enojado.

—¿Qué mierda te pasa?, —Gritó, exaltado—, oh, Luka, no te vi llegar. —Sus ojos se fijaron en la persona detrás de Luka, un chico apuesto, pero con un rostro muy inocente—, Wo, ¿de dónde lo sacaste?, quiero decir, ¿Este es el amigo del que me hablaste? —Andrea parecía apenado por sus palabras.

—Sí, él es Emanuele Russo. Emanuele, él es Andrea, mi mejor amigo. —Ambos se dieron la mano y ocuparon sus respectivos lugares.

—¿Y bien?, ¿Qué hizo que el ermitaño Luka Mancini saliera de su cueva? —Cuestionó Andrea, con una sonrisa burlona en su rostro. Desde que conocía a Luka, (el cual no era un poco tiempo), siempre que lo invitaba a salir, se negaba a abandonar su cama o su trabajo.

—Me aceptaron en la universidad de gastronomía. —Dijo, con una naturalidad aterradora. Andrea se levantó, golpeando sus manos sobre la mesa de madera, logrando sobresaltar al par de amigos delante de él.

—¡¿Y lo dices así?! —Gritó, eufórico.

—¿Cómo quieres que lo diga? —Luka arrugó las cejas, claramente irritado. Habían sido diecisiete años desde la primera vez que cruzo palabra con Andrea, y aun no entendía como es que logro mantener una amistad con alguien tan introvertido.

—No sé, baila, grita, siquiera sonríe. Muestra algo que me diga que de verdad estas feliz. Llevas años esperando esta oportunidad y, cuando al fin lo logras, solamente me dices con un rostro de póker; me aceptaron en la universidad de gastronomía. —Habló Andrea, un poco indignado—. ¿No puedes mostrar otra expresión?

—Pero ya lo hizo. Cuando salió de la universidad, incluso me abrazo. —Comentó Emanuele, con mucha tranquilidad. Andrea volvió a sentarse, un poco sorprendido. No podía siguiera imaginar que Luka hubiese hecho eso. Una sonrisa traviesa se curvo en sus labios. Mirando al par de amigos, sentados muy pegados, una idea surco su mente.

—Oh —dijo, alargando la palabra—, entiendo, así que solamente le muestras esa personalidad a tu amigo. —Sus palabras y su mirada fueron demasiado sugerentes. Luka, al notar la anormalidad en Andrea, le dio una patada debajo de la mesa. Al sentir el golpe, Andrea únicamente se vio forzado a sonreír—. Iré por las bebidas, ahora vengo.

—Sí, mejor ve por las bebidas. —Luka se cruzó de brazos y se recargo sobre el respaldo del sillón de piel color rojo. Emanuele, que siguió con la mirada a Andrea, lo vio cojear un poco y regresó la mirada a Luka. Él se encogió de hombro, por la mirada de Emanuele, sabía que quería preguntarle—. Si dice algo extraño, ignoralo.

Luka conocía perfectamente los pensamientos de Andrea. Esa mirada, y esa sonrisa sugerente, era por una única razón; su relación con Emanuele. Andrea, tal vez, pensaba que había algo más que amistad entre ellos, y como era un bocaza, seguramente diría algo que los pondría incomodos a todos. Él nunca había pensado en Emanuele como algo más que un amigo, pero eso, Andrea no lo entendería.

—¿Así que aquí trabajabas? —Emanuele lo sacó de sus pensamientos cuando le hizo la pregunta.

—Sí, era mesero, y en ocasiones me encargaba de la contabilidad. —Respondió—. Ven, te voy a presentar a mi ex jefe. Es un buen tipo, te caerá bien.

Los dos se dirigieron a la oficina en el segundo piso. Emanuele se sorprendió al ver a hombres armados en el pasillo, al pie de la escalera, no obstante, no preguntó nada y siguió a Luka en silencio.

Luka, con toda la confianza y naturalidad del mundo, abrió la puerta de la oficina de David.

—¡Jefe! —Dijo, con un tono un tanto alegre. Sin embargo, la sonrisa en su rostro se congeló al instante. Leandro estaba ahí, ocupando el lugar que originalmente le pertenecía a David.

—Luka, que bueno que vienes a ver a este viejo. —David sonrió, alegremente. La ligera capa de sudor frío en su frente, se evaporó al instante. Si Luka no hubiese entrado por esa puerta, seguramente hubiese dejado de respirar.

—Disculpe, no sabía que estaba ocupado. Vuelvo más tarde. —Los ojos azules evitaron deliberadamente a los ojos castaños de Leandro.

—¿No ibas a ocuparte de asuntos personales? —Cuestionó Leandro, con frialdad excesiva. Sus ojos, consciente o inconscientemente, se centraron en la persona que estaba a un par de pasos detrás de Luka.

Era justo como su preciado secretario había dicho; joven, ni musculoso ni delgado, rostro sin barba e inocente; el tipo ideal de Luka Mancini. Leandro arrugó las cejas y apretó con fuerza el bolígrafo en su mano.

—Termine hace unas horas. —Explicó—. Bueno, si están ocupados, vendré más tarde. —Luka dio media vuelta, pero fue detenido por la mano de David. Lo miró, un poco sorprendido, no sabía cuándo llegó a su lado, ¿cómo es que se podía mover tan rápido?

—No, no —negó, moviendo la cabeza de un lado a otro—, mejor dime, ¿Necesitabas algo? —David, le sonrió, de forma insinuante. Luka podía reconocer esa sonrisa a cientos de kilómetros. Seguramente, su ex jefe, se había metido en problemas con los hermanos Bernocchi.

—Sí, Luka, dinos, ¿A qué venías? —Leandro dio un paso hacia el frente. Emanuele, detrás de Luka, sintió la mirada hostil sobre él. Y si bien, era una persona pacífica, tampoco le gustaba recibir tanta hostilidad de alguien que ni siquiera conocía.

—Vine con mi amigo para que conociera al señor David. —Luka se hizo a un lado y arrastró a Emanuele a su lado—. Es Emanuele, un amigo que conocí hace tiempo en un restaurante.

—¿Un amigo? —David se veía un poco desconcertado. De todo el tiempo que conocía a Luka Mancini, la única persona a la que había llamado amigo, era a Andrea.

—Bueno, ahora seremos más que amigos. —Dijo, a la ligera, Emanuele. Por supuesto, sus palabras se malinterpretaron fácilmente. Aunque él se refería a ser compañeros universitarios o colegas, antes los oídos de Leandro, era una clara insinuación a una relación íntima.

—Salgan, tengo que hablar con Luka. —Los ojos fríos y la vos autoritaria, hicieron que todo el ambiente se tensara y el aire bajara dos grados.

Las cejas de Luka se arrugaron, sin embargo, se obligó a cambiar su rostro cuando vio a Emanuele y dijo:—. Ve con Andrea, voy en unos minutos.

—¿Estás seguro? —Emanuele tenía un rastro de preocupación en sus ojos. No era estúpido, y la persona frente a ellos, le daba la sensación de muerte.

—Sí, es mi jefe. —Luka le dio una palmadita en el hombro y le insistió para que saliera. Una vez que estuvieron sólo, su rostro cálido y amigable, cambio drásticamente—. ¿Necesita decirme algo?

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