Episodio 9: Confesión

^^^Matt Hawk.^^^

—Te lo encargo.—Asiente con la cabeza, dando por terminado su pedido.

El señor Roger se marcha, a pasos lentos y apoyándose en su bastón cuando debe pisar con el pie derecho. El tipo de 96 años, pero sigue moviéndose bastante bien, sin mencionar la lesión de su pierna derecha que ocurrió hace dos décadas.

Vuelvo a leer su lista.

Vino a mí para encargarme un juego de cuatro sillas y una mesa, junto a tres puertas y una pequeña casita para su canario. Quien sabe para qué quiere todo esto, he visto su casa y es perfecta tanto por dentro como por fuera.

Algo me dice que ha hecho el pedido en un intento de ayudarme a mantenerme ocupado, todos saben que nada bueno ocurre cuando tengo demasiado tiempo libre para escuchar las ocurrencias de mi cabeza. Papá y mamá lo sabían, y hacían lo que estuviera al alcance de sus manos para darme tareas tras tareas.

Gracias a ellos y a un par de personas más pude encontrar el punto intermedio que me hacía ver normal como el resto, y a veces diferente en un grado no tan drástico como se esperaba.

Fanny cree lo contrario, dice que soy un lunático del control y que anhelo poseer cada momento de su vida. No se equivoca, nunca lo hizo.

Nuestros padres creían que ella exageraba, pero solo mi hermana podía ver la diferencia cuando intentaba actual normal y cuando me importaba un carajo, lo que otros pensaran de mí.

Ni siquiera se equivoca al creer que puedo ser un posible asesino, porque lo sería, mataría a cualquier imbécil que me diera los motivos necesarios para hacerlo, uno de ellos sería meterse con lo que es jodidamente mío.

No te metas con mis cosas y estaremos bien, solo aléjate de lo que me pertenece.

Fanny me pertenece.

Mi hermana es irremediablemente mía.

Aunque ella lo odie, no tiene más alternativa que pasar el resto de su vida conmigo a su lado.

No pienso irme a ningún lado, no cuando comienzo a descubrir algo muy interesante de mi hermosa hermanita. Algo que ella no quiere mostrarme, pero que en momentos fugaces se le escapa de las manos.

Fanny es demasiado temperamental y explosiva, eso terminará por delatar lo que intenta esconder con tanto recelo.

—¡Matt!.—Saluda Carla desde la entrada, pasando por el jardín para acercarse.

—¿No deberías estar en la escuela?.—Guardo la lista del señor Roger en el bolsillo trasero de mi pantalón.

—Decidí saltarme las clases por hoy.—Muerde su labio inferior, riéndose.

—Mmm.—Tarareo, Fanny se enojará si sabe que ella estuvo aquí.—Suerte con tu día.

Me giro para entrar a mi casa, pero la tonta chica me detiene al sostener mi brazo.

—Hey, FanFan no se encuentra, puedes invitarme a pasar, ¿no?

—No lo creo.

Ella abre la boca, balbucea algo que ni siquiera me molesto en intentar comprender.

—Bien, iré directo al grano.—Comienza ella, pero me veo en la obligación de interrumpirla.

—¿Podrías soltarme?.—Observo su mano en mi brazo, asqueado cuando sus uñas tocan mi piel.

Sus uñas pintadas de un rosa chillón.

Me gusta más el esmalte negro que última cierta persona que encuentra miel excusas para iniciar una discusión.

—Claro.—Carla da un paso hacia atrás, no es suficiente, pero ya empezamos con algo.

—Te escucho, intenta ser breve porque estoy ocupado.

Sus labios se fruncen.—Escucha, Matt, sé que somos primos, pero no estamos vinculados por sangre, o bueno, al menos no somos lo suficientemente cercanos porque soy la hija de una tía lejana de ustedes, o sea, muy, pero muy lejana por lo que nuestra sangre ni siquiera debe ser igual.

>>Así que aquí esta la cosa, no somos familiares tan cercanos por lo que salir no debería causar ningún tipo de escándalo. Hable con mi madre y dijo que eres extraño, pero también dijo que eras un buen hombre, eres trabajador e inteligente, y no te he visto tontear con chicas como la mayoría de los chicos.

Carla lleva su mano hacia su cabello, tomando un mechón rubio para enrollarlo en su dedo mientras sus mejillas se tornan rojas.

—Entonces.—Continúa.—Me gustaría intentarlo, quiero salir contigo porque creo que eres genial y vaya, terriblemente caliente.—Se ríe.

—Lo siento, no me gustan las mujeres.

Carla queda boquiabierta, impactada, su rostro palidece con rapidez mientras su expresión se transforma en una mueca de asco. Bien, eso debería bastar, puede sacar sus propias conclusiones si quiere, no necesito agregar que tampoco me interesan los hombres.

—Adiós, Carla.—Me despido, sin esperar una respuesta, porque de todos modos no importa.

Entro en mi casa, cerrando la puerta y dejando a mi prima del otro lado, procesando la respuesta que le acabo de dar.

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