Presente
La alarma sonó justo a las seis. El cielo estaba nublado y el aire frío serpenteaba por las rendijas de la ventana. Lilith se levantó sin hacer ruido, caminó hasta el baño y se sumergió en la bañera, donde permaneció por largo rato sin moverse.
—Ocupado —dijo al escuchar la puerta golpear suavemente.
—¿Puedes apurarte? —respondió Ágata desde el otro lado.
—Ya voy.
Saliendo de la bañera, se envolvió en una toalla y comenzó a secarse el cabello con otra. Al salir al pasillo, camino a su habitación, la voz de Erick la sorprendió.
—¿Y ese tatuaje, señorita? —le dijo con tono molesto.
—No es un tatuaje —respondió Lilith, sin inmutarse, abriendo la puerta de su cuarto—. Es la marca del vínculo con Ziel.
Cerró la puerta tras de sí y se acercó al armario. Escogió un conjunto cómodo: blusa negra, pantalón corto color crema, medias largas hasta las rodillas y unos zapatos sencillos. Mientras se vestía, Ziel apareció en su forma animal, sacudiendo las colas con pereza.
—Sabes que estamos castigados, ¿verdad? —dijo, acomodándose sobre la cama.
—Lo sé.
—Entonces… ¿por qué te arreglas tanto? Más que ayer.
—Porque hoy es mi cumpleaños —respondió ella con una sonrisa sincera.
Después de lo ocurrido en el pueblo, Víctor había castigado a Lilith con dos semanas de encierro. Saber que toda aquella destrucción había sido solo por diversión le resultaba difícil de procesar. Sus hermanos estaban molestos. Otra vez habían quedado en medio de su juego. Pero no podían hacer más que encubrirla cuando las investigaciones comenzaron. Después de todo, seguía siendo parte de la familia.
Azael y Gael, por su parte, pidieron al cuerpo de cazadores y a los magos que mantuvieran discreción sobre su participación. Lilith seguía siendo menor de edad, aunque su longevidad apuntaba a una inmortalidad parcial que inquietaba a más de uno.
—¡Pastel, pastel! —canturreó Lilith, bajando las escaleras con los brazos en alto—. ¡Quiero pastel!
—Feliz cumpleaños —dijo Víctor, cruzando la sala hacia la cocina.
—¿Y mi pastel? Quiero mi pastel —le siguió, con pasos rápidos.
—Lo sé, lo sé —respondió él, sacando de la nevera un recipiente con una porción de pastel de chocolate—. Aquí está.
Le entregó el dulce junto con un beso en la frente.
—Gracias —dijo Lilith, con los ojos brillantes mientras tomaba el postre.
Se sentó en el comedor, dispuesta a devorarlo, pero Erick apareció antes del primer bocado y se lo arrebató rápidamente.
—Primero desayuno. Luego dulce.
—¡Pero...!
—Nada de peros —respondió, llevándose el pastel de regreso a la cocina.
—Erick... ¿por qué...? —exclamó con tristeza.
—Te va a doler el estómago si comes dulce tan temprano —intervino Carlos, dándole también un beso en la frente.
—Mmn... —fue lo único que murmuró Lilith, apoyando la cabeza sobre la mesa con resignación.
—Eso huele bien —comentó Ágata al entrar al comedor, acompañada por Víctor y Ziel.
El zorro blanco caminaba detrás de ellos, arrastrando la correa que le impedía salir de la casa. Después de una larga conversación entre Víctor y Lilith, el vínculo del alma con Ziel había sido oficialmente aceptado. A Víctor no le agradaba del todo el pacto, pero tampoco podía romperlo. Ziel mantenía bajo control el poder de su hija. Así, el espíritu se había convertido en un miembro más de la familia… aunque también estuviera castigado.
El desayuno continuó con cierto aire festivo, aunque el clima seguía gris. Lilith, a pesar de todo, celebraba. No había caos. No había incendios. Solo pastel, correa… y una mañana fría por delante.
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Comments
Vanessa Ibáñez Fernández
jajajajajajajajajajajaja de todo me imagine menos que terminarían castigados!!!! yeeeiiii autora gracias x seguir esta gran novela, me muero x seguir las lo unas de Lili
2023-10-13
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