El ego de una mujer

Una mujer que siempre fue hermosa, jamás debió exigir las cosas que deseaba, en su mente ya era natural que las cosas siempre sucedieran como ella deseaba, sin excepción de alguna situación. Patricia ya era arrogante por naturaleza, por lo que desde muy joven se acostumbró a ser amada y consentida.

Al principio su matrimonio fue uno sin amor, pues, era una costumbre entre familias de alta sociedad, comprometer a sus miembros para formar lazos más fuertes y hacer florecer negocios entre estas mismas. Sin embargo, Felipe Saavedra, a pesar de ser alguien serio y cortante, había logrado ganarse su corazón. Posiblemente, se debía a su crianza similar, pero ambos compartían muchas ideas similares, este hecho alimento su buena convivencia.

La felicidad de Patricia era mayor de la que había gozado hasta el momento. Era parte de la familia más influyente, gozaba de más lujos que antes, sumado a eso estaba junto a un hombre atractivo, claro, después de mucha dedicación, había logrado formar una buena relación.

Fue mimada en mayor medida a partir del momento en el que quedo en cinta. No se le permitía hacer nada y Felipe se tomaba muchos tiempos libres para poder acompañarla tanto como pudiese en el transcurso de su embarazo. Complaciendo todos los antojos de Patricia por más mínimo que fuera. Por lo menos en lo relacionado a ser un buen esposo, Felipe cumplía con todos los requisitos.

Cuando su hijo nació, la familia Saavedra celebro una fiesta bastante grande. Hasta el momento tener un primogénito varón fue una de las mayores alegrías de Patricia. Había cumplido con éxito todo lo que se pidió por parte de ambas familias.

Aquello hubiese sido la apertura a una vida tranquila y llena de mayores éxitos, sin embargo, por las malas Patricia comprendió algo. No estaba lista para ser madre, un niño no era igual de equivalente a sus anteriores logros. Un hijo requería atención, tiempo y dedicación, además de que necesitaba más cariño del que Patricia estaba acostumbrada a proporcionar. Allí Patricia se planteó una clara idea, con un solo niño era suficiente. La idea de darle un hermano o hermana a Peter estaba completamente descartada para ella.

Peter era un niño común con mucha energía, esta energía casi inagotable era algo poco ventajosa para Patricia. La desventaja de la interminable energía de Peter era demasiado para ella, el pequeño despertaba en medio de la madrugada, se levantaba más temprano de lo normal, lloraba mucho y casi no hacía caso. Por suerte este tipo de actitud cambio con los años.

Aunque con el paso de los años está decidió tomar un camino más beneficioso para su hijo y ella misma. Contrato variables niñeras con el paso del tiempo, maestros y todo tipo de tutores, había algo innegable en Peter. Un don innato para memorizar o aprender fácilmente cualquier tipo de actividad con una pequeña excepción, todo lo artístico o relacionado con el dibujo era simplemente imposible para el pequeño niño.

Una madre orgullosa de su hijo, lo amaba y adoraba, pero no más que así misma, esto se convirtió en uno de sus peores errores. A pesar de todo, Patricia vivía de las apariencias, necesitaba demostrarle a la sociedad cada uno de sus logros para sentirse completa. Esto causo que el pequeño Peter fuese expuesto totalmente desde muy joven.

Patricia no sentía ninguna preocupación, pues, Peter siempre lograba cualquier cosa que se le pidiera. Aun así el pequeño sentía mucha presión, pero por más cariño que está mujer sentía por si hijo, jamás se detuvo a pensar o siquiera preguntarle sobre como era que realmente se sentía.

Cuando Peter finalmente cumplió la edad para ir a la universidad, la actitud de este tuvo un cambio bastante radical. Este comenzó a ser un poco más cortante. Seguía siendo un buen hijo, incluso él mismo se había planeado un buen futuro, razón por la que a pesar de ser cortante, tanto Felipe como Patricia confiaban en él.

La envidia de otras mujeres de la alta sociedad podía relacionarse totalmente a Patricia. Después de tener un hijo seguía manteniendo una figura hermosa, una elegancia tan marcada que cualquiera que la observaba podría destacar aquella característica. Por otro lado, frente a todos Felipe era un padre ejemplar y aunque no era un mal padre del todo. Peter sentía mucho desprecio hacia la imagen de su infancia y mucho más a aquel que representaba a su figura paterna. Amaba a su padre, pero la ausencia que este tuvo fue mucho más marcada que el apoyo que había recibido.

Volviendo a las actitudes egoístas de la familia Saavedra, no fue de esperar que pidieran un matrimonio arreglado para Peter. Contrario a lo esperado, tanto Patricia como Peter estaban en contra, sin embargo, Patricia decidió guardar silencio y respetar las decisiones de su esposo.

Por más egoísta que pudiese llegar a ser la mujer, ella amaba a su hijo. Ella tuvo un matrimonio exitoso, pero eso no aseguraba lo mismo para su hijo. Esta fue la razón principal por la que Patricia desprecio desde el primer momento a Gala, a sus ojos esa mujer no merecía a su hijo y no podría hacerlo feliz.

Gala tenía buenas cualidades, mucho más grandes que las de cualquier otra mujer, pero su familia no estaba en su mejor época y sobre todo, ella no amaba a su hijo. Siendo una madre, Patricia sabía que su hijo no sería feliz junto a Gala, ya que él no la amaba.

Actualmente, Patricia estaba arrepentida de haber actuado de forma arrogante, ahora no podía estar cerca de su nieto y por eso despreciaba cada vez más a Gala. Su hijo estaba actuando diferente desde su divorcio y ahora tenía que soportar a aquella mujer que siempre estaba cerca de su hijo. Aquella tal Marian no era más que una simple aprovechada y por más que realmente quisiera a su hijo, ni siquiera le llegaba a los talones a Gala y todavía se podía decir que Gala no era su persona favorita.

Su esposo no le dió una respuesta, simplemente le dijo que debía aceptar las decisiones de Gala y su hijo. Por primera vez, Patricia no pudo obtener algo de lo que deseaba.

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