Trabajo

Cuando llegó el segundo día Sandra ya había tomado una decisión, pero debía hablar con Sebastián Iturbide que así se llamaba el hombre, necesitaba ser clara con él, la hicieron llegar al despacho.

-          Me dijo Jacobo que querías hablar – dijo el hombre frente a ella, mostrándole la silla, ella se sentó, era pesada como el hombre frente a ella no le simpatizaba ni un poco

-          Si, debo ser franca señor, yo nunca he sido niñera – espetó con claridad

-          Lo sé, pero Luciano te eligió – añadió el hombre que esperaba esta respuesta

-          Probablemente me encariñe con el niño – ella levantó la mano y el hombre guardó silencio – siempre sabré que no es mi hijo, pero no le aseguro evitar involucrarme emocionalmente con él, no, de hecho, a estas alturas ya lo estoy, necesito saber que a pesar de mis diferencias con usted yo podré cuidar de él, como si fuera mi hijo, en realidad, yo… no puedo tener los míos propios, lo que me pide es muy cruel si un día me aleja de él

-          ¿Está diciendo que está dispuesta a ser una madre para mi hijo? – preguntó incrédulo porque no esperaba que le dijera lo que estaba diciendo prefería una relación comercial, sin embargo, lo único importante era Luciano en esta situación

-          Si, si llego a cuidarlo yo sé lo querré como tal, estoy segura, así que ¿tengo su palabra de que no me apartará de él? – preguntó ella aguantando la respiración, el hombre la miró a los ojos, cerró los suyos, esos ojos color tormenta. Ella sabía que la familia tenía un significado muy diferente para ella del resto, la sangre no era importante de donde ella venía casi todos formaban alianzas y pocos consideraban familia

-          Le prometo que mientras Luciano no cumpla dieciocho años usted será su niñera, si él decide seguir en contacto con usted después yo no me opondré – replicó Sebastián tras su consideración cuidadosa, negarse era aceptar las condiciones o sufrir los berrinches y escapadas de su hijo, en esta ocasión tuvieron suerte y si no se repetía y la próxima lo secuestraban

-          Entonces acepto su oferta de trabajo señor, y espero mi cheque cada mes – sonrió la mujer y Sebastián contuvo la respiración, era hermosa e inteligente, tragó saliva y miró hacia otro lado.

Por la tarde le informaron que su tienda había sido traspasada, le enviaron el dinero a su cuenta que había abierto con un banco de Trana, las ganancias de la venta le impresionaron enormemente, la otra cuenta la guardaba celosamente, junto su pasaporte y sus credenciales, esas siempre las llevaba consigo, siempre estaba alerta, le asignaron un guardia de seguridad para cuando saliera con Luciano. Ahora el chico estaba en la piscina, Sebastián también se acercó a ella, le darían juntos la noticia de que ella sería su niñera. El chico se puso más que feliz sus preciosos ojos azul tormenta la miraban con ternura, la abrazó empapando su vestido emocionado, ella le agradaba como ninguna otra, no le juzgaba ni le trataba como idiota, incluso su madre lo trataba diferente, Luciano era consciente que era diferente de otras personas o incluso niños de su edad, no podía precisar que era aún.

A partir de ese día le asignaron una habitación diferente ya que la que había estado usando estaba en el primer piso, esta vez la mudaron al segundo piso, tenía una habitación al lado del pequeño Luciano, Sebastián a la semana después de ver su interacción pidió que colocaran una puerta que conectara ambas habitaciones, los dos se entusiasmaron ese día que terminaron las renovaciones Sandra le hizo una pequeña fiesta de cumpleaños atrasado a su pequeño Luciano, como le llamaba internamente; le horneó pastel, compró serpentinas y confeti, llamó a los sirvientes pues le contaron que el pequeño no tenía amigos cercanos, acababan de cantar “feliz  cumpleaños”, de improvisto Sebastián llegó a la casa con su secretaria, debería trabajar hasta tarde.

Aun así decidió hacerlo en casa ese día por alguna razón desconocida ahora le gustaba volver a su hogar, cuando escuchó las risas le llamó la atención así que se acercó a la mesa del comedor, el silencio reinó, todos temblaban, pero Sandra tan fresca como una lechuga, le ofreció un pedazo de pastel y a su asistente que le acompañaba también, la mujer frunció el ceño, se quedó muda cuando aceptó el señor de la casa el pastel y lo comió tranquilamente, el chico le mostró ilusionado el humilde camión de carga que ella le compró, era barato y sin duda lo encontraría en cualquier mercado, sin embargo, para el niño era lo más preciado en ese instante.

-          Señorita… - dijo Sandra con el pastel en la mano recordándole que se lo estaba ofreciendo

-          Mónica Alcázar– respondió la rubia exuberante haciéndole saber su nombre de forma prepotente– no quiero pastel, estoy a dieta – replicó de mala gana, Sebastián no dijo nada, suspiró, debería cambiar de secretaria de nuevo, entendió que fue un error acostarse con ella tres semanas atrás cuando se emborrachó al recordar a su esposa

-          De acuerdo, gracias por acompañarnos – la mujer sonrió amablemente porque no le interesaba ella en lo más mínimo, Sebastián como hombre de negocios pudo contemplar los ojos de Sandra, ella entendió lo que ocurría no era tonta y entendía el comportamiento de gata en celo, se colocó al lado del niño y volvió a mirar a la mujer de modo protector, mientras no afectara al pequeño no importaba lo demás, el hombre se sintió seguro de su elección ella era instintiva y era verdad cada día su cariño profundizaba hacia su hijo, lo único que le importaba

-          Señorita Alcázar nos retiramos a la oficina – dijo Sebastián al dar mordida a la última parte del pastel – estuvo delicioso señorita Vera

-          Gracias señor – dijo Sandra sin apartar la mirada de la secretaria

-          Sandra hizo el pastel ella sola – gritó con entusiasmo y orgullo Luciano – bueno, yo le ayudé – los sirvientes lloraron internamente de impotencia creyendo que la despediría después de escucharlo

-          ¿Es eso así? – preguntó el señor Iturbide esbozando una ligera sonrisa, levantando su ceja derecha ¿era burla?, ella sólo sonrió no le importaba su opinión tampoco, ellos tenían un trato y ella se aseguraría que lo cumpliera; y le dijo al niño ignorando su mirada profunda

-          Vamos ya es hora de dormir, pasan de las diez, despídete de tu padre es hora de lavarse los dientes, mañana te bañarás temprano – se despidió de los sirvientes, el día siguiente era sábado, si la iban a regañar no había razón para preocuparse

-          Buenas noches, papá - le dijo el niño felizmente siguiendo alegremente a la mujer que le cuidaba obedientemente, el pequeño diablo estaba domado

Durante el resto del tiempo Sebastián tenía sentimientos encontrados, su hijo no debería cocinar, pero por otro lado estaba tan feliz, su cara lo había demostrado, desde que su ex le había roto el corazón el chico no había mostrado esa sonrisa, su secretaria ajena a lo que su jefe pensaba, intentaba llamar su atención de nuevo, si lo había logrado una vez lo haría de nuevo, la única preocupación que tenía era la nueva mujer, pudo notar las miradas que le dirigió de forma inconsciente, si el señor Iturbide no la hubiera obligado a tomar anticonceptivos el día que estuvieron juntos, hubiera logrado su objetivo, por el momento mostraba sus encantos con descaro.

-          Señorita Alcázar – habló muy despacio Sebastián – creo que es mejor terminar su relación laboral, pagaré cinco veces la indemnización correspondiente

-          ¿Después de haberme entregado a usted me bota como basura? – la pregunta surgió espontáneamente

-          Creo que fue mutuo acuerdo señorita, es más yo estaba más borracho que una cuba, nunca la obligué, apenas y recuerdo nada – su voz glacial le dañó los tímpanos, ella estaba enfurecida, esto dañaba sus planes y no lo permitiría, hirió el orgullo de la mujer

-          Diré que es usted un bruto, ¡me violó! – gritó ella, amenazadoramente, el hombre entrecerró los ojos, desde el evento se había preparado finalmente no era la primera, un video comenzó a reproducirse, la escena estaba en ese mismo lugar, tres semanas antes, la mujer le retiraba el trago mientras él se balanceaba, luego le besaba en los labios, él se negaba, luego le llevó al sofá donde le quitó la camisa, los pantalanes, el bóxer y se quitó la ropa ella misma y se sentaba sobre el hombre besándolo, el resto de las imágenes hablaban por si solas.

-          ¿Con esto cree que alguien apoyará el caso de violación? Está claro que yo no estoy ni consciente, yo podría llevarla a juicio por abuso – la mujer palideció, había guardado su ropa con el semen del hombre como evidencia por si acaso, con esto se le caía el teatro – salga de esta casa y de la compañía antes que tome acciones legales.

-          Esto no se quedará así – espetó la mujer enfurecida – me vengaré esta ofensa, - Sebastián movió su vaso en señal de despedida

La puerta se cerró de golpe, el mayordomo le acompañó a la salida, en silencio el hombre en la oficina terminó su trago, cerrando los ojos, en ellos el rostro de su pequeño cruzó por su mente y después ella esa mujer, abrió los ojos de golpe, jadeando y confundido ¿qué le estaba pasando? Jamás se comportó de este modo, necesitaba aire urgentemente.

Al salir de la habitación Sandra sintió un poco de frío se colocó un chal y se dirigió al jardín como muchas otras noches tenía pesadillas, era ya muy tarde, se encontró con el señor Iturbide tomando una copa, el hombre debería dejar de beber tanto frunció el ceño recordando a Mateo, quien estaba frente a ella la miró a los ojos con curiosidad, creía que estaba soñando, se acercó a ella y la besó, creyendo que era una alucinación, se dio cuenta que no era así, entonces la estrechó contra sí profundizando en su boca con deseo y pasión, ella no se movió ni un centímetro, en su mente muy a su pesar recordó los besos de Mateo, las caricias de él, su esposo llegaron a su mente y entonces se dio cuenta de lo que sucedía, empujó al hombre que la besaba, recuperando el sentid, este millonario la miró sorprendido ninguna mujer lo había rechazado. Su orgullo estaba siendo herido, ella ni siquiera parecía interesada en lo más mínimo, es más estaba molesta.

-          Buenas noches, señor Sebastián – la voz de la mujer era fría ella notó el fuerte olor a alcohol que emanaba del hombre poderoso, cuando lo veía podía notar claramente las diferencias entre ellos, sus movimientos y comportamiento denotaban su educación, mientras que los de ella la falta de cuidado al crecer, respirando pesadamente agregó – le recuerdo que sólo soy una niñera, - entonces añadió de forma amenazante – le aviso que si esto vuelve a pasar me iré y jamás volverá a encontrarme

-          Yo… bueno – quería justificar su comportamiento no podía en realidad, Mateo nunca lo haría, este hombre era un caballero – lo lamento, bebí de más

-          Entiendo, será mejor que se vaya a su cuarto señor – dijo ella dirigiéndose al jardín, él se quedó mirando su silueta alejarse, demonios, le había gustado el beso, necesitaba más, dudó en acercarse, luego pensó en su hijo dormido y negó con la cabeza entrando a la casa

A partir de ese momento procuró mantenerse alejado de la mujer que últimamente se colaba por sus sueños, no estaba seguro de porque le atraía tanto, mandó llamar a su secretario personal, necesitaba que la investigaran mejor, obtuvo tres párrafos después de una exhaustiva búsqueda, llegó a Trana una año antes, viajó por el país y se estableció en el pueblo, no había más, en ninguna otra parte la conocían encontró las partidas de nacimiento de  tres Sandra Vera en el mundo conocido, una vivía en otro país tenía cincuenta años y estaba felizmente casada, otra soltera estaba en los archivos, luego leyó sus datos claro no estaba casada porque tenía siete años y la última una estudiante en la capital de Magnolia, estudiaba derecho, ahora tenía más preguntas que respuestas, le intrigaba la niñera de su hijo no le agradaba esta sensación, sin embargo, se contenía por su hijo amaba a esa mujer.

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