AIDEN Y LUNA

LUNA FLORES

Desperté en una habitación tan grande y bella, la cama era muy espaciosa y cómoda. Nada que ver con mi cama, era la primera vez que sentía que dormía tan plácidamente. Seguramente esta es la habitación de Adrián. ¿Desde cuando soy así con el?

Me levanté de la cama. Estaba un espejo a lado de su closet. Me detuve con un poco de temor a él. Esta vez no pude ver las alas. De todas formas, tengo que aceptar lo que soy y acostumbrarme a verme en mis dos versiones.

—¿Puedo entrar? — la voz de Adrián.

Caminé de un lado a otro buscando donde pararme cuando Adrián entró.

—¡Buenos días mi preciosa hada! — le puse una cara de como, no me digas eso.

— ¡Buenos días!

— ¿Qué haces?

— Nada. Ya iba a salir.

— Puedes quedarte. De todas formas hay es sábado y es nuestra cena. Cambio eso, por pasar todo el día juntos. Tengamos una cita.

— ¿Cita?

— Sí. Después de lo de anoche, creo somos el uno para el otro— miré el cielorazo, tratando de recordar que pasó. No se porque siempre cuando tratamos de recordar algo vemos hacia arriba.

— No pasó nada.

— No me refiero a pasar una noche pasión. Ahora quien es la pervertida. Me refería a tu historia y la mía. A que somos tan distintos.

— Tienes razon— dirigí mi mirada a un rincón del cuarto— aunque la verdad siento que no pertenezco a ningún lado. Soy una mezcla de todo.

— Tú lugar es aquí, conmigo, como mi mate, mi hada pervertida— él se acercó y me abrazó.

¿Por qué ahora su abrazo no me molesta?

— Acepto ser su mate— lo dije con una voz muy suave.

— Gracias mi hada bella. Esta es la segunda vez que me lo dices.

— Lo de ayer, fue por el whisky pero hoy es a conciencia. Tengo miedo de todo, perdón por ser una miedosa.

Adrian acarició con sus manos mis mejillas. Se acercó y me dio un tierno beso. Él tenía una mirada extraña.

— ¿Por qué me miras así?

— Aiden quiere que lo conozcas, pero creo que te vas a asustar. Es algo que puedo controlar aún.

— ¿Aiden es? — Frunci el entrecejo y mordía mis labios. Mi estómago empezó a temblar.

— Mi lobo.

— Está bien. Quiero conocerlo. Solo no me hagas daño.

En un momento tenía ante mi a un lobo con una belleza única, distintos a los animales comunes. Su pelaje era tan hermoso. Ya veo porque dicen que los hombres lobos son seres mitológicos, ellos son diferente a lo que conocemos. El miedo se quitó. Guiada por su mirada, puse mi cabeza en su cabeza. Él era imponentemente majestuoso y duplicaba mi tamaño. Lo abracé.

Adrián regresó a su forma humana. Él me abrazó.

— Realmente te amo.

— Puedes marcarme, estoy lista y segura.

— Esto puede ser muy doloroso. Tendré que morder tu cuello hasta que te desmayes. Habrá temperatura, tu alma estará marcada por la mía y mi esencia se mezclara con la tuya, así todos sabrán que eres mía.

— ¿Estás romantizando el dolor?

— No, pero eso es lo que sucederá. Pasaras un par de días sin conciencia. Luego, tendré que montarte. En otras palabras hacer el amor contigo, solo así seras completamente mía. ¿Estás preparada para eso?

Bajé la mirada. No sabía si estaba segura o resignada a mi destino.

— ¿Adrian, tú me amas?

— Eres mi vida entera. Te amo.

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