SUEÑO

ADRIÁN SANTANDER

Bebí toda la sopa que Luna me había ofrecido. Nuevamente, dirigí mi mirada a ella, ella me esquivaba de todas las formas posibles.

— ¿Estás incómoda?

— Sí. Vienes sin avisar.

— Me voy, solo si mañana llegas a la empresa a trabajar como mi secretaria. Si no lo haces tendrás que pasar la noche de hoy conmigo.

— No me puedes obligar.

Saqué el contrato.

— Aquí dice, que no puedes renunciar.

— Esa hoja no estaba cuando firme.

— Sí no te fijaste es tu problema. ¿Esa es tu cama?— le tomé la mano y la jalé a la cama.

— ¿Qué haces?

— Hago cumplir el contrato. La verdad no sé por qué te portas así, si nosotros sentíamos esa atracción y en la playa aquella vez nos besamos.

— Esa vez fue un error.

Me levanté y tomé de la cintura a Luna. Mis ojos se fijaron en sus ojos, podía sentir como mi corazón se volvía loco por ella y mi lobo quería salir.

— Suéltame. No me toques.

Aunque ella intentaba soltarse, yo no dejaba que ella lo hiciera. Fijé mi mirada en sus labios. Me acerqué y la besé a la fuerza. Ella me empujó. Me sorprendió que su empuje fue con una fuerza que estoy seguro de que ningún ser humano posee.

— No hagas esto nunca más.

Su cara estaba molesta. Esa agresividad me gustaba, diría que me excitaba.

— Me rechazas porque no soy un humano. ¿Es eso?

— Sí. Si es eso, hay algún problema. Realmente estoy molesta. No vuelvas a besarme sin mi permiso. No lo hagas.

— ¿Me odias o es miedo?

— Vete, mañana voy a la empresa, no te preocupes.

Me acerqué a ella y me puse frente a ella.

— Tú serás mía— le toqué la punta de nariz y sonreí.

Salí de la casa. Albert estaba afuera esperándome.

— Nos vamos Albert.

— Está bien. ¿Le puedo dar un consejo?

— Sí.

— Sí ella es su mate tratala con amor.

— Eso hago. Solo que ella no quiere mi amor. Mañana su escritorio ponlo adentro de mí, oficina y coloca unas hermosas rosas rojas.

— Entendido.

Al llegar a la casa, me fui a mi habitación, entré al baño. Me sentía sofocado. Quería a Luna de todas las formas posible. Ese beso aunque fue un tanto obligado me hizo desear marcarla en ese instante.

Al día siguiente, Albert metió el escritorio en mi oficina, puso un ramo de rosas rojas en su mesa.

Ella llegó a la oficina.

—¿Por qué mi escritorio no está afuera?

— Porque está ahí— Señalé con la vista.

— No, no, no. No quiero estar aquí adentro.

— Ahí estarás— sonreí— es más fácil darte orientaciones.

— Aja. Orientaciones. Pervertido.

Ella me acaba de decir pervertido.

— Perdón, ¿Pervertido? ¿Yo? No has visto mi lado pervertido.

Caminé hasta donde ella estaba y la sujeté de las manos. Pasé mis labios en sus labios y le di un mordisco pequeño. Sin querer se me salió un suspiro en sus labios.

— Quiero marcarte— le susurré en el oído.

En cuanto creí que mi lobo Aiden iba a salir, la solté.

— Sal de aquí ya— le grité.

— Eres un completo estúpido — ella salió muy enojada.

Mi lobo salió. Me sentía desesperado. Albert entró y cerró la puerta con seguro.

— ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás en tu forma de lobo?

— No pude controlarme. Quiero marcar a mi mate. Quiero conocer a mi loba.

— Debes controlar esas emociones y esos sentimientos. Es cierto hoy hay luna llena, pero ella no te ha aceptado.

— Yo sé.

— Nadie puede verte así. Tienes que controlarte. ¿Luna te vio así?

— No. Le grité para que saliera.

Volví a mi condición humana. Si hay algo que no puedo controlar son estos malditos deseos por Luna. Esto me va a volver loco. Tengo años que sé que Luna es mi mate y he esperado tanto por ella que siento que mis deseos sexuales y sentimentales están encima.

— Dile a Luna que entre. Voy a disculparme.

— Ella se fue. No creo que regrese.

— Ahí déjala. Por hoy la dejaré en paz.

LUNA FLORES

Salí de la oficina de Adrián. Realmente no sé qué siento. Todo es contradictorio. No puedo juzgarlo por no ser un humano cuando mi humanidad está en duda. No me gusta que me obligue, no quiero que juegue conmigo. Tengo miedo, si le tengo miedo. Aunque ahora sé que somos iguales.

Empecé a caminar. Llegué a un parque de niños, había un hermoso jardín lleno de rosas y florecillas. Me senté en una de las bancas. Quité mis zapatos y puse mis pies en el suelo. Esto me generaba paz. Ahora entiendo por qué me gustaba andar sin calzado y sentir la grama entre mis dedos. Soy un hada. ¿Un hada de qué? Empecé a llorar de la nada. Recordé la muerte de mi mamá. Los vampiros mataron a mis dos madres.

Entró una llamada. No me fijé de quien era, solo contesté.

— Soy Adrián. Únicamente te llamaba por dos cosas. Una para que me perdones. No debí besarte a la fuerza ni tampoco gritarte. Y segundo, puedes tomarte el día libre, te veo mañana. Por cierto, ya puse tu escritorio afuera de mi oficina.

— Está bien— Mi voz se quebró.

— ¿Estás llorando? Ya te dije que me perdones.

— No estoy llorando. Gracias por el día.

— ¿Dónde estás? Si estás llorando.

— Por ahí. Gracias— Colgué la llamada.

Que estúpida soy, porque estoy llorando. Agaché mi cara y Limpié mis lágrimas.

Caminé hasta la casa. Entré a mi cuarto.

Sí que es pequeño este espacio. Debo averiguar si realmente soy un hada.

Me acosté y esa noche pasé con temperatura. Deliré. Tuve un sueño donde Ana venía y clavaba sus dientes en mi yugular y bebía mi sangre, estaba encadenada en un sitio oscuro. Abrí mis ojos, estaba asustada y me daba miedo la oscuridad, encendí las luces y empecé a llorar. Todo este sueño se veía tan real.

Encendí mi celular y eran las 3 de la madrugada. Tomé el anillo que me había dado mi supuesta abuela. La piedra brillaba tanto que lo solté de inmediato. El anillo cayó al piso quebrandose en dos pedazos.

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Comments

Karime

Karime

Dios malditos chupasangre y tu no ayudas adrian qué mal

2025-01-06

0

Caridad Gallardo

Caridad Gallardo

es un poco estúpida esta prota

2025-02-27

0

Olga L. Rozo

Olga L. Rozo

y ahora? como se va a proteger?

2024-12-29

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