CAPÍTULO 6 REUNIÓN FAMILIAR

El duque Erik esperaba con impaciencia que el rey se explicara, no comprendía que le diera menos importancia a los asuntos del reino sobre una conversación con sus visitas. El Rey golpeó dos veces con su cetro el hombro de Erik y le dijo: "acaso no puedes mostrar un poco de modales ante tus suegros que pensará la familia sobre como te he educado"

Erik al escuchar las palabras de rey fijó por primera vez su vista a los duques allí presentes y reconoció que se trataba de la familia Lennox, cercanas al favor del rey. Había comprendido que el viejo mañoso lo había enredado a través del matrimonio con la aristocracia, desvió su mirada en las tres hijas mujeres que allí estaban, no podía ver sus rostros, ya que estás lo cubrían, y suponía que eran las hijas del duque y que una de ellas sería su esposa. No comprendía cómo las cosas habían llegado a tal punto, todo el circo estaba montado, solo faltaba él y lo peor era que había caído en su trampa, en qué momento se había descuidado para ser atrapado, no podía romper la promesa hecha con la reina pues su palabra quedaría entre dicha. Así que en medio del silencio solo preguntó: "¿Quién es?

Las palabras del duque sonaron ásperas para todos los presentes, su actitud podía echar a la borda el esfuerzo por años de los reyes en conseguirle una buena esposa al Duque Erik, pero este parecía no importarle los pensamientos de los reyes. En ese momento de silencio incómodo Isabella se levantó y se acercó al duque inclinado su cuerpo y tomado de los dos lados su vestido para realizar una pequeña venía y dijo: "Mi nombre es Isabella De Lennox hija del Duque y la Duquesa de Lennox Aragon, su prometida y futura esposa, que la gracia sea siempre sobre el Ducado del Sol".

Erik quedó observándola por un momento era una muy joven para su gusto... Por primera vez detallaba a una mujer y más aún cuando estaba obligado a vivir con ella por el resto de su vida, su piel era blanca y algo bronceada, al parecer se exponía al sol, su cuerpo denotaba delicadez, su rostro reflejaba solo belleza y dulzura que hacía juego con su larga callejera negra ondulada de color negro intenso y brillante, definitivamente era la hija de un duque, qué podría él hacer con una niña que parecía una muñeca que podría romperse en cualquier momento. Pero su mente atrajo un recuerdo del pasado y le expresó: "Así que tú eres aquella chica fisgona que estaba es escuchando conversaciones ajenas en la biblioteca"

Isabella no esperaba que el duque supiera de su presencia y mucho menos su memoria fuera tan buena, así que el momento de vergüenza que estaba pasando buscó justificar sus acciones: "Duque Cork no fue mi intención escuchar su conversación, me encontraba como siempre leyendo libros cuando ingresaron si previo aviso y así mismo salieron:" Isabella no mencionó con quien lo hizo, sabía que el nombrar a la princesa pondría en aprietos al rey y al duque aunque a este al parecer no le importaba.

"Cuando será la boda", preguntó Erik al rey

"Dentro de seis días", respondió alegremente el rey

"Me imagino que todo lo tienes listo, conociéndote, lo único que te faltaba era el novio, no es así su majestad", mencionó Erik

"¡Que perpicas eres Erik!, pero tienes toda la razón, todo está listo y las invitaciones ya se han entregado a todo el reino", respondió el rey

"¿ que?", sorprendido Erik cuestionó

"Bueno eres como mi hijo así que la nobleza debe estar y para él pueblo eres como su héroe así que ellos también están invitados". Respondió el rey

La duquesa Lennox no pudo con tanta conmoción, así que quedó desmayada sobre la silla, su esposo e hija trataban de despertarla y con sus abanicos le daban aire, la reina solo tomaba su té tranquilamente. El príncipe estaba igual de conmocionado, su padre era un viejo zorro que había logrado enredar al Duque, y sin pensar este había caído en su red, aun así no perdió de vista a Isabella, seguía igual de bella como la última vez.

El Rey reclama a Erik por el estado de la duquesa al responsabilízarlo por su falta de tacto e irrespeto con Isabella, la joven únicamente observaba al duque, era la primera vez que tenía la oportunidad de verlo de cerca, y hacía honor a su grosería, pero sus ojos estaban deslumbrados por su belleza: un hombre alto, acuerpado, su rostro delicado que hacía juego con su fina nariz y sus cejas delineadas por los mismos dioses, hacían un contraste con sus ojos de color negro profundo, que reflejaban una tristeza guardada en su corazón. El duque salió de la sala no sin antes de mirar fijamente a Isabella, la joven le siguió.

El Rey no podía estar más feliz de ver como los dos en complicidad se retiraban y mientras esto sucedía exlamo "guardias llamen al médico real del palacio para que atienda a la duquesa Lennox que ha perdido el conocimiento".