La familia real y los duques más cercanos a la corona de Deira gozaban de un privilegio inigualable. Sus hijos tenían acceso a una educación de élite, una amalgama de ciencias y artes que los preparaba para administrar los vastos negocios de sus familias. Por tradición, el primer varón nacido era el heredero principal, no solo de la fortuna, sino también de la mejor educación, casi a la par de los príncipes, siempre y cuando la familia mantuviera una cercanía constante con el Rey.
El Ducado de Lennox no tuvo la misma fortuna. La familia había sido bendecida con tres hermosas hijas, pero ningún varón. Según la ley, la hija mayor, Isabella, heredaría la vasta fortuna familiar y el apellido. Sin embargo, si se casaba, su esposo, por ser hombre, se convertiría automáticamente en el dueño de todo, y el linaje de los Lennox se extinguiría en el nombre. Mientras esta situación se debatía, Isabella, la mayor de las hermanas, debía hacerse cargo de los negocios familiares, una responsabilidad inmensa para una joven.
Esto llevó a que la educación de Isabella fuera una prioridad. El Rey Evan, en un gesto de gran magnanimidad, hizo una excepción con la familia Lennox. Permitió que Isabella fuera educada en la escuela real, junto a los varones, algo inaudito para una mujer de su rango. Esta excepción, sin embargo, venía con una condición: en el momento en que la realeza solicitara un favor de la familia Lennox, este debía ser concedido sin objeción. Además, se permitió que, si Isabella o sus hermanas tenían un varón, este podría heredar el apellido Lennox, asegurando que el linaje no se perdiera para siempre.
En la escuela real, el Príncipe Miler conoció a Isabella. Él era un niño de diez años y ella, una niña de solo siete, que era llevada a diario a un mundo dominado por varones. Al principio, fue despreciada, su presencia considerada una intrusión en un espacio sagrado para los hombres. Sin embargo, con su encanto natural y una inteligencia que superaba a la de muchos de sus compañeros, Isabella logró ganarse el respeto de todos. El Príncipe Miler la admiró desde el primer momento y se enamoró a primera vista. No fue un amor ruidoso ni expresado; era un sentimiento que atesoró en silencio en su corazón. Solo cruzaban palabras de vez en cuando, pero cada conversación era un tesoro. Miler soñaba con convertirla en la princesa heredera, no solo por su innegable belleza y agudeza mental, sino porque reconocía la dulzura de su corazón.
Dejó de verla a diario cuando Isabella cumplió los quince años. A esa edad, entró de lleno en la administración de los negocios de su familia. Aunque Isabella visitaba el palacio de vez en cuando, Miler siempre estaba ocupado con sus compromisos reales, y sus caminos no volvieron a cruzarse.
Isabella también era muy apreciada por el Rey y la Reina, quienes la invitaban a tomar el té de vez en cuando. Era una situación que complacía enormemente a la familia Lennox y al propio príncipe. Todo el reino especulaba que tal aprecio de la realeza solo podía significar una cosa: Isabella estaba destinada a convertirse en la princesa heredera y futura reina. Pero los reyes jamás insinuaron tal cosa. Y al escuchar el Príncipe Miler que ella sería de otro hombre, sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. Solo podía observar cómo sus padres se regocijaban por su gran hazaña.
El Rey se levantó de su asiento y manifestó que iría a buscar al Marqués para que enviara una carta a los Duques de Lennox, solicitando su presencia en el palacio. Con un beso en la frente a su esposa, se retiró, no sin antes dar una última orden a su hijo: "Habla con el Duque de Cork y busca la manera de que mueva su trasero a las provincias en la frontera para contraatacar a esos bárbaros. Debemos aprovechar su venida. Es muy seguro que descansará, pero se moverá mañana por la mañana a su ducado." Con estas palabras, se marchó.
La Reina Vera, que conocía el corazón de su hijo como la palma de su mano, sabía el dolor que, como padres, le habían causado. Miler había amado a Isabella en silencio durante muchos años, pero la joven ya había sido destinada a Erik desde que era una niña. La Reina sabía que debía ayudar a su hijo a seguir adelante. Con un gesto sereno, tomó la tetera y sirvió té para los dos. Levantó su taza, bebió un sorbo y lo instó a él a hacer lo mismo.
Después de organizar sus palabras, expresó a su hijo: "Una madre siempre conoce el corazón de su hijo. Sé que desde el momento en que conociste a Isabella la amaste en silencio. Es una buena chica, inteligente, dedicada y responsable. Tiene todas las características necesarias para ser la nueva Reina de Deira y la mano derecha del futuro Rey."
Miler, desconcertado por las palabras de su madre, respondió con voz ahogada: "Si, madre, conoces mi corazón y mi dolor, ¿por qué la arrojáis a los brazos del Duque de Cork, un hombre frío y de mal humor? ¿Acaso no soy yo un mejor pretendiente para ella? Madre, vos misma habéis dicho que Isabella tiene la fortaleza para ser una reina, explicadme, Su Majestad, tal decisión." El príncipe se sentía agobiado. No solo había sido descubierto por su madre, sino que ella misma reconocía el valor de Isabella, y aun así, elegían a Erik por encima de él.
La Reina, con una calma que lo desarmó, tocó el rostro de su hijo. "No midas el amor, Miler. Tú, Anna y Erik son nuestros hijos. Nada más que uno es testarudo y algo rebelde... Erik me salvó la vida a mí y a tu hermana hace quince años. Era solo un niño de doce años que empuñaba una espada. Vi tristeza en sus ojos, pero también mucha venganza. Tu padre, por su acto tan valeroso, le concedió una vida de lujos y tranquilidad, pero él la rechazó. Solo pidió que se le permitiera unirse a la caballería militar. ¿Cómo un niño de esa edad podía pensar en ir a la guerra? Erik era diferente, así que tu padre le concedió su deseo. De esa manera, Erik fue fortaleciendo su espíritu durante años en medio de la guerra. Y en medio de toda esta situación, un día, los Duques de Lennox solicitaron una audiencia con el Rey, informando que no tenían heredero varón y solicitando que su patrimonio fuera heredado por uno de sus nietos, y no por el esposo de sus hijas como se acostumbraba, ya que no deseaban perder su linaje."
La Reina hizo una pausa, sus ojos se llenaron de un brillo nostálgico. "El Rey Evan miró a los ojos de Isabella, que tan solo tenía cinco años. Era una niña tranquila y obediente, así que decretó que Isabella sería educada con la realeza y ella heredaría la riqueza del Ducado de Lennox. La familia Lennox quedó sorprendida por la decisión del Rey, al ver cómo él vio favorablemente a Isabella, pero a cambio, solicitó a la familia de los duques que en el momento en que la familia real solicitara un favor, ellos debían concederlo sin objetar. Además, Isabella no podría comprometerse con nadie sin su aprobación. Hijo mío, tu padre ya había elegido el destino de Isabella y Erik, incluso antes de que tú la conocieras."
El Príncipe Miler comprendió entonces la verdadera razón del aprecio de sus padres por Erik. No era que existiera un lazo irrompible entre ellos, sino que sus padres habían creado esos lazos, dejando al Duque Erik atrapado en su destino. Además, se dio cuenta de que había perdido en el amor quince años atrás, antes incluso de que su corazón se atreviera a amar. Su alma se desgarró en un sollozo, y se dejó caer en el hombro de su madre. La Reina lo abrazó, dándole palmaditas de aliento. Ella sabía que en algún momento esto sucedería, pero desconocía la profundidad del amor de su hijo por Isabella. No había nada que pudiera hacer, a menos que Isabella se negara a casarse con el duque.
Miler lloraba desconsoladamente, desgarrando cada pedazo de su corazón roto. Se aferró a los brazos de su madre, intentando calmar su alma y decirle a su corazón que hasta allí había de llegar su amor por Isabella. La Reina lo sostuvo, su propio corazón latiendo con el dolor de su hijo, mientras la pesada verdad de sus decisiones se asentaba en el jardín, un lugar que antes era su refugio y ahora, un testigo de su dolor.
...^^Autora^^...
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Comments
Liliana Barros
Aunque luzca mal la acción de los Reyes, convengamos que el príncipe dejó pasar el tiempo y perdió. Si hubiera buscado antes el permiso para estar con Isabela, se hubiera enterado de la situación y no se hubiera hecho tantas ilusiones
2025-04-06
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Mary Salazar
pobre principe
2025-05-19
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Alma Esparza
/Cry//Cry//Cry/
2024-10-16
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