Bienvenida, asistente.

Alejandra puso los ojos en blanco bajo la máscara, pero con una sonrisa. "No fastidies", dijo burlonamente. Neil se echó a reír junto con ella y pasaron un rato agradable charlando y riendo. "Bueno, Queen, espero que puedas descansar", tiró Neil un beso a la cámara y se desconectó. Alejandra sonrió tontamente a la pantalla y dijo, ya cuando Neil se había ido: "Buenas noches, bebé".

A la mañana siguiente, Alejandra entró en la tina que había llenado con espuma de rosas. Tomó su móvil e hizo sonar una canción animada para iniciar su día. Luego de unos minutos, se vistió con un largo vestido rojo ajustado, un abrigo gris y zapatos de tacón negros. Tomó las llaves del auto y se dirigió hacia él. Para su sorpresa, Antonio la estaba esperando en el jardín apoyado en su deportivo azul. La miró con una enorme sonrisa: "Vamos, Aleja, déjame acompañarte", dijo Antonio con emoción. "Dos días, ¿eh? Eso no es propio de ti", dijo Alejandra burlándose de Antonio levemente. "Ronaldo, lleva el auto a la oficina, subiré al deportivo con Antonio", le ordenó Alejandra de inmediato mientras subía al auto con Antonio.

Al llegar a la oficina, notó que el pasillo estaba lleno de flores blancas en los rincones. Avanzó hacia la oficina, pero antes de entrar, una voz femenina le dio la bienvenida. "Presidenta Santamaría, buenos días", dijo amablemente una chica que parecía ser más joven que Alejandra, piel bronceada, cabello rizado en una coleta, zapatos altos, falda y blusa bien planchada. Alejandra se sorprendió levemente, pero le respondió de inmediato con una sonrisa. "Buenos días". "Soy Sofía, su nueva asistente", se presentó ella con una reverencia. "Un gusto, Sofía. Espero que te adaptes rápidamente". "Claro que sí, eso haré". "Bien, estaré en mi oficina. Te llamo si llegase a necesitar algo. Por cierto, él es Antonio", dijo Alejandra mientras se marchaba, recordando al fin que no estaban solos. Antonio sonrió fugazmente a Sofía y siguió a toda prisa a Alejandra adentro de la oficina.

Al entrar, Alejandra volteó para decirle algo a Antonio, pero no lo hizo al darse cuenta de que Antonio aún miraba detrás de él a Sofía, con la boca abierta. Eso le hizo gracia a Alejandra, que no dudó en burlarse.

"Cuidado, te entra una mosca, guapo", dijo Alejandra.

"¿Disculpa? Solo me dio curiosidad esas flores", se apresuró en decir Antonio mientras se acomodaba el saco.

"Sí, claro", dijo Alejandra con una sonrisa de burla.

Después de un par de horas de trabajo continuo, Antonio rompió el hielo y dijo: "Deberíamos salir a almorzar, ya tengo un poco de hambre". Miró hacia la puerta y continuó: "¿Piensas llevarla?"

"¿Eso quieres?", respondió Alejandra con sarcasmo.

"Bueno, es mejor que se acerquen para conocerse, digo, después de todo, será tu asistente personal", dijo Antonio aclarándose la garganta.

"Está bien, vamos", dijo Alejandra mientras caminaba hacia la puerta. Antonio iba detrás de ella con cautela.

"¿Ya tienes planes para almorzar?", preguntó Alejandra a Sofía mientras ésta se levantaba de su escritorio educadamente.

"No, pretendía almorzar en la cafetería del edificio".

"Ok, recoge tus cosas, ven con nosotros", dijo Alejandra mientras se dirigía al ascensor. Sofía y Antonio la seguían obedientemente.

Estacionaron en un lugar cerca del edificio, era un restaurante italiano que a Alejandra le gustaba mucho. Comieron pasta y charlaron.

"Cuéntame, Sofía, ¿qué edad tienes?", preguntó Alejandra con curiosidad.

"Tengo 25, señorita".

"¿Es así? Te ves un poco más joven, tienes buenos genes", dijo Alejandra con una sonrisa.

"Gracias, señorita". Sofía se puso roja que Antonio no pudo evitar notarlo y solo soltó una sonrisa juguetona.

"¿A qué te dedicabas antes de aceptar el puesto?", preguntó Antonio.

"Pues, estaba trabajando para la sucursal en Atlantic, me iba muy bien, pero apenas vi la vacante no dudé en postularme. El pago es muy bueno", respondió Sofía con una amplia sonrisa. Se notaba que estaba emocionada por su nuevo puesto.

"Atlantic, ¿eh? Es una de nuestras mejores sedes", dijo Alejandra mirando fijamente a Sofía. "¿No tuviste problemas para mudarte aquí? ¿Con tu familia o tu novio?", continuó diciendo.

"No, señorita. De hecho, mi familia es de aquí y no tengo novio", respondió Sofía con un poco de vergüenza.

"Oh, ya veo. Pero debes tener a alguien, ¿no?", dijo Alejandra con picardía.

"Sí, hay alguien", respondió Sofía. El color rojo volvió a subir por sus mejillas.

Antonio, al escucharla, se quedó en blanco. No pudo decir ni preguntar nada más.

Volviendo a la oficina, Sofía tocó suavemente la puerta del despacho que estaba entreabierta. Llevaba café con vainilla para Alejandra, para mantenerla activa y centrada.

"Gracias, qué amable", dijo Alejandra sonriente.

Recordó que Andrea siempre le daba café o chocolate caliente cuando iba a visitar a su padre a esta misma oficina.

De repente, miró las paredes y decidió que pediría una redecoración del lugar basada en la que tenía su padre, pero obviamente con un toque muy de ella.

"Bien, debo irme ahora. Nos veremos después, preciosa", dijo Antonio, sacándola de sus pensamientos.

Él se acercó y le acarició suavemente la mejilla antes de marcharse.

Alejandra se sorprendió de que eso fuera todo. Antonio solía ser muy intenso con ella hasta el punto de fastidiarla. Sin embargo, no le dio tanta importancia y siguió con sus asuntos, muy concentrada.

Fue a darse una ducha apenas llegó a la mansión. Se puso una pijama rosa y salió de la habitación para ir a encontrarse con su madre en la cocina. El olor llamó su atención de inmediato.

Amanda estaba haciendo una carne guisada que tenía un olor exquisito. Tal olor se plasmaba en todos los rincones de la cocina, llenando de ilusión a Alejandra. Le encantaban los platillos caseros que solía hacerle su madre cada vez que la iba a visitar.

Ojeó las ollas y calderos que estaban en el fuego y preguntó con impaciencia: "¿Puedo probar ya uno?", mientras estiraba la mano para tomar un cucharón que estaba en la encimera.

Apresuradamente, Amanda le da una palmadita en la mano que había estirado. "Por supuesto que no", dijo levemente enojada. "Tu turno será en el momento que esté listo. No seas impaciente".

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