Suena la alarma.
"Cumpleaños de mamá".
Alejandra hace el máximo esfuerzo por levantarse. Era domingo y solo quería dormir hasta tarde. Al ver la pantalla del móvil, sonrió de manera radiante. Desayunó rápidamente y salió en dirección a casa de su madre.
"Feliz cumpleaños mamá, te amo un montón", gritó Alejandra dándole a su madre un cálido abrazo, entregándole una torta que le había encargado a su ama de llaves.
"Gracias, cariño, es dulce de tu parte", Amanda le da un zumo de naranja mientras se alistan para salir.
"Vamos, hoy tendremos un día de chicas", Alejandra toma a su madre del brazo y la guía hacia la calle.
"Es un día lindo, como tú", le sonríe ampliamente.
Amanda agradece y se van caminando las dos.
Luego de pasar al salón, van a almorzar. A Amanda le encanta la comida italiana y Alejandra lo sabe bien, solo quiere complacer a su madre.
Cuando están cerca de casa, Alejandra no puede evitar mirar hacia la panadería. Amanda la ve y sonríe.
"Vamos por dos malteadas ¿Te parece?"
"Sí, hoy mandas tú, es tu cumpleaños", Alejandra ríe para sus adentros.
Al entrar al lugar, Alejandra repara en cada rincón buscando a su galán, pero no está por ningún lado.
La chica del mostrador la interrumpe de repente.
"Buenos días, ¿qué desean tomar?", dice con una amable sonrisa.
"Buenos días, un par de malteadas de fresa por favor", dice Amanda.
"Con galletas de chocolate también", agrega Alejandra.
Ambas toman asiento esperando el pedido cuando suena la campana de la entrada.
Alejandra se voltea a mirar como si esperara a alguien, pero solo era otro cliente.
Un rato después, Alejandra pagaba las bebidas. Dudó por un momento, pero al final preguntó.
"Disculpa, ¿Neil no vendrá a trabajar hoy?", dijo con cautela.
"Al parecer no se siente bien y pidió el día", le respondió la chica.
"Gracias", giró sobre sus talones y salió junto con su madre de la panadería.
"¿Quién es Neil?", le pregunta Amanda con curiosidad.
"¿Nos escuchaste?"
"Bueno, es que estabas hablando un poco fuerte", dijo Amanda con una sonrisa burlona.
"Vamos, mamá, no seas chismosa", ambas se rieron y continuaron caminando.
Después de dejar a su madre en casa, Alejandra fue a ducharse. No podía sacarse de la cabeza a Neil y se preguntaba si estaría bien. Se vistió y tomó las llaves del coche para ir a verlo. Era un largo camino, pero al fin llegó. Vio que las luces de su apartamento estaban encendidas, así que era muy posible que estuviera allí. No podía llamarlo, pues su número lo tenía Queen, no Alejandra. Así que tuvo que arriesgarse a tocar la puerta.
Por fortuna, después de un minuto, Neil abrió la puerta y al ver a Alejandra se quedó atónito. "Hola, ¿si me vas a dejar pasar?", dijo Alejandra con una sonrisa pícara en el rostro. "Claro, pasa, disculpa, solo que no esperaba a nadie". "¿Entonces debería irme?", preguntó ella mirándolo directo a los ojos, esperando su reacción. "No, no, encantado de que estés aquí". Le ofreció un vaso de agua y la invitó a sentarse. "Ven y siéntate conmigo, dime ¿por qué no fuiste hoy a trabajar?" "No me sentía bien, creo que fue un resfriado después de llegar anoche", dijo Neil mientras se sentaba justo al lado de Alejandra.
Ella no perdió tiempo y se acercó, le acarició el pecho tan bien contorneado con su delgada mano, lo miró a los ojos como esperando algo. Él solo tragó saliva, permitiendo el contacto de ella. "De haberlo sabido, hubiese llegado más temprano a verte, quizá te puedo ayudar a mejorar", dijo Alejandra, mientras se levantaba para ir a la cocina. "Conozco un remedio buenísimo que me hacía mi madre de niña", continuó buscando en las despensas. Después de unos minutos, volvió con un vaso y se lo ofreció a Neil. Él lo bebió sin pensarlo. "¡Wow! Esto me resulta familiar, creo que mi madre también me lo daba. Hacía tiempo que no me cuidaban así, gracias", dijo con una sonrisa en el rostro, mirando a Alejandra con una expresión de agradecimiento. Alejandra se acercó. "No hay de qué", inclinándose a él, pero dio media vuelta para sentarse.
Neil se vio un tanto decepcionado, como si estuviera esperando algo más.
Alejandra se percató y sonrió para sí misma.
Después de un rato de charlar, ella se despidió para irse, pero antes de que pudiera reaccionar, Neil la tomó del brazo y la acercó por la cintura. Sin poder moverse, la besó rápidamente. Un beso largo y cálido, como de agradecimiento.
Cuando al fin se apartaron, Alejandra no podía contener los latidos del corazón, se tocó el pecho como queriendo detenerlo.
"Gracias nuevamente por todo", dijo él finalmente para acompañarla a la puerta.
"¿Te veo mañana?", continuó él.
Alejandra solo asintió y giró para irse.
Estaba entrando al auto, pero alguien desde el otro lado de la calle la observó.
La estuvo siguiendo desde que salió de casa.
Era muy tarde cuando llegó a su casa, su ama de llaves la esperó en el salón.
"Señorita Alejandra, ¿dónde estuvo todo el día? El señor Santamaría la ha estado buscando", dijo Aida con preocupación.
"¿Y para qué? Él sabía muy bien que hoy era el cumpleaños de mamá", Alejandra respondió poniendo los ojos en blanco. Su padre no se caracterizaba por ser precisamente empático.
Al siguiente día, Alejandra bajaba las escaleras ya vestida.
Ronaldo estaba en el salón y al mirarla se apresuró en ofrecerse a llevarla a la oficina esa mañana.
"¿Y esto a qué se debe?" preguntó con el ceño fruncido. Ronaldo nunca le ofrecía llevarla a ningún lado. "No es necesario, iré en mi auto", dijo mientras se dirigía a la puerta.
"Buenos días, ayer no te vi en todo el día", dijo una voz familiar desde el estudio.
Alejandra se giró para regalarle una sonrisa a su padre.
"Estuve celebrando el cumpleaños de tu exesposa, que por cierto, es mi madre", mirándolo con cara seria.
"¿Segura de que eso es todo?" preguntó su padre con un tono frío.
Alejandra frunció el ceño confundida, preguntándose a qué se refería él.
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