Gil y Mark llegaron al campo de entrenamiento. Observaron a los miembros de sus grupos discutir entre ellos por ver quién era el mejor. Una vista que les recordaba las tantas veces que se han encontrado, y no la de personas que van a la muerte.
—¡Oigan ustedes, deténganse!—ordenó Gil. Caminó hacia el frente, mientras todos guardaban silencio y esperaban sus palabras. Los miro unos momentos y hablo:—Sé que no se pueden llevar bien, pero hoy no es el día. Todos debemos cooperar para regresar. Si cualquiera no soporta la idea, se puede marchar del lugar.
—Concuerdo con Gil—habló Mark a la par del mencionado.—Esta actitud no es tolerable. Por hoy no hay dos grupos separados, sino uno solo. El éxito de la misión radica en ello. ¡¿Entendieron?!
—¡¡Sí!! —respondieron todos.
Todos aceptaron las palabras de sus capitanes e hicieron las paces unos con otros. Por el momento dejarían sus conflictos para cumplir la misión encomendada del rey y no defraudar a sus capitanes.
—Bien. Ya que todos están calmados, explicaré sobre la zona de batalla—dijo Gil y sacó un dispositivo que proyectó un holograma.
La imagen ilustraba el mapa de un extenso bosque que se extendía por cien mil kilómetros cuadrados. Varias montañas y valles recorrían la parte sur y este del mapa. Y cinco ríos recorrían desde el norte al sur el bosque.
—Como ya deben saber, nosotros iremos hacia la aldea, draugasíða. Esta se encuentra en el centro del bosque—indicó y agrandó el mapa.—Si se crea un conflicto, enfrentaremos a cazadores en su propio territorio y con sus propias reglas. Su forma de prevalecer sería trabajar en equipo y combinar sus habilidades para reducir a todos.
—En ese hipotético caso, ustedes deben ayudarse para aligerar sus cargas. Todos esos cazadores tienen un nivel de trabajo en equipo elevado y una gran fuerza, es indispensable que disminuyan sus fortalezas —añadió Mark. Señaló a sus dos miembros de Death Skull y a Sil.—Ustedes se encargarán de mantener el orden en ambos grupos. Si uno muere, los otros dos se dividen el trabajo. Si todos mueren, los tres de mayor rango toman su lugar.
—Por último, Mark y yo, junto a varios invitados, nos encargaremos de los pesos pesados. Por lo cual, ninguno estará para apoyarlos hasta que derrotemos a nuestros oponentes —finalizó Gil.
Los dos grupos tragaron duro por tal revelación. Aunque estaban agradecidos, no se enfrentarían contra tales monstruos en batalla. Por lo tanto, gritaron en confirmación para la satisfacción de ambos líderes.
—Bien —dijo Gil. Tocó su cabeza con un dedo y le envió las coordenadas de transporte a la Vice Capitana.— Sil, traspórtanos.
—Como ordene, capitán.
Sil creó un gran círculo mágico alrededor de todos y los transportó a varios kilómetros lejos de las afueras del bosque. A pesar de que la distancia entre el bosque y el castillo era de cien mil años luz, ella se recostó en un árbol para recuperar su poca energía perdida.
—Descansa por el momento, Sil —dijo Gil hacia su compañera. Luego volteó su mirada hacia Mark y le indicó:—Vigila mientras voy a entregarle un mensaje a los bandidos locales. Si llegan los otros representantes no busquen pelearse. Un solo destello de combate y les alertaremos de nuestra llegada.
—No te preocupes, mocoso. Aguantar unos momentos a esos niños por pelear con Dominic vale la pena. Ve con seguridad.
Gil observó con una mirada entrecerrada al asesino imperial y suspiró. No se fiaba de esas palabras, por ello debía ir y volver lo más rápido posible. No deseaba que esta misión terminara antes de comenzar.
—De acuerdo. Quedas a cargo.
Gil se marchó en un flash de velocidad rumbo al sureste de su posición. Buscó rastros de la guarida de los bandidos, lobos aulladores, entre las cuevas del valle.
Unos segundos después logró divisar dos guardias en una cueva arriba del valle. Descendió hasta ellos y fue amenazado con dos lanzas.
—¡¿Quién eres?!
—Espera, esa armadura es... ¡¿Un guardia real?!
Los guardias se atemorizaron de que un tipo de tan alto calibre viniera a su escondite. Su presencia solo significaba que eran un problema debían ser exterminados.
—Oh, pero qué tenemos aquí. No es otro que el líder de los caballeros del reino, Gil —dijo la voz de un hombre dentro de la cueva. Salió desde la oscuridad y miró con sus ojos cafés al líder de los caballeros.—¿Qué te trae a un sitio tan inhóspito y olvidable?
Gil miró al hombre corpulento de cabello café y no se dejó intimidar por su gran tamaño, dos metros y medio. Este individuo era el líder de los lobos aulladores, Lucas, un hombre buscado por destruir un país entero de bajo nivel.
—Vengo con una carta del mismo rey —respondió para la sorpresa de los tres—. No sé su contenido completo, pero puedo asegurarte que te gustará el trato que tiene.
Gil agarró el pergamino dentro de su sello y se lo lanzó al líder de los bandidos. Observó cómo leía el contenido y su rostro estaba entre sorprendido, interesado y temeroso.
—Ustedes están locos —dijo con una sonrisa temblorosa. Guardó el pergamino en su sello del alma y pensó unos momentos—. Acepto con la condición de que nuestro grupo y otro más entren después de que eliminen la mayor parte del peligro. Nosotros no poseemos la capacidad necesaria para mantenernos al día con los otros y seríamos unos estorbos.
—Está bien. Es mejor para ambas partes trabajar así —habló Gil. Sacó una piedra azul de comunicación y la lanzó hacia el líder—. Esta piedra les comunicará cuando deban entrar. Mientras tanto, reúnan a los dos grupos y prepárense.
—No es necesario que me lo recuerde, ahora lo voy a hacer —respondió. Ordenó a los dos guardias que informaran a todos de una reunión.— Si me disculpa, tengo trabajo por hacer.
Gil asintió y se esfumó. Recorrió el valle con rapidez para llegar a su grupo y deseó que no hubiera ninguna disputa. Para su mala suerte, se encontró a Mark discutiendo con un maestro de una gran secta de cultivadores. Por sus miradas y las de los demás, debieron discutir sobre la lucha con Dominic.
—¿Por qué están discutiendo? —preguntó Gil. Observó con ojos furiosos a todos—. Tenemos una posible lucha de gran escala en pocos minutos. Dejen de ofenderse y compórtanse como adultos.
Los demás grupos provenientes de otros países se rieron del regaño. Ser tratados así en una misión tan importante era vergonzoso. Traían deshonor a sus países y continentes, demostrando que no son tan buenos como se decían.
—No eres el indicado para decirlo, Gil —dijo el líder de la secta. Sus ojos grises y burlones molestaron al escuadrón del mencionado—. Un niño que cree poder tratar con Finn no es digno de participar. Yo solo puedo derrotarlo en cinco movimientos. Incluso con mis manos atadas, lo derrotaría.
—¡Ja, ja, ja! Lo dices en serio. Eres tan patético —dijo Sil. El tono enojado de su voz demostraba que no le gustó su comentario.— Ustedes siempre dicen esas palabras para perder con tipos de reinos inferiores. Si Gil no puede contra Finn, menos van a poder los tipos que son vencidos por tipos inferiores en cultivo.
—Buena esa, mocosa —rió Mark. Dirigió su mirada a un grupo enojado de cultivadores y les envió una mirada burlona.— Su continente los convocó para ayudar, pero al final nosotros tendremos que ayudarlos. Nos harían un gran favor si se van y no nos estorban.
Los cultivadores se enojaron y empezaron a lanzar insultos sobre Gil, Mark y el continente Azure. La disputa llegó al punto que los bandos que se reían fueron insultados y se metieron en la riña. La escala de la discusión creció hasta casi llegar a pelear entre ellos.
En medio de todos los insultos, Gil estaba tan enojado por el desorden. No esperaba que se comportaran tan mal. Los continentes tienen disputas entre ellos y un cierto odio a los extranjeros. Sin embargo, la conducta de todos arruinaría la batalla y los conduciría a la destrucción a manos de los cazadores.
Al mismo tiempo que Gil se preparaba para intervenir, una presión detuvo las acciones de cada uno. Una voz calmada e inquietante pedía el cese a los conflictos y enviaba escalofríos en casi todos. Con temor, todos se detuvieron y buscaron al responsable.
—Gracias a Daydreams que llegaste a tiempo, estuve a punto de intervenir, Mordred.
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