El camino hacia el campo de entrenamiento de Gil fue en puro silencio. Sil intentaba hallar una forma de obtener más información, pero la actitud de su capitán la frenaba. Había pasado tanto tiempo desde que lo vio en ese estado, y un descuido de su lengua provocaría que pisara un hechizo terrestre.
Ella, como hija de una familia prominente de magos, tuvo la oportunidad de conocerlo cuando pertenecía a una de las cinco grandes familias nobles del país. No destacaba tanto como su hermano menor, el cual tenía más cualidades destacadas que él, pero su voluntad de nunca detenerse era de admirar.
En aquella época, Sil oyó de sus padres que Gil fue desheredado y expulsado de su familia. Que antes de marcharse les indicó con enojo, que demostraría que no dependía de ellos para sobresalir y, que volvería en cinco años para derrotar a todos.
Después de cinco años, observó pasmada cómo Gil había regresado y derrotado a toda su ex familia. Su demostración impresionó tanto al rey que este le dio el honor de pertenecer a la orden de caballeros.
Más tarde, luego de los eventos con Fafnir, Gil cambió y se obsesionó tanto con ser fuerte. Nunca supo la verdadera razón de este cambio, solo que el rey lo nombró líder de los caballeros y la iglesia lo contactó.
Los dos llegaron a la zona de entrenamiento y se encontraron a todo su escuadrón. Ellos se entrenaban a través de combates individuales, grupales o mixtos para no perder su condición. Tenían que mantener su rendimiento al máximo si querían seguir siendo el grupo más fuerte del continente.
—Qué milagro. Todos están presentes— dijo Sil. Rara vez los veía a todos reunidos.
—Ya les había ordenado con antelación que vinieran— comentó. Estuvo a punto de llamarlos, hasta que sintió tres presencias ocultarse en la zona. —¿A qué se debe la visita de los tres Judges of Death?
Los caballeros detuvieron su entrenamiento al escuchar la voz de su capitán. Sin embargo, al oír al grupo, se alertaron y tomaron posiciones defensivas. Era extraño que la élite de asesinos imperiales viniera al campo de su capitán sin informar con antelación.
—Nada mal. Tus instintos siguen tan afilados como siempre, pequeño Gil.
Desde las paredes alrededor del campo, dos figuras saltaron para estar frente a Gil. La última, y responsable de la voz, apareció a un costado del peli azul.
—¿En serio te gusta que te derrote, Mark?
Gil volteó su mirada para ver a un hombre de alrededor de cincuenta años con cabello blanco y ojos cafés, que lo miraba sin temor. Observó cómo tenía sus manos cerca de su ropa negra, preparado para atacar en cualquier momento.
Este hombre era Mark, el líder de los Death Skull. La pertenencia de este hábil asesino a tal grupo se demuestra con el logo de una calavera devorando su cola de hueso oculta en su ropa.
—Me has derrotado porque peleamos de día y en campo abierto—argumentó. Movió un dedo sobre su cuello mientras comentaba:—Si peleáramos en mi territorio o te atacara en la noche, tu cuello terminaría rodando.
—¡¿Qué dijiste, desgraciado?!—gritó un caballero.—Tú nunca podrás con el capitán, deja de poner excusas.
—Todos sabemos que tienes recelo del líder por tener el favor del rey—agregó una caballera.—Deja de ser tan lamentable.
Los caballeros despotricaron sobre Mark. Es bien sabido que el líder de los asesinos buscaba estar en el lado bueno del rey, pero con la llegada de Gil fue desplazado.
—Ustedes siempre hablan. Típico de los caballeros—dijo una voz masculina.—Hagan un favor y no desperdicien el aire con sus estúpidas palabras.
—Déjalos, hermano. Su actitud se debe a sus débiles oponentes—calmó una voz femenina con tono burlón.—Dudo que duren un microsegundo con un devorador de universos o los dioses del continente cultivador.
Ambos líderes veían a sus escuadrones actuar como niños. Se movieron a una velocidad equiparable al tiempo más mínimo del universo y golpearon en las cabezas de sus respectivos grupos.
—¡Idiotas, no me avergüencen así! —dijo Gil. Su expresión estaba entre vergüenza y furia.—Sé que lo hicieron por mí, así que los perdono esta vez. Para la próxima, absténganse de actuar igual o si no los pondré a ejercitar en un horno con llamas del inframundo.
—Ustedes compórtense con profesionalismo. No avergüencen a la organización —dijo Mark con el mismo estado de Gil. Apretó las cabezas de ambos miembros y les susurró: —Vuelvan a actuar igual que hoy y los llevo a la prisión Tártaro. Hay varios tipos que les gustaría jugar con ustedes.
Ambos grupos asintieron con rapidez, miedo y vergüenza. Provocar que ambos líderes los regañen fue un golpe para ellos, aún más con la presencia de terceros. Además, ser castigado con esos lugares no era nada bonito. Pocos individuos podían sobrevivir en ellos, y aunque ellos sean capaces de soportarlo no significa que no sufrirían.
—Hablaremos sobre este tema en el próximo entrenamiento —suspiró Gil. Luego miró a Mark con ojos entrecerrados.—Ahora, dime qué tanto sabes de la situación. ¿No sé que tan larga fue lengua que tuvieron los gobernantes de los otros países y estados?
—Conozco todos los detalles —respondió para intriga de los caballeros y Sil.—Y como imaginas, cumplo la orden del rey para desplegar la Death Skull.
—Ya veo. El rey fue muy astuto para mover sus fuerzas de esta forma.
El líder de la Death Skull entendió que su rey utilizó a los nobles con lenguas sueltas para transmitirles movilización. En un principio, creía que su misión era eliminar los rastros de Alexa. Pero al terminar de escuchar todo, sutilmente les encomendaron la misión de ayudar a Gil y su escuadrón.
—¿Piensas que otros continentes moverán sus fuerzas? —preguntó Gil—. Sé con certeza que hay varios espías en el castillo. La única razón por la que ustedes no los eliminaron se debe a su utilidad para el rey, ¿cierto?
—Nada mal, para un mocoso como tú —comentó Mark con una sonrisa—. Sí, ellos son útiles. Solo se enterarán de lo que deseamos, y a su vez, mantenemos a los otros continentes o amenazas de Azure controlados.
—Es de esperarse del rey, una estrategia magnífica —alagó Gil—. Bien. Ve con tus allegados a informar a tu escuadrón, yo le explicaré a mi escuadrón la situación. Nos vemos en la iglesia para pedir 'eso'.
—Ok. Nos vemos en diez minutos.
Gil volteó a ver a su escuadrón al mismo tiempo que las tres sombras se marchaban. Captó las miradas temerosas de varios y suspiró. Ellos escucharon la conversación y entendieron el rumbo de la misión. Incluso vio un poco de temor en Sil.
—A veces me pregunto por qué sigo en este cargo —suspiró Gil y se acercó a su escuadrón.—Verán, la situación es esta...
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