Un rato más tarde, Arthur llegó a una casa de dos plantas. A diferencia de las otras casas, había un letrero con el dibujo de un arco disparando tres flechas. Según su padre, este símbolo le pertenecía a su familia: un linaje formado por un elfo ancestral y un humano. También, su origen procedía desde los tiempos antiguos, más concretamente en la misma época que atacó Nightmare.
El peliblanco entró lento y silencioso a su hogar. Por la posición del sol se dio cuenta de que llegó un minuto tarde. Eso significaba que su madre le golpearía la cabeza y lo castigaría. Como si presagiara tal evento, un cucharón golpeó su cabeza y la sujeto con dolor.
—¡Auch!, ¡eso duele, madre!
—No dolería si llegaras a tiempo.
—Solo fue un minuto. ¡Un mísero minuto!
—Y un minuto es el que te golpearé.
Luego de recibir el regaño y los golpes de su madre, Arthur la miró con dolor. Un golpe de ese calibre no lo lastimaría, pero era molesto.
La madre de Arthur medía un metro setenta. Tenía cabello café, ojos avellana y un rostro redondo. Su vestimenta consistía en un dirndl de color verde.
—Ahora, lávate las manos y ven a almorzar.
—Bien, bien —asintió y se fue al lavatorio.
Después de lavarse las manos, Arthur fue a la cocina con emoción. Desde su lugar olía la comida que su madre preparó. Su boca se hizo agua al percibir que era su plato favorito: Chowder seafood.
Al entrar a la cocina vio a su padre esperar por su llegada para comer. Su madre solo les permitía comer cuando todos estaban. Una vez, él comió un bocado de su comida y su madre lo obligó a verlos comer antes de permitirle tomar un bocado.
—Llegas tarde. ¿Acaso tu "amiga" te distrajo? —preguntó con burla el padre.
—Deja de molestarlo, Finn —regañó su esposa.—Tú fuiste igual en tu juventud. ¿No recuerdas nuestras cortas citas?
—Sí, pero no hablamos de eso. Y bien dime: ¿Qué pasó? —preguntó Finn. Miró cómo su hijo estaba quieto y se sonrojaba.—Ah, ya veo, te dio un beso.
—¡¡Cállate, padre!! —gritó enojado y avergonzado. Se sentó en su asiento y lo miró.—Solo estuvimos juntos en el parque. Nada más.
—Hijo, no es para avergonzarse. Ustedes siempre han sido muy unidos —comentó la madre y puso un rostro pícaro.—Pero cuéntame: ¿te gustó su beso?
—Incluso tu madre —suspiró.—Bien, ella me besó en el cachete. Me tomó desprevenido cuando me despedía de ella y se escapó como un conejo.
—Oh, qué tierna —dijo la madre con una mano en su mejilla.—La niña tímida de aquel entonces está floreciendo. Debo contárselo a Katherine.
—¡No lo hagas, madre! —exclamó.—¡Si Alice se entera de ello no terminaré de escucharlo!
Finn rio por la conversación de su esposa, Aileen, y su hijo. Desde el día que Katherine le contó sobre las interacciones de los dos, ambas madres trabajaron para molestarlos e imaginaban que en un futuro serían familias. Además, ver a su familia tan feliz lo alegró de seguir vivo. Soportar el dolor de sus heridas y la maldición de Fafnir valían la pena.
—No hablemos del tema, madre. Tengo hambre.
—Está bien, lo dejaré por el momento. Otro día me contarás.
Arthur no contestó y empezó a comer, seguido de los demás. Hablaron de la fiesta por la fructífera cacería. Una fiesta que hacían los fines de semana al sobrepasar la cuota de la aldea y la exportada fuera de ella. Luego la conversación tomó un giro hacia la llegada de Alexa.
—Por fin regresa Alexa. No es una maravilla —dijo Aileen.—Solo hemos recibido cartas de ella y ninguna foto. Me pregunto cuánto ha cambiado.
—Tal vez se parezca a su madre. Ella heredó su apariencia y la actitud de su padre. —comentó Finn.—Mira que no enviar una foto o algún presente es típico de Dominic.
—¿En serio les interesa eso? —preguntó Arthur escéptico.—Yo estoy más interesado por lo fuerte que es. ¿No escucharon sobre sus hazañas y la oferta del reino?
Los dos padres miraron a su hijo y suspiraron. Su hijo no mostraba mucho interés en el amor, solo amaba la lectura y la caza. Si no fuera por sus reacciones con Alice, creerían que era un caso perdido.
—No todo se trata de pelear, hijo —dijo Finn.—Pero, ya que hablamos de eso, ¿cómo te sientes con la prueba de mañana?
—Estoy bien —mintió—. Ya tengo todo preparado. Mañana entraré y romperé el récord de Alexa. Tal vez así ella acepte un desafío.
—Si tú lo dices.
—Ustedes y sus cacerías —negó Aileen—. No se te olvida nada sobre mañana, Arthur.
—¿Eh? No, nada. ¿Por qué lo dices?
—No sé, tal vez tu cumpleaños número once.
—Oh, mi cumpleaños, cierto. Me olvidé de que a los once se permitía la entrada en la mazmorra: bosque cambiante. Tanto tiempo planeando la conquista del lugar me hizo olvidar ese detalle.
—Si olvidaste ese detalle, no estás listo para ir —mencionó Finn—. En cualquier área o vocación que intentes, el más mínimo detalle puede arruinar todo.
—Entiendo. Lo trataré de corregir —dijo Arthur. Vio a su madre levantarse hacia un mueble y preguntó—: ¿Qué haces madre?
—Como mañana es tu cumpleaños, te preparé algo —contestó y revisó las gavetas hasta recoger un paquete. Caminó hacia su hijo y se lo entregó—. Sé que saldrás temprano para practicar y aliviar tus nervios. Mejor te lo doy hoy y aprendes a usarlo.
Arthur abrió el regalo y se sorprendió. El paquete contenía una ropa de cazador con piel de un camaleón tigre, una máscara con forma de halcón y un sello del tamaño de dos villas.
—¿... Cómo?¿... Cuándo lo hicieron?
—Fue fácil: Finn se encargó de los monstruos y yo de confeccionar el traje —comentó Aileen—. No tengo que comentarte sus funciones, tú ya debes deducirlos.
—Sí, los conozco muy bien —dijo. Se levantó y abrazó a sus dos padres. Agradeció con lágrimas y murmuró—:... Gracias. Son los mejores.
Arthur se dio cuenta de que sus padres estaban preocupados por el temor que presentaba. Todo el mes estuvo ocupado con sus medidas para sobrevivir la prueba que no tomó en cuenta a los demás. Pero ellos prepararon esa vestimenta para demostrar que creían en él y siempre lo acompañarían.
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