Capítulo 8

Helen podía sentirse humillada.

El baño que había recibido era más un juego de poder por parte de Demon.

Un juego que le decía que ella debía aceptar su destino en este lugar porque no tenía control y ella seguía con vida porque ella tenía un propósito que aún no sabía a pesar de que podía imaginarlo con los comentarios de las niñas llamándola "mamá".

Era un reemplazo.

Se negó de tener lástima porque era muy posible que el mismo haya matado a la primera mujer. Además, sentir lástima por tu captor sería uno de los signos del Síndrome de Estocolmo y ella no quería sentir lástima cuando se sentía humillada y sucia. Tan sucia que quería bañarse de nuevo y restregar con fuerza las parte que Demon tocó sin su consentimiento.

Pero no debía mostrar disgusto. Debía hacer como si todo fuera tan normal porque esto podría ser cotidiano, más cuando él pensaba que era su dueño. Helen no pertenencia a nadie, solo seguía esto para sobrevivir.

Fue obligada a ponerse un vestido que la tela era tan delgada y transparente que mostraba todo. Un vestido rosa claro que ella detestó porque podía ver su pecho, todo lo contrario a lo que estaba acostumbrada por sus complejidades que le inculcó su madrastra.

El vestido era todo lo contrario de lo que usaría.

Su cabello largo, que había estado sin cortar desde la muerte de su madre, era secado por una toalla que empezaba a humedecerse de forma rápida. No obstante, Demon no parecía molesto supuso que era la costumbre.

Luego, su cabello lo suficientemente seco, fue trenzado. Helen era una muñeca en las manos de Demon, una que debía ser vista y que tal vez no se libraría en poco tiempo. Ella sabía que nadie informaría sobre su desaparición, no su supervisora o parte de la universidad todo porque literalmente había sido los últimos días. Solo notaría que faltaba cuando haya pasado un mes.

O esperaba que su vecina fuera considerada.

Volvió a la "cama", una había sido cambiada debido a que Aria estaba ahí colocando una manta doblada, una manta más abrigada que Helen agradeció. Pero sus ojos notaron una cadena pegada a la pared donde estaba la cama.

Ya no la iban a amarrar, ahora sería encadenada que cumplía con la misma función.

Fue obligada a estar en la cama sentada. Helen controló las ganas de sonrojarse al estar vestida de esta manera frente a una adolescente. Esto iba a ser parte de su vida.

Demon se agachó frente de ella para encadenar su pie derecho. Esto le daba más libertad, pero no lo suficiente para escalar y ella no haría eso cuando había niños que la necesitaban.

—Es lo suficientemente largo para que vayas al baño —explicó Demon con una suave sonrisa.

—Gracias —dijo Helen sabiendo que debía hacerlo.

Ser agradecida por lo que da.

Este abrió un poco sus ojos, pero parecía bastante agradecido y engreído por un simple agradecimiento. Aria hizo un ruido de sorpresa, que lo hizo sospechar que tal ex nadie agradeció a Demon de esta manera, no al principio del secuestro.

Tal vez necesitaba tener cuidado, pero ya había hecho un movimiento que no podía retractarse. Uno que debía seguir para no levantar sospechas.

—Oh, no me agradezcas, creo que te lo mereces por ser tan buena estos días —comentó Demon con suavidad.

Ella no dijo nada sabiendo que no debía responder en este momento. No se le había dado la palabra y un incesante agradecimiento podía molestarlo, u ella no quería ser la siguiente morir.

La mano derecha de Demon subió hasta su mejilla, sosteniéndola con cariño. Controló su cuerpo para no estremecerse por tal contacto en ella, un contacto no deseado.

—Bella, o mi querida Bella, espero que tú seas la correcta —dijo Demon con anhelo, uno sumergido en la locura y obsesión.

Como una despedida, este beso sus labios. Era un simple toque, pero Helen sintió tal repugnancia que tenía la bilis en su garganta amenazándola por salir fuera de su cuerpo. Pero hizo una buena actuación de controlar su desagrado, no cuando podía agregarla a la pila de muertos.

Se alejó de ella entretenido, como si sintiera sus pensamientos, el hombre arremetió con un beso más profundo y hambriento que dejó sin pensamientos a Helen más allá de humillación y vergüenza porque su cuerpo la traición a pesar de que sabía que así el cuerpo puede responder.

Aquel beso, uno que nunca recibió en su vida, la dejo sin aliento y a Demon tan engreído. Fueron esas manosque se atrevieron a tocar más (el vestido incluyo en la ayuda al contacto), que la despertó.

—Oh, eres perfecta —murmuró este con alegría en su voz.

Debió pasar una prueba, una que otras no habían logrado. Oculto su ira, sus ganas de vivir era mayor.

—Pero no puedo estar todo el día aquí, mis florecitas necesitan —le dijo como si fuera un secreto.

Las florecitas sin duda eran sus hijas.

—Aria vendrá para dejarte la cena y con sus tutorías de historia —indicó con una sonrisa que le hacía ver apuesto.

Cierto. Se había dado como voluntaria para darles clase de historia a Aria. Se recordó a sí misma no olvidar nada, todo era importante.

Demon se levantó con una última acaricia en su cara. Los ojos de Helen lo siguieron sabiendo que era un peligro para ella.

Pero cuando el hombre abandonó el lugar con una última mirada tanto para ella como para Aria, no pudo evitar mirar a la adolescente que tenía los ojos entrecerrados.

—Eres inteligente —le murmuró con algo parecido a una sonrisa en la cara.

Ella también se fue, lo cual dejó a Helen sola, quién se acostó y trato de ignorar el asco que sentía. No era bueno tenerlo en la mente, debía mentalizarse de que otras cosas ocurrirían con ella sabiendo su pobre destino por parte de este hombre, o lo que aparentaba ser.

Tampoco pensó en las víctimas que murieron en tal lugar sintiendo el miedo y dolor antes de morir. No obstante, su mente se dio cuenta de que no estaba en el mismo lugar que antes, y eso fue un paso en falso suyo al no notarlo.

Tal vez fue la parte afectada en la hora del baño o simplemente quiso ignorar que podían jugar con su mente como hace unos momentos.

No era la cena, era el almuerzo que debían entregarle, pero los juegos mentales era más fácil de quebrar a una persona y difícil de juntar las piezas que se esparcieron por el lugar.

Ella no creía sobrevivir intacta sin comunicación humana. A pesar de vivir sola, aún hablaba con sus vecinos, por muy corta duración de la conversación que fuera. O sus compañeros de clases.

Por algo el aislamiento total estaba figurado como tortura. Psicológica, pero tortura al final de cuenta.

Cerró los ojos, era lo único que podía hacer.

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