Helen no supo cómo actuar frente a la persona que tenía adelante. Los ojos la habían dejado muda, más cuando pensó que estaba frente a un demonio.
Por supuesto, en situaciones de miedo, había tenido práctica para no actuar como los demás esperaban. Si algo daba mucho miedo que incluso hacía desmayar a las personas, Helen dejaba de respirar y se quedaba como una estatua. Y claramente no había sido la reacción deseada si los ojos de este demonio oscurecieron con desconcierto.
—Eres simplemente perfecta —murmuró con ternura y felicidad el demonio llevando sus propias manos a las mejillas de una horrorizada Helen que mantuvo aquella emoción enterrada.
Lo había notado, este demonio había dicho que podaría su jardín y si su nombre dado por el demonio era belladonna, era sin duda que no le gustaba el llanto o los gritos. Las flores y las plantas eran silenciosas, lindas y hermosas para ver y no ser escuchadas. Que el sollozo de la otra chica indicaba que no era una planta callada, que había sido una mala plántula y debía cortarla desde raíz para que no volviera a crecer, en este caso, nunca más vivir.
Helen, con instintos de sobrevivir, quedo en silencio.
—Mira, querida Belladonna, esta planta no es tan perfecta y se está marchitando, quiero que veas cómo la voy a podar ¿Puedes verlo? —la sonrisa acompañada de la pregunta fue filosa.
¿Ver una escena tan sangrienta? ¿Sería capaz de eso? No lo creía, no cuando se sentía un poco conectada por la situación, pero no lo suficiente para perder sus propias ganas de sobrevivir. Ni siquiera conocía la persona, no había nada más que simpatía.
El demonio no esperó respuesta y se levantó después de acariciar con sus nudillos las mejillas de Helen. La mujer negó con la cabeza de forma desesperada y la miro en busca de ayuda, pero Helen evitó la mirada. Si trataba de ayudar, algo inútil en su situación, ella también moriría. No quería morir, porque si hubiera querido eso en su destino, se habría quedado con su familia esperando el momento indicado en que encontraría veneno en su comida, o un momento exacto para ser apuñalada en modo de defensa.
«Como si aquella puñalada fuera en defensa propia» dijo sarcásticamente una parte de su mente, que simplemente descarto.
Lo siento, no puedo. Pensó hacia la dirección de la mujer.
Tragó saliva cuando el demonio se agachó y saco la mordaza de la mujer que aún sollozaba.
—¡Por favor! ¡Por favor! ¡No me mates! H-Haré cualquier cosa, por favor —dijo la mujer entre sollozos desesperados.
—Oh, amor, querida Sansevieria, podría haberte dado el mundo entero...—dijo con ternura que empezó a disminuir, una ternura que fue dedica a Helen, y el demonio tomó el cabello de la mujer sin delicadeza para murmurar con un odio que fue increíble de ver en una persona—...si no hubieras tocado a una de mis hijas.
Cadenas sonaron mientras la arrastraba del cabello y la mujer no pudo ser más arrastrada ya que el máximo de las cadenas habían alcanzado. La mujer grito de dolor, sus manos habían sido amarradas en la parte de atrás y por supuesto, ser arrastrada de los cabellos era doloroso, lo sabía por experiencia.
Helen escondió la mueca cuando escucho un horrible sonido de algo rompiéndose y el grito más aterrador que sus oídos captaron.
—¡NO! ¡NO! ¡NO QUIERO! ¡AHHHH!
Yo tampoco, pensó Helen paralizada, yo tampoco quiero morir de esa manera.
Si Helen tenía que hacer algo, lo haría con tal de sobrevivir. Pensó que era un simple secuestro (a pesar de que en realidad en su interior le decía lo contrario, lo cual fue una equivocacion para engañarse a si misma que podía estar a salvó), que las mantenía cautivas para observarlas, pero esos ojos le dijeron que no era así de simple.
Era el mismo asesino que estaba en las noticias, aquel que descuartizaba a las víctimas que tenía.
Y los descuartizaba vivos.
—Perdoname, Sansevieria, pero no puedo tener una mala planta en mi jardín —dijo el demonio con un tono de tristeza en su voz que estremecio a Helen por el cambio rápido de la personalidad del demonio.
No era sorpresa, no era lo más estable de las personas, en especial si tenía periodos de "caza", por así decirlo a los asesinos seriales.
—¡MONSTRUO! ¡SE DARAN CUENTA DE LO QUE HAZ HECHO! ¡MORIRÁS! —gritó la mujer con desesperación, casi como una maldición al demonio.
Pero Helen sabía que no sería así, que el demonio no sería atrapado hasta que se dieran indicaciones para arrojarlo hacía su dirección. Este demonio, si las noticias era de información, llevaba un tiempo haciendo esto. Un largo tiempo a pesar de la apariencia juvenil del demonio.
Debió esconderse en una buena piel humana haciéndose pasar por alguien carismático y amable, si lo poco que recopiló en el intercambio le decía algo.
Los minutos, que quizá fueron horas, se llenó de gritos y maldiciones hasta que no hubo más sonido que un cierra cortando el hueso.
Helen vio esto con el estómago revuelto y ni siquiera se movió de su lugar. El olor a óxido en el aire era fuerte que le hizo fruncir la nariz con asco.
Las ganas de vomitar estaban próximo si la bilis en su garganta era una indicación, pero no boto nada que indicara su molestia y desagrado por lo visto. Su cuerpo temblaba levemente y sentía frío por todos lados.
Ella sería la siguiente si no se comportaba, sería cortada como una planta porque no le agradaría el comportamiento que tenía hacía el hombre. Se dijo que sería mansa hasta que pudiera salir de la situación, pero no creía que saliera ilesa.
Su cordura estaba en juego.
Y ni siquiera sabía lo que se esperaba de ella.
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