Capítulo VI

Mi nombre es Gerald Hans Meyer. Mis padres son alemanes, aunque por error nací en Holanda, ya que ellos se encontraban de paseo en Ámsterdam cuando yo decidí y de forma inesperada llegar al mundo. Así que por nacimiento soy holandés. El matrimonio Hans tuvo tres hijos. Soy el segundo.

De mi vida personal no hay mucho que contar, tengo treinta y tres años, soltero, pero mantengo desde hace dos años y medio una relación con Dubraska Becker, una bellísima rubia alemana dueña de una academia de modelaje. Aparte, también es actriz de doblaje en la productora qué desde hace ocho años es de mi propiedad. Todo éste tiempo he vivido en Múnich.

Por ahora en nuestro noviazgo estamos muy bien, aunque en éstos últimos tiempos a ella le ha dado por preguntarme cuándo nos casaremos. En honor a la verdad, aún no me siento preparado para dar ese paso tan importante en la vida de una persona.

Quiero que cuando eso ocurra sea para toda la vida. Así cómo mis padres que ya tienen más de cuarenta años juntos, se nota que aún se aman y lo preocupados qué son el uno por el otro.

Hace seis años, mi hermano mayor de treinta y cinco años perdió la vida al conducir a toda velocidad su moto de alta cilindrada, esta situación nos dejó con el alma rota en mil pedazos que nos ha costado a pesar de haber transcurrido el tiempo superar el dolor. Y allí han estado mis padres unidos apoyándose y juntos soportando ese gran dolor.

Unos años antes de esta terrible tragedia, mi otro hermano, el más pequeño de todos, de espíritu libre y aventurero se fue a dar la vuelta al mundo cuando apenas tenía diecinueve años, y no hemos sabido nada suyo en estos años. Cremos que está vivo, ya que hay personas que aseguran que lo han visto en algunos lugares del mundo. Así que solo nos queda esperar que algún día regrese. Es lo que alberga el corazón de mi madre y de todos.

Bueno, y volviendo a lo del matrimonio, yo no quiero casarme por ahora, y así se lo dejé muy claro a Dubraska. Esperaré que pase el tiempo a ver qué tal.

También lo que pasa, y es que debo reconocerlo, es que soy sumamente mujeriego. Por supuesto, como a todo hombre, las féminas me encantan, me vuelven loco, y es que también ellas me buscan, y es que tampoco voy a negarlo, por supuesto modestia aparte, soy un hombre atractivo, adónde llego las chicas me envían sus números de móvil y hasta recibo invitaciones para cenar y "desayunar" «jajaja»

Eso sí, no repito dama, disfruto de su compañía, las llevo a los mejores sitios 5 estrellas, restaurantes, discotecas, moteles, pero hasta ahí nada más. De hecho, trato de ser claro desde un principio para evitar futuras polémicas, es que ni siquiera su nombre pregunto.

Por ahora todo marcha estupendamente en mi vida.

No obstante, estoy claro que las cosa pueden cambiar de un momento a otro, y es lo que me ha pasado.

Hace unos días me sorprendió la visita de mis padres. Llegaron un miércoles muy temprano, así, sin siquiera avisar. Menos mal que fue en la semana, ya que si hubiese sido sábado o domingo, se iban a petrificar en la puerta, porque yo soy de sueño demasiado fuerte, duermo tan profundo que no hay poder humano que me despierte. He sido así toda la vida, de hecho, me gusta dormir hasta muy tarde sobre todo cuando no trabajo, pero cuando tengo que hacerlo, o un compromiso en el que tenga que estar temprano, entonces madrugo, confieso que soy responsable y puntual.

Bueno, el caso es que mi padre ha venido únicamente a conversar conmigo y para hacerme una propuesta.

Me ha dicho que debido a unos problemitas de salud por los que está atravesando, y a sus 67 años de edad, va a dejar la empresa. Ya es justo.

No quiere continuar en la presidencia de la constructora, una de la más sólida del país fundada hace tantos años, y que ha sido la responsable de construir las más importantes edificaciones, incluyendo los centros comerciales más grandes y modernos con qué cuentan las principales ciudades del país.

Así que me dice:

—Bueno Gerald ha llegado el momento, no hay más hombres en la familia que puedan continuar con el negocio que fundé para ustedes, así que, ya es hora que seas tú el que presida la constructora.

—Pero papá, eso no puede ser, no es viable.

—¿Sabes lo que eso significa? — Tendría que mudarme para Sao Paulo, y aquí también tengo mi negocio, mi productora que va muy bien.

—Hijo, después de lo que pasó con tu hermano mayor que prematuramente nos dejó, pues te corresponde a ti el honor. Además eres ingeniero civil.

—Si, es verdad, estudié ingeniería civil, aún así ejercí por muy poco tiempo. Obviamente, me siento familiarizado con todo lo relacionado con la construcción, estructuras edificaciones y obras hidráulicas. Pero de allí a ser presidente no lo considero, es que no me veo.

—Gerald, tú no vas a construir nada. Para eso tenemos un equipo de grandes y reconocidos ingenieros, se puede decir que tenemos a los mejores. No se te olvide que la constructora es tuya y de Scott, en el caso que algún día aparezca.

—¿Pero mientras que hago?

—¿La dejo en manos de otros?

—O sea, que se pierda mi esfuerzo de tantos años.

—Papá, yo te entiendo, pero entiéndeme también a mí. También he dedicado esfuerzo, constancia dedicación a mi trabajo, tampoco puedo dejarlo perder.

—¿Es muy difícil que lo entiendas?

—No hijo, yo lo entiendo y estoy muy orgulloso de lo que has logrado, no te imaginas cuánto. Sin embargo, y aunque no es que quiera minimizar tu productora, pero no puedes compararla con la constructora, una empresa donde se maneja una plantilla de tres mil trabajadores. Por eso te pregunto:

—¿Qué hago?

—¿La vendo entonces?

—¿Qué mi esfuerzo de años se vaya a la mierd@?

—¿Eso es lo que quieres?

—Papá no pongas palabras en mi boca que no he pronunciado. Obviamente no es eso lo que quiero, pero imagínate, es cambiar mi vida casi que por completo, de Múnich a Brasil es bien marcada la diferencia. No me acostumbraría, aunque claro, tú sabes mejor que nadie que ya he vivido allá un par de años, y Sao Paulo me ha encantado. Pero de eso a vivir permanentemente no lo creo. Es que no me hallaría. Dime algo papá:

—¿No hay nadie dentro de la directiva a quien puedas delegar la presidencia?

—Bueno claro que los hay, por supuesto muy calificados y cualificados, sin embargo en honor a la verdad no los considero aptos para que lleven la empresa.

—Pues bueno papá creo que yo tampoco soy el más indicado para tan alto cargo.

—Además,

—¿Cómo se sentirían todos?.

—Yo sería un intruso que seguramente le quitará la oportunidad a otro ejecutivo que realmente esté familiarizado con la constructora y aparte, reúne los méritos necesarios para ascender a un puesto de tal envergadura. No yo precisamente.

—Mira hijo, la verdad sea dicha, y aunque suene feo de mi parte decirlo, pero ésta empresa es absolutamente mía, tú sabes cuáles son las políticas internas. Nunca quise siquiera tener socios comerciales, accionistas ni nada, y todo para que cuando tuviera que tomar decisiones no tener que pedir opinión a nadie. Así que delego en quien quiera, y al que no le guste que se vaya y listo.

Observo detenidamente a este hombre qué es mi padre, un hombre al que admiro y amo tanto, hombre con temple de acero que pudo lograr solo fundar un monstruo en lo que a construcciones se refiere.

«El monstruo gris» cómo es llamada en todo Brasil. Este hombre lo hizo por amor a mi madre, cuando la conoció sus padres no lo veían con mucho agrado ya que pertenecía a la zona rural del país, por consiguiente no era adinerado. Sín embargo trabajó duro, muy duro durante años y logró establecer su empresa de a poco, y solo eso lo dignificó ante los ojos del abuelo que se dió cuenta de su esfuerzo, dedicación y empeño, solo asi pudo concederle a su hija para que se casaran, formasen su hogar y fuese el padre de sus nietos.

Después de muchos años, decidió establecer su empresa en Sao Paulo qué ofrecía mayores oportunidades de crecimiento que Hamburgo que era donde para ese momento radicaba.

Entonces le digo:

—No te prometo nada padre amado, lo pensaré unos días y luego te doy mi respuesta.

Pero, cómo dicen:

«El hombre propone y Dios dispone»

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