Sir Alexander fue el último en llegar, en cuanto entro, noto el ambiente pesado por el rostro enfadado de su señora y la preocupación de sir Cristian.
—¡¿Cómo es que varios bandidos atacaron ciudades, mercados y pueblos con todos los regimientos trabajando?! ¡Además, casi destruyen las minas!
—Fueron ataques planeados, mi señora —respondió sir Cristian—. Pero no lo digo como excusa, fue un fracaso evidente y el resto de los tres comandantes están trabajando en ello.
—¡¿No ven que eso es lo que quiere su santidad?! Si el asunto de los bandidos se resuelve rápido, se harán preguntas de cómo pudo pasar si se supone que dos regimientos con el duque y uno esperándolo a las afueras del bosque blanco.
—Pero, no podemos dejar que esos bandidos escapen —dijo sir Alexander—. Tampoco podemos dejar desprotegido el castillo. Verlur es un ducado grande.
—Este caos iba a pasar, mi señora —continuó sir Cristian—. En el momento en que se iba a revelar el estado de su excelencia. Era obvio que habría criminales que aprovecharían el débil estado de su excelencia. Nos preparamos para eso…
—¡Nos preparamos para cuando el duque llegara al castillo! ¡No para antes porque, públicamente, aquí solo hay dos regimientos! ¡Cualquier movimiento extraño será suficiente para que su santidad nos exponga!
—¿Sugiere que no nos encarguemos de los bandidos? —sir Alexander no podía creerlo—. No puede hablar en serio, es la duquesa y no puede abandonar al pueblo…
—¿Cómo nos llamará su santidad cuando descubra que ocultamos a su excelencia? ¿Traidores? ¿Herejes? ¿Locos? Da igual la palabra que use, seremos culpables y ya. A menos que los comandantes vayan por la opción de solo entregar un culpable.
—¿A qué se refiere? —preguntó sir Cristian— ¿Quiere entregar a uno de los comandantes?
—¿Y eso de que serviría? Todos los comandantes son hijos legítimos. Si nos descubren, sabrán que yo estuve a cargo de todo desde que su excelencia llegó. Ustedes serán los nobles caballeros que no tuvieron más opción que seguir a la Duquesa Bastarda. Si hay un solo culpable, creo que es obvio que seré solo yo. Serán obligados por el Templo a señalarme como la única responsable. Su santidad me señalará como una criminal peligrosa.
—No puede ofrecerse así, usted es la señora de Verlur —dijo Alexander.
—¿Quién dijo que me ofrecería? Si deciden desobedecer mis órdenes y van tras los bandidos, su santidad nos descubrirá. Y si eso pasa, él podrá señalarme como culpable de todo: desde el envenenamiento de mi esposo hasta el ataque de los monstruos y bandidos. Yo ya di mi orden, pero en cuanto salga de este salón, no sabré de lo que hablen entre ustedes dos. Ya sea salvar al pueblo y entregarme o hacer la vista a un lado y seguir el plan. La mitad del 1° regimiento se quedará en el castillo, la otra mitad puede salir junto al 2° regimiento y su comandante para cazar a los bandidos —se levantó—. Otra cosa, cualquier turba furiosa a los muros del castillo será tratada como se debe, ya sea mediante arrestos o flechas.
—Mi señora… —Alexander quería detenerla, pero ella no lo dejó hablar:
—¡Mis órdenes son absolutas e irrevocables!
La duquesa se retiró dejando solos a los comandantes. Sabía que ellos seguirán hablando sobre sus órdenes. Pero no iba a perder tiempo en repetirles sus palabras una y otra vez cuando era notorio que no la obedecerían.
“No importa cuánto me esfuerce, al final, todos seguirán a mi esposo”. Diannel caminó con la mirada en alto y luego se rió. Sus doncellas la miraron extrañadas pero no dijeron nada. Cuando su señora terminó de reírse, tampoco dijeron nada. Simplemente la siguieron hasta su oficina.
La inesperada reunión de la duquesa y los dos primeros comandantes llegó a oídos de Yodiveira. No fue difícil para él convencer a varios sirvientes, había muchos que seguían odiando a la duquesa bastarda. Aunque los que le decían todo lo ocurrido apenas sabían algo.
“Se alteró con los ataques. Si usan al resto de los regimientos para atrapar a los bandidos, habré ganado. Ya hay sacerdotes listos para recriminar la presencia de los hombres que deberían estar viniendo de Kolmat”.
Tomó un libro que trajo del templo y lo abrió para relajarse y leer. Estaba demasiado tranquilo considerando que varias personas perdieron la vida en su plan. Y todavía faltaban más vidas que tomar, todo para presionar más al ducado. Yodiveira no iba dejar que Diannel tomará un respiro de paz hasta verla derrotada.
“¿Cuánto soportarás desde ahora? La gente te odiará más de lo que ya lo hacía. Te perseguirán, destruirán esas puertas y entraran a matarte. Este es el precio que debes pagar”.
Cuando la duquesa salió del salón de reuniones, los dos comandantes no dijeron nada en los primeros minutos. Todavía procesaban las órdenes de su señora, las consecuencias de obedecerla y desobedecerla. No fue hasta que el 1° comandante habló que el silencio se rompió:
—No podemos obedecerla, mucha gente morirá si lo permitimos. Además, ya sea que hagamos algo o no, vendrán por la duquesa.
—Creo que los demás comandantes deben estar deteniendo a los bandidos —dijo Alexander—. No esperaran una orden de la señora para proteger a la gente. Así que, sus órdenes ya no tienen sentido.
—Entonces, nos quedaremos aquí —sir Cristian colocó pequeñas estatuillas para marcarlas en el mapa—. Nuestra señora tiene razón en una cosa: una turba furiosa puede venir a los muros del castillo. Tendremos que asegurar cada entrada y salida, las torres deben estar vigiladas y levantaremos el puente.
—Debemos enviar a varios guardias y caballeros para detener a los bandidos que ronden cerca. Thomas y Andreas pueden ir a las ciudades de Donovien, Alker y dar la vuelta para regresar al castillo pasando por Lorens, Osym, las Colinas Verde y Odek. Que sir Hans esté cerca, por Belmot, el lago Kalin y la Ciudad Santa. Nosotros enviaremos hombres a Renish y Silas.
—De acuerdo —sir Cristian estuvo de acuerdo—. Aumentare la seguridad de la duquesa y restringiré sus movimientos. Eso la molestará mucho pero, en esta situación, no podemos seguir obedeciéndola. Ella no saldrá del castillo y todo lo que suceda a su alrededor será reportado, incluso la comida y bebida deberá pasar por un guardia antes de que llegue a su boca.
—Enviaré a los cuervos al resto de los comandantes —Alexander se preparó para salir—. No olvides que el actor debe estar preparado para el regreso de su excelencia. Luego tendremos que anunciar su estado y podremos decir que la señora se quedará a su lado para cuidarlo.
No tardaron mucho en desobedecerla, algo que Diannel ya sabía. Por eso hablo con Issac mucho antes para tomar una decisión respecto a su esposo y sobre sus aliados. Ahora, solo le quedaba ese día exacto antes de que los comandantes controlaran el castillo por completo hasta el “regreso” de su esposo. Aunque también sabía que seguirán teniendo el control, de nada sirvió decirles que ella seguirá siendo la cabeza del ducado dentro de los muros.
“Ellos deben priorizar el bienestar de la gente de Verlur. Algo que yo, según ellos, soy incapaz de hacer”. Diannel ya sentía como el poder se le iba de las manos.
—¡Comandantes! —un guardia entró apresuradamente al salón de reuniones antes de que se fueran—. La duquesa se fue del castillo… y dijo que el duque despertará en dos días. Dijo que iría a un lugar seguro. Me pidió que no la buscaran, que el duque recibió un antídoto que lo despertará en dos días y que volvería para entonces.
—¡¿Cómo?! —Sir Cristian se acercó al guardia para preguntar más— ¡¿Exactamente a dónde fue?! ¡¿Dijo algo más?! —el guardia negó.
—Héctor y Sam podrían enviar su ubicación. No son tontos, saben lo peligroso de la situación y que ningún lugar es más seguro que el castillo para la señora —dijo Alexander.
—Sobre eso… —el guardia continuó—, vi a la señora irse tan solo con un escolta, ese mercenario… ¿Cómo se llama…?
—¿Giovanni? —Cristian dijo enojado— ¡¿Dónde están Héctor y Sam?!
—Temo que no lo sé…
—¡Pues búscalos, de inmediato! —gritó el 1° comandante.
Cuando ambos escoltas fueron llevados al salón de reuniones, ambos dijeron que su señora los envió por otros encargos. A Sam le pidió buscar al médico en su laboratorio y a Héctor, una lista de los caballeros que tengan su confianza. Se dieron cuenta que fueron engañados para no ir con ella a quien sabe dónde. Y cuando fueron al laboratorio del médico, lo encontraron vacío, con cenizas alrededor de la chimenea, frascos rotos y vacíos.
La duquesa salió del castillo con sus doncellas, su oso, ahijada y su único escolta: Giovanni. Pero Issac se fue en dos carretas la noche anterior con el joven sacerdote y el actor escondidos entre su extenso equipaje. El médico no levanto ninguna sospecha, así que nadie lo siguió.
En el pueblo Garsha, donde la duquesa salió para dejar abandonado el carruaje y al cochero, todos iban desapercibidos hacia un carruaje nada llamativo y preparado gracias a Rojo, del gremio de colores. Diannel observó los muros del castillo detrás y chasqueó la lengua enojada.
“No me siento tranquila con mi decisión sobre mi esposo, pero no tengo más opción”.
Ella sentía que el poder se le iba de las manos, por lo que debía evitarlo. No dejó nada importante en la Cueva del lobo, todos seguirán actuando bajo sus órdenes pero desde afuera. Por eso, decidió sacar a Issac, Elías y Luis a escondidas.
La duquesa ya tenía preparado un lugar bajo un nombre falso para reunirse en secreto con otros o solo esconderse. Y sabía que los comandantes no irían tras ella, tan solo enviarían a un grupo de guardias ya que no podían darse el lujo de dejar desprotegido el castillo o alterar a su Santidad. Además, sus mentes aún estaban fijas en los bandidos sueltos en el ducado.
El carruaje se detuvo cerca del lago Kalin justo cuando la noche había llegado y una fuerte tormenta se aproximaba. Pero estaba tranquila, la villa era un buen lugar para esconderse en lo que esperaba los siguientes días y definía el futuro de sus planes con su más poderoso aliado y leales subordinados. No importaba que dieran con la villa, nadie la encontraría.
Llegaron a una gran cabaña rodeada de muros altos de madera para impedir el paso de animales o asaltantes. Tenía alrededor de tres pisos, un sótano y ático. También había establos, un jardín con estanque y un gran almacén. El interior era cómodo y cálido con más de diez habitaciones completas, una gran cocina, comedor y habitaciones para empleados. Lo mejor era que, más abajo del sótano, había un piso escondido con más habitaciones. Ahí, el marqués Helshen sufría a manos de los mercenarios por orden de Diannel. Y en caso de que dieran con la villa, solo bastaba con esconderse en ese piso y que los actores pagados fingieran ser una pareja de la capital.
“Este lugar es perfecto, debo resolver todo de una vez antes de que mi esposo despierte. Lo único que no deseo es cambiar todos mis planes, pero sé que podré seguir adelante”.
Primero había recibido una carta de los mercenarios que custodiaban al marqués Helshen, luego otra del palacio imperial sobre la pronta llegada del príncipe y el conde Archen. Diannel se dio cuenta que ambas cartas estaban relacionadas. Pues la primera no vino directamente de los mercenarios, sino de un invitado inesperado que le pedía una pronta reunión en la pequeña villa donde torturaban a Jeremy.
—¿Otra vez viniste volando? —preguntó Diannel en cuanto bajó del carruaje a la entrada de la gran cabaña. Él mismo había salido para recibirla, la duquesa lo saludo—. Abraham.
—Cuando gustes, te dejaré volar conmigo, Diannel.
Era curioso que ambos estuvieran sonriéndose como dos cómplices. Aún no habían hecho nada malo, lo planeaban, era cierto. Pero no habían empezado por varios problemas que perjudican el futuro con el que cada uno soñaba. Tal vez, ver al otro era una pequeña luz de la oscuridad de obstáculos que estuvieron presionándolos. Siguieron sonriéndose, habían olvidado por completo aquel muro que trataron de poner entre ambos al principio.
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Comments
Bertha Ramirez
jaja, Diannel, ojalá mates a todos
2024-07-06
0
juana cova
Chales Dianel bien por ti suerte con la venganza
2022-12-12
3
🍒CHELI🍒
Al parecer los estúpidos comandantes lograron lo que querían, ahora solo queda esperar la reacción del duque. 🤔🧐
2022-11-14
5