CAPÍTULO 10

El sirviente sentía que iba a ser golpeado por la duquesa en cualquier momento. No tenía que levantar la cabeza para saber que ella fruncía el ceño y qué podría descargar su ira consigo.

—¿Qué dijiste? Repítelo.

—Su… —trago saliva y limpio sus manos sudorosas—, su santidad or… ordenó que desayunara con él porque hay muchas cosas de las que tienen que hablar.

—Vaya… —Diannel movió su pluma hasta que la rompió—. Dile a su Santidad, que el desayuno se servirá en el invernadero.

—Pero eso está lejos de la habitación de su santidad… —el sirviente dejó de hablar al notar la sonrisa oscura de su señora—, si… se lo diré de inmediato, mi señora.

El sirviente se retiró rápido. La duquesa y sus doncellas llegaron primero al invernadero ya preparado para el desayuno. Diannel se relajó bebiendo vino mientras esperaba a Yodiveira, el cual llegó minutos después con el ceño fruncido. Lo saludo sin levantarse ni soltar su copa.

—Su santidad, ¿se le hizo tarde?

Todos los sirvientes se fueron, solo se quedaron las doncellas de la duquesa. Yodiveira se sentó, haciendo palpitar el corazón de las dos hermanas por el miedo. Ambas sentían que una oscuridad profunda las condenaba. Era el Supremo Sacerdote, y de todos lo que hubo a lo largo de los años, solo Yodiveira causaba más terror en los bastardos.

—No importa que intente hacerme perder el tiempo, duquesa. No puede huir del importante asunto aquí presente: monstruos cruzaron la frontera.

—¿Que no deje las cosas claras antes? Ninguno sabe lo que pasó en realidad y le recuerdo que también fui atacada. Mi vida estuvo en peligro, pero eso no le importó a su Santidad y se encargó de hacerme ver como la culpable.

—¿Y no lo es? ¿Es culpa de esos caballeros tenerla como señora? Si pudieran escoger, es obvio que habrían elegido a alguien más apta y que no ensuciara su honor con su nacimiento.

—Pero no tuvieron opción, mi esposo es su señor y están obligados a protegerme. Puede señalar la injusticia divina de que una bastarda como yo ocupe un puesto tan alto, pero al final no cambiará nada. Y mi tiempo es oro, su santidad, ¿de qué quiere hablar en realidad?

—¿Seremos directos entonces? —Yodiveira miró a las doncellas.

—Retírense —ordenó Diannel y ambas lo hicieron.

—¿Cuánto tiempo cree que mantendrá el poder en el ducado? Su esposo tendrá que hacer presencia si o si en un máximo de cinco días…

—Siete días, el invierno ha llegado, así que habrá retrasos en su regreso.

—Vaya, siete días entonces. Aun así no dejan de ser días. ¿Sabe que no puede detener el tiempo o sanar a los enfermos, verdad?

—Créame que soy capaz de muchas cosas. Tal vez no haga milagros como sanar a los enfermos, pero soy capaz de mucho más y con eso me basta.

—Sabe bien que no la dejaré estar al poder, ni siquiera un embarazo me detendría de acabarla. Aun así, ¿Por qué sigue arriesgándose tanto?

—Porque no soporto que sigan ganando. No ponga esa cara de sorpresa, su santidad. En algún momento iba a descubrir que soy una duquesa. Y ya lo hice, sé lo que soy y lo que tengo, ¿Por qué debería seguir escondiéndome?

—Porque yo aún existo.

—¿Y eso por cuánto tiempo será?

—¿Es una amenaza, duquesa?

—Es una verdad, su santidad. La gran e indiscutible verdad que todos tenemos. Usted morirá, yo moriré. Pero eso no es lo importante ¿verdad?

—No, lo único que importa es cómo moriremos, cómo seremos recordados y cómo acabarán nuestros enemigos.

—Pensamos igual, ¿eso no le da asco? —la sonrisa retadora de la duquesa le causaba tanto curiosidad como ira—. ¿Comemos? El desayuno se ve delicioso.

Fue un desayuno silencioso algo incómodo. Pero tanto Yodiveira como Diannel sabían lidiar con la presencia de un enemigo. Aunque, no sabían que hacer cuando sus miradas se cruzaban, así que solo volteaban a otro lado. Las sirvientas volvieron a entrar para servir el postre: pasteles de limones, con un toque de crema batida para endulzar más las papilas gustativas.

Yodiveira apartó la mirada del postre, miró a la duquesa y se encontró con sus ojos morados oscuros mirándolo atentamente.

—¿Ocurre algo con el postre, su santidad? ¿No le gustan los pasteles de limones?

—Limones… —Yodiveira tomó su tenedor—, imagino que vienen de Arank.

—Eso es algo obvio, en Verlur no crecen limones. Pero seguro ha probado estas delicias una y otra vez al tener una posición tan alta.

—No los pasteles de limones, deje de comerlos hace años.

—¿Alguna razón en particular?

—¿Debería haberla? Hay quienes perdemos el gusto por algunas cosas.

—¿Por los pasteles de limones? ¿Y aquí en Verlur? —las sirvientas se retiraron y de nuevo quedaron solos—. Sabe, la cabeza empezó a dolerme desde que alguien me llamó por mi segundo nombre. Desde entonces, cada pequeña cosa resulta ser un recuerdo borroso que no dura más de un minuto —tomó su tenedor y probó el pastel con la crema—. Pero el breve recuerdo de este pastel sucede en Arank, en años jóvenes que no recuerdo y compartiéndolo con alguien extraño.

—¿Eso debería importarme? —Yodiveira controló sus expresiones y comió el pastel.

—Se supone que no ¿verdad? —Diannel llevó su tenedor al pastel de Yodiveira y sacó un trozo que apuntó a la boca del hombre frente a ella—. Pero, si es así, ¿por qué se esfuerza tanto en controlar cada una de sus expresiones?

Yodiveira la volvió a mirar, luego miró el trozo de pastel que le ofrecía. Tenía tantas ganas de apartar su mano y clavarle el tenedor en su cuello.

—Respóndame, su Santidad: ¿teme que todos sepan que sanó a una bastarda antes de entrar al Templo? ¿Cree que arruinaría su posición? ¿Tanto le teme a un simple trozo de pastel de limón? —ella movió el tenedor para burlarse de su rostro apático y tieso.

Yodiveira tomó la muñeca de Diannel sorprendiéndola. Su agarre era demasiado fuerte, pero ella no gritó o pidió ayuda. El orgullo de ambos no les permitió retroceder ante las provocaciones del otro. El supremo sacerdote acercó la muñeca más para después comer el trozo de pastel. Luego, la miro en cuanto trago la porción y soltó su muñeca al fin. Las apariencias se acabaron ahí, el “usted” desapareció para ambos y comenzaron a ser directos sin respeto o moderación.

—No lo sabías antes… ¿Acaso ya recuperaste tus memorias?

—Para nada —Diannel quería sobar su muñeca, pero soporto el dolor—. Mi hermano me confesó la verdad. De no ser por el pequeño hijo de Lord Henderson, nunca habría vivido lo suficiente para ser la gran Duquesa Bastarda —ella dejó de sonreír—. Es curioso, me odias pero fuiste tú quien me salvó. ¿O acaso por eso me odias realmente? ¿Por qué me salvaste?

—Era un niño que debía escuchar a su padre, no tenía opción. Imagino que ya sabes porque eres duquesa realmente, ¿no es así?

—Una pequeña y ridícula venganza de tu padre contra su hermano por nombrar a un bastardo heredero de Verlur. Y tenía razón, porque la única forma de burlarse de mi esposo es a través de mí.

—Debió ser un golpe duro descubrir que tu boda es una farsa. Ahora, imagino que buscas vengarte de mi padre muerto a través de mí.

—Odio y amo ser duquesa, y soy duquesa gracias a tu padre y su infantil venganza.

—Entonces, ¿aún no sabes si quieres vengarte?

—Me da igual las acciones de tu padre. Saber la verdad no cambia nada, ni para ti, tu Templo o los sacerdotes. Sigo siendo la bastarda que todos ustedes creen que pueden aplastar fácilmente.

—Que sepas de tu caída no cambia nada. Caerás porque nunca debiste ser duquesa.

—En eso último estamos de acuerdo, otra vez —terminó su pastel—. Nunca debí ser duquesa, pude casarme con un señor noble de Arank, con un caballero o hasta con un escudero don nadie. Y mi vida pudo ser tranquila o tolerable, mi esposo pudo golpearme algunos días y sonreírme en otros. Pero pude sir alguien más pequeña en el ducado Arank sin necesidad de verme involucrada en estos asuntos: política, fe y monstruos.

—¿Qué te detiene de tomar un caballo, oro y mercenarios para irte de aquí y desaparecer de la vida de las buenas personas de Verlur?

—¿Qué me detiene? Es mi propia vida la que me detiene. No importa a donde vaya, el dolor me seguirá junto a la rabia de que todos los demás viven felices y satisfechos por aplastar mi vida. ¿Por qué debería conformarme con una vida pacífica mientras un desgraciado como tú vive feliz aplastando a otros como yo?

—¿Y cuántas buenas personas pagaran por esa decisión?

—¡Por Dios! —Diannel se rio y bastante, bebió vino para calmar sus carcajadas— ¿Buenas personas? Sabes tan bien como yo que no existen las buenas personas, ni siquiera tú. Pero debe ser lindo engañar a todos cuando caminas por cualquier lugar luciendo tan  brillante y diciendo bonitas palabras de salvación. Hasta el más vil de los demonios piensa en los que mato, tal vez no sientas culpa, pero seguro piensas en el sabor de tus víctimas.

—¿Víctimas? Me acusas de algo indebido. Aunque, admito que los muertos son encantadores ya que no pueden decir ni una sola palabra.

—Cierto… —ella alzo la copa— un brindis por los muertos que ya no pueden hablar.

—Salud —acepto el brindis y ambos bebieron. Luego la duquesa siguió hablando:

—Como sea, tú puedes seguir intentando derribarme y yo seguiré resistiendo. Estaremos en este círculo para siempre a menos que alguno decida poner fin a esto.

—La única forma de que termine es que dejes de ser duquesa.

—¿Seguro? Creí que seriamos sinceros. Sé muy bien que no acabara conmigo, seguirás intentando deshacerte de mi esposo ¿verdad?

—No se dé que hablas, ¿Por qué atacaría a tu esposo? —respondió cínicamente.

—Si quieres seguir con tu cinismo, adelante. Pero déjame recordarte tus evidentes fracasos en cada uno de tus planes gracias a mi intervención. Mientras yo siga siendo duquesa, no dejare que nada le pase a mi esposo. Él es mi mina de grandes privilegios, así que… sigue tirando rocas para derribar el ducado, yo estaré ahí para evitar que colisionen mientras me rio de cómo fallas.

—Puedes construir muros altos, fuertes e intimidantes, pero no puedes evitar la colisión, menos sola. Y si algo sabemos es que nadie te apoya.

—Salve la vida de mi esposo de un veneno mortal, puse a los comandantes en orden y evite que nos robaran las minas, derrote al marqués Helshen y me deshice de mi hermana. Si crees que hice todo eso sin apoyo, entonces sabrás que haré mejores cosas con un buen y fuerte apoyo.

—No te subestimo, soy consciente de que has cambiado y por eso ya no puedo tomarle a la ligera. Pero, Diannel, ¿acaso olvidas quién soy?

—Para nada, sé perfectamente quién eres. Cada día que despierto, pienso en ti y en lo que representas. Asi nunca olvidaré el odio que te tengo, Yodiveira.

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Comments

Bertha Ramirez

Bertha Ramirez

wow, fuertes declaraciones Diannel, y en tu cara Yodiveira

2024-07-06

0

KS

KS

excelente capítulo 👏

2024-04-03

0

Alicia Quintana

Alicia Quintana

me encanta la sinceridad de Dainniel

2023-07-07

1

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