Las miradas desafiantes no pararon en ningún momento. Ambos querían irse al no soportar ver al otro, pero a la vez querían quedarse. No querían mostrar algún signo de debilidad o darle una ventaja a su mayor enemigo. Porque si, Yodiveira ya no veía a la duquesa como una bastarda simple y vulgar. Sus desafíos, confesiones y valentía le dejaron claro que era su mayor enemiga. No el duque, no el 2° príncipe o los rumores de un supuesto sacerdote bastardo, sino la mujer que estaba frente a él, tan cerca, mirándolo con sus ojos morados oscuros.
—Cuando el imperio sepa del verdadero estado del duque, tú caerás —Yodiveira decidió dejar su cinismo por un momento—. No importa que mientas sobre que llegó herido y que se recuperara pronto. Sin el duque al poder, el orden se irá de Verlur. Y cuando las personas quieran encontrar un culpable, lo único que haré, será salir y decir tu nombre.
“Igual que en el pasado, vas a culparme de todas las desgracias y hacer que quieran matarme. Pero, no pienso huir patéticamente como en el pasado”
—Tranquilo, no te apresures. Si decides seguir ese camino, tendré que cavar muchos hoyos en la tierra junto a la tumba del joven sacerdote que tratabas de esconder. ¿Cómo se llamaba?
—Elías Lombert, un joven y talentoso sacerdote que iba a ser ascendido. Pero te aseguro que le daré justicia a su muerte.
—¿Cómo harás eso si mandarás gente tras mi a la cual enterrare? Yo ya no temo nada, así que matar no será impedimento para mí. Si no me crees, pues tengo siete días para demostrártelo.
—Creo que deberías pensar en cómo decirle a la gente de Verlur que su señor está inconsciente. Pero, ¿cómo darás explicaciones si haré que cada niño, adulto o anciano quiera matarte? —se levantó y se limpió los labios con un pañuelo—. Gracias por el desayuno.
Diannel no iba a dejar que Yodiveria saliera con la última palabra. Pero también estaba cansada de seguir hablando con promesas de muerte. Así que decidió abordar el otro asunto que los relacionaba a los dos. Antes de que saliera del invernadero, le preguntó en voz alta y burlona:
—¿Sabías que no eras el único niño que conocí en mi infancia olvidada? —Yodiveira se detuvo ante esa pregunta, volteo a verla y se encontró sonriéndole—. ¡Es gracioso! Siempre creí que era una bastarda solitaria sin amigos. ¡Y de la nada me entero que tuve dos amigos que no me olvidaron! Aunque yo si los olvide, a los dos. Pero ninguno tuvo el valor de hablarme y decirme la verdad a pesar de que me reconocieron.
Yodiveira avanzó hasta la mesa, no se sentó, pero le quitó la copa a Diannel y echó el vino. Si iba a hablar de tal tema, no iba a permitir que se burlara bebiendo más vino en sus narices. Por ello, decidió no evadir sus palabras y cerrar tal tema de una vez.
—¿Y qué esperabas? Te vi por primera vez, después de tanto tiempo, de blanco y tomando la mano del nuevo duque, mi primo.
—¡Pero ambos ya sabemos la verdad! Yo no tuve opción, tu primo no tuvo opción. Fue tu padre quien nos casó a cambio de mi vida. Si la razón por la que me odias es por olvidarte o porque me case con tu primo, entonces tu maldito odio no tiene sentido.
—¡Te odio porque eres una bastarda! —Yodiveira golpeó la mesa con sus puños y luego la señaló con el dedo—. ¡Tú, hija ilegítima, que corrompió un puesto con su sangre bastarda! ¡Haces uso de tu autoridad para aplastar a los bendecidos por Heitor!
—Nunca imagine que su Santidad diría tantas mentiras —se levantó más tranquila, limpio sus labios con un pañuelo lentamente—. Tú me odias, eso no lo niego, pero pudiste deshacerte de mí en muchas ocasiones por cinco años. En vez de eso, sigo viva —se acercó a él hasta acortar la distancia—. No recuerdo nada del pasado, pero a diferencia de hace cinco años, ya no estoy ciega. Te veo por completo, reconozco esa rabia y esos ojos llenos de odio.
—¿Has perdido la cabeza? Tú solo me provocas asco.
—¿Y por qué odias a mi esposo? ¿Por ser un bastardo que tomó el lugar que tu padre dijo que le correspondía? O… ¿Por qué es mi esposo?
—Ambos son bastardos, ninguno merece ser duque. No seguiré bajando la cabeza ante dos sangres sucias que olvidaron su lugar.
—Si esa es la verdad, entonces te odio porque eres el símbolo del lugar que condenó mi vida. Eres un recuerdo borroso y fastidioso, un hipócrita egocéntrico y agradezco no recordarte.
Diannel se fue dejándolo solo a Yodiveira en el invernadero con esas últimas palabras aún resonando en su cabeza. Una sirvienta entró para preguntarle si se le ofrecía algo más, él dijo que nada porque conocía el castillo como la palma de su mano. A medida que caminaba, todos con los que se cruzaba inclinaban la cabeza respetuosamente, pero los ignoró hasta llegar al salón de los retratos. Pronto llegó a dos rostros familiares: su tío: el anterior duque Jonathan Quill Velur, y su padre: Lord Henderson Alan Verlur.
El pasado se adueñó de su mente, sin que pudiera apartar la vista de los ojos celestes y fríos de su padre. Apretó su ropa creyendo que él había vuelto a la vida. Entonces, regresó a ser el niño indefenso que solía vivir en la Cueva del Lobo.
—¡A tu edad, mi hermano mayor no sufría por el peso de una espada de entrenamiento!
Tan solo tenía cinco años, pero su padre lo entrenaba en secreto. Lord Henderson creía que su hijo heredaría la fuerza de Verlur al ser el primer hijo. El maestro, un hombre apático y brusco, golpeó las muñecas de Yodiveira, quien soltó la espada gritando. Luego recibió una patada que lo arrojó a la fría nieve bajo el cielo nocturno. Fue levantado de su cuello a la fuerza y, mediante gritos, volvió a levantar la espada. Su padre le exigía buscar la fuerza de Verlur para ser el siguiente duque. Pero por más que le gritara o golpeará, su hijo nunca lo logro. Tan solo tenía cinco años, pero eso no detuvo a su padre de castigarlo cada noche en un sótano del ala norte.
—¡¿Para qué naciste si no tienes esa fuerza?! ¡Eres un maldito inútil!
—¡Lo siento, no me pegues más, por favor! ¡Lo siento, papá…!
—¡No me llames así! ¡Hasta que saques esa fuerza, no soy tu padre! —tomó el látigo colgado en la pared—. Tú tienes que ser el siguiente duque, pero parece que no lo entiendes… voltéate.
El pequeño no dijo no, solo volteo, se arrodillo y quito la camisa enseñando su espalda desnuda. Henderson agarró el látigo y comenzó a azotar a su propio hijo, el cual debía quedarse quieto con las manos en el suelo. Al menos le dio un poco de piedad al permitirle gritar y llorar. Al terminar, solo llamaba a un sacerdote para curar sus heridas. Así fue su vida, hasta que a sus siete años, Henderson se dio cuenta que su hijo nunca podría ser el siguiente duque. Su esperanza se avivó cuando el sacerdote que lo curaba le informó que Yodiveira mostraba rastros de poder divino.
—Su hijo tiene siete años, pero ya muestra rastros de poder divino. No sé si podría ser un prodigio, pero le sugirió no hacer esa afirmación pronto. Podría ser solo un caso peculiar.
—¿De verdad? —Henderson sonrió como un lunático— ¿Podría ser un prodigio?
Pero lord Henderson no escuchó esas palabras, en su mente solo estaba el único pensamiento de que su hijo podría ser el Supremo Sacerdote. Los golpes disminuyeron para que su hijo dejara la espada por los libros. Cuando el pequeño cumplió ocho, fue a la capital para la fundación del imperio donde se sintió más pequeño e insignificante. Su vida cambió cuando su padre lo arrastró a un palacio rojo peculiar de Venesten donde se hospedaba la familia de Arank.
—¿Tu hijo puede salvarla? Tan solo es un niño… —dijo el duque de Arank.
—Ha estado entrenando desde que mostró rastros del poder divino. Mi hijo es el prodigio de esta generación, será el siguiente Supremo Sacerdote —respondió Henderson orgulloso.
—Si es así, ¿para qué requieres el apoyo de los nobles?
—No quiero ningún problema que evite el ascenso de mi hijo. Muchos podrían quejarse solo porque mi hijo es de Verlur. Al Templo podría disgustarle que el ducado se involucre demasiado.
Yodiveira había sanado leves heridas, pero nunca había salvado a una persona en un estado tan grave. El casi se desmaya de solo ver a la niña agonizante en la cama: huesos rotos, cabeza hinchada y con moretones, cadera fracturada y cráneo roto. Un estado tan lamentable donde dejarla morir era la mejor opción. De por sí, era un milagro que aún pudiera respirar. Recordó como solia rezar con su madre, quien era una fiel creyente de Dios. Por ello, disfrutaba rezar junto a ella sin esperar nada. Eso cambió cuando su padre decidió convertirlo en el Supremo Sacerdote. Rezar era dolor para él, un látigo a su espalda era el castigo por cualquier error, incluso uno tan insignificante como no arrodillarse correctamente.
El pequeño estaba listo para recibir un fuerte castigo, pero antes de rendirse, miró a la niña que tenía enfrente. Se perdió en su cabello negro, su pálida piel que hacia relucir su pequeño lunar bajo su ojo izquierdo y su lenta respiración. Admiro su fuerza para seguir viviendo.
—Yodiveira, cualquier persona que se aferre a la vida, es digna de admirarse. No es malo temer a la muerte solo porque queremos seguir viviendo —le dijo su madre antes de morir.
“Lo haré, mamá…”
Colocó sus pequeñas manos en las mejillas de la niña y se concentró. Aunque la luz divina salía, él comenzó a cansarse rápido. Pero no se rindió, ya sea por las palabras de su madre o el temor a su padre, él se esforzó y las heridas comenzaban a sanar.
—Es un milagro —dijo el médico—, aún sigue mal pero ha mejorado con el tratamiento del poder divino. Ella debe seguir recibiendo este tratamiento de vez en cuando, ayudarla a sanar con buenos cuidados y otra vez el poder divino. Seguirá así hasta que sane por completo.
Por eso se quedó junto a esa niña por varios días, semanas y un par de meses. Cuido de ella, la vio despertar y se alegró, la acompaño y la sano cada vez que la veía mal. Pero Yodiveira sabía que debía borrar esos recuerdos y gritar que eran mentiras para no ser descubierto.
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Comments
Bertha Ramirez
con razón esta tan desquiciado el Yodiveira /Facepalm//Tongue/
2024-07-06
0
Ana Fernandez
pues mira que ser sangre limpia no le ayudo nada al niño que fue yodiveira
2022-12-30
0
Jehiel Ortiz Cruz
los memes, los memes , hacen falta 😅😔😅
2022-12-28
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