CAPÍTULO 9

El hombre sufriendo era uno de los cientos de presos que Diannel le enviaba a Issac como parte de su acuerdo. El médico estaba encantado de tener gente de sobra para experimentar. Además, para no levantar sospechas, la duquesa le entregaba presos condenados a muerte.

—¿Cómo se llama? —preguntó Diannel.

—Ni idea, pero creo que iban a colgarlo por infanticidio, ahogo a su propio hijo.

—Vaya, al menos sufre peor que un niño ahogado.

—Pero no quiere esta peste para castigar a los prisioneros. Con la cura en su poder, podría aumentar su dinero, aliados y poder. Pero presiento que deseas algo más de lo que ya tiene ¿no es así? Vamos, no me hará a un lado después de esto ¿verdad?

—¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres ser parte del plan que requiere esta enfermedad a cambio de la cura de mi esposo? Podría pedirle a mi escolta que te la quitara a la fuerza y ya.

—Hay un procedimiento para que este Rey Rojo despierte por completo a su esposo.

—Que listo. Bien, pero aún no he decidido despertar a mi esposo.

—Sé que tomará la decisión correcta. Yo estaré aquí como siempre y la esperaré con el antídoto y tratamiento para que el lobo blanco despierte.

—Por ahora, mantén esa peste y su cura bien guardadas.

Diannel salió del laboratorio de Issac. Copos de nieve caían del cielo, pero al menos no había fuertes vientos. Acomodo su abrigo y caminó hasta entrar al castillo. El resto del día estuvo ocupada por visitar a los pacientes en el castillo. Elías ya no fue necesario, así que la duquesa le pidió no salir de su habitación. Para su suerte, Maydi seguía haciéndole compañía.

—Susan, debes estar atenta ante cualquier carta de la duquesa Lershe. Joseph respeta mi correspondencia, pero no puedo decir lo mismo de Lola.

—Sí, mi señora. ¿Es cierto que el su santidad vendrá al castillo?

—Claro que sí, lo más probable es que se quede hasta que mi esposo “regrese” de Kolmat.

—No creo que la deje tranquila aun con eso, se nota que la odia mucho.

“Y aun así salvó mi vida cuando era niña. Pero eso no importa, debo tomar una decisión, ya sea que despierte o no a mi esposo, él cambiará mis planes de distintas formas”.

—Las cosas estarán muy agitadas, recuérdale a Maydi que nadie puede ver a Elías. Se quedará en el ala sur y no saldrá de ahí. No voy a arriesgarme a sacarlo y que sea devorado por monstruos o que su santidad lo vea. También diles a Joseph y Lola que me vean en mi oficina, hay que preparar el castillo para su santidad. Y que los comandantes se escondan bien, solo sir Cristian y sir Alexander pueden estar presentes. Los otros tres deben preparar el acto con Luis.

El resto del día fue tranquilo, los heridos fueron trasladados al ala norte para despejar los salones. Hubo por fin un momento de tranquilidad, incluso los sirvientes se sentían más relajados,  pero la paz no duró mucho. Al día siguiente, Diannel, al igual que la mayoría del castillo, se despertó por gritos, golpes y ecos de ambos.

—¡Mi señora! —Joseph entró sin tocar la puerta—. Allá afuera hay una multitud que exige ver al duque — Diannel se levantó bruscamente de la cama, se colocó su bata y miró la multitud desde su ventana

“¿Tan rápido usas al pueblo para presionarme, su santidad?”

Los gritos seguían acumulándose, todos exigían ver al duque en medio de llantos e impotencia. Los guardias estaban conmocionados de la inesperada turba.

—¡Solo sir Cristian y sir Alexander pueden mostrarse! —Diannel bajo rápido dando órdenes a Joseph— ¡Que los guardias no dejen entrar a nadie! ¡Y si intentan entrar pueden usar la fuerza!

—¡Pero, mi señora…! ¡Es la gente de Verlur…!

—¡Y yo soy su señora, pero eso no les importa porque están afuera tratando de entrar! —la molestia de Diannel asustó al mayordomo— ¡Asesinen a cualquiera que intente pasar los muros!

En cuanto Diannel llegó a las murallas, con sus tres escoltas, los dos comandantes ya estaban ahí con los guardias atentos. La gente seguía gritando, empujaban con fuerza a los guardias del frente. Cristian ordenó que las puertas estuvieran cerradas. Hasta que a lo lejos vio un carruaje blanco con guardias de armaduras del mismo color. La gente se calmó, se hizo a un lado para que los llamativos guardias abrieran la puerta del carruaje y recibir al enviado del Templo.

—¡Es su santidad! —gritó la gente aliviada, se arrodillaron y juntaron sus manos mientras les cegaba la presencia del Supremo Sacerdote.

Yodiveira Marco Verlur relucía su atuendo blanco, su cabello blanco había crecido tanto que aumentaba su belleza. Sus ojos celestes eran tan penetrantes que muchos decían que veía tu misma alma. Un rumor muy popular y con algo de sentido, pues era la cabeza del Templo. Cuando ya tenía toda la atención, se dispuso a hablar

—¡Escuchen! ¡Al igual que ustedes, estoy aquí para exigir respuestas por el gran fallo en el deber del duque! —alzó la cabeza hacia la muralla y cruzó miradas con una furiosa Diannel— ¡Es el deber del duque protegernos de los monstruos de Kolmat! ¡¿Cómo pudieron morir buenos hombres en nuestra tierra?!

“Sucio infeliz” Diannel frunció el ceño y noto la sutil sonrisa de Yodiveira, apretó los puños de rabia “¡¿Cómo pudiste reunir a la gente tan rápido?! ¡Así que si enviaste a esos mercenarios!”

—¡¿Dónde estaba el duque cuando pobres hombres honorables murieron por monstruos que no pueden salir de Kolmat?! —la gente se unió empujando a los pobres y asustados guardias. Diannel tenía ganas de resolver todo con una lluvia de flechas. Pero se controló y decidió hablar.

—¡El duque de Verlur, ya está de regreso al castillo! ¡Les recuerdo que mi esposo tenía que cumplir su deber e ir a Kolmat por las señales de un monstruo de nivel Erkent! ¡¿Cómo pueden exigir su presencia cuando ha luchado ferozmente lejos de aquí?! ¡Es un hombre fuerte, sin duda, pero no poderoso como para aparecer aquí con sus exigencias!

—¡No puede negar que su esposo ha fallado en su deber! —grito Yodiveira— ¡Monstruos cruzaron la frontera de Kolmat y su esposo estaba ahí!

—¡Yo no estaba en Kolmat, su Santidad! ¡Ninguno de estos hombres o mujeres estaba ahí! ¡El único que puede resolver esto es mi esposo está en camino! ¡Si quieren congelarse en la nieve esperando a alguien que está a días de aquí, adelante, pero aquí dentro hay heridos que cuidar!

—¡¿No mostrará piedad a los familiares de los muertos?!

—¡¿Y cómo sé que son familiares de los muertos y no ladrones o asesinos que intentan aprovecharse del dolor de los afectados para pasar a la Cueva del Lobo?!

La pregunta de Diannel provocó que la gente se mirara entre sí sospechando. Para no alargar la discusión, la duquesa dijo que se abrirían las puertas solo para su santidad. Los guardias alejaron a la gente y Yodiveira regreso a su carruaje prometiendo dar justicia a todos los presentes. Cuando el gran portón se abrió, el carruaje blanco avanzo con sus guardias a caballo.

—Joseph, preparen un baño para su santidad. Sir Cristian, aumente la seguridad en el ala sur, sabe bien que no debe ir ahí.

—Lo sé, mi señora —Cristian miro a las personas dispersarse—. Hay más guardias en la habitación de su excelencia. Elías y Luis están en otras habitaciones. Los sirvientes fueron disminuidos y los que se quitaron están en celdas para no arriesgar la fuga de información.

—No olvide que tenemos al hombre que se alió al marqués Helshen y al 1° príncipe para asesinar al duque. Un solo error y todo por lo que trabajo mi esposo caerá sin control.

—Lo sé, no dejaremos que eso pase. Pero nadie puede asegurar que las cosas sigan tranquilas cuando revelemos el estado de su excelencia. Ganamos cinco días por ahora, su santidad no esperará tranquilo, sabrá que planea algo y no se quedara quieto.

—Por ahora tendremos que conformarnos con convivir con esa serpiente.

Diannel no dijo más y regresó al castillo. Dentro, los sirvientes se formaron en la entrada. Lola recibió al supremo sacerdote y lo guió a su habitación, antes de entrar. El 2º comandante bajó rápido para acomodar a los quince guardias en el ala norte. Los guardias eran extraños, no hablaban, no se quitaban el casco y marchaban tan al compás incluso para ir a un lugar de descanso. Alexander les habló, pero nunca hubo respuestas.

Al día siguiente, Yodiveira se arregló sin asistencia, como siempre. Usó un atuendo blanco pero más cómodo que su hábito. Su traje era apretado en la parte superior, su cuello estaba expuesto, una cinta dorada y gruesa envolvía su cintura y usaba pantalones sueltos. Amarro su cabello en una cola alta dejando algunos mechones sueltos. Un sirviente tocó la puerta y luego entró con una bandeja con el desayuno para su santidad.

—¿Y la duquesa? —pregunto Yodiveira acomodando los botones de sus mangas.

—Ella no quería molestarlo, así que…

—Ordénale a tu señora que quiero desayunar con ella, hay mucho de qué hablar.

El sirviente se sorprendió bastante, pero no tuvo el valor de contestar. Así que, aún más nervioso, fue a la oficina de la duquesa para decirle la orden del Supremo Sacerdote.

“Oliver debe estar en el ala sur, la seguridad ahí es exagerada. Espero que mis guardias logren ingresar, les explique los pasadizos secretos, pero hace años que no vivo aquí”

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Comments

Bertha Ramirez

Bertha Ramirez

maldito yodiveira

2024-07-06

0

Alicia Quintana

Alicia Quintana

yodiveira no pierde el tiempo

2023-07-07

0

Ana Fernandez

Ana Fernandez

aaaa no se ni como llamar a yodiviera toda ofensa le queda chica

2022-12-29

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