CAPÍTULO 13

En el castillo de Verlur, el clima seguía peor. Una comida caliente era un privilegio para cualquiera. Aunque la cena se sentía fría para dos personas: Diannel y Yodiveira. Al menos, había una larga distancia entre ellos al cenar en un comedor.

—La duquesa no ha respondido dónde está el sacerdote que salvó la vida de los heridos en el Campo Rojo —dijo Yodiveira.

—Ya anuncié que entró dando un nombre falso y se fue sin dejar rastros.

—Son excusas realmente baratas. Pero dure con ese sacerdote para acabar con los rumores de que es un bastardo con el poder divino.

—No tenía  idea de esos rumores. Espero que entienda que estaba más ocupada en otros asuntos. Fui atacada, mi esposo está de regreso y debo atender varios negocios.

—No puedo pasar por alto a un sacerdote sin registrar. Y como apenas estamos en el segundo día de los siete acordados, me gustaría interrogar a cualquiera que estuvo cerca del extraño. También me gustaría que me llevara con los heridos del Campo Rojo.

—Puedo preguntar lo que sea a quien sea y un sirviente lo llevará con los heridos en mi lugar.

—¿Está ocupada ordenando la habitación de su esposo?

—Eso lo hacen los sirvientes. Manejar tantas ciudades no es sencillo, menos con la ausencia de mi esposo. Si mi disculpa, su santidad, debo retirarme.

Diannel se fue del comedor con sus doncellas y escoltas que la esperaron afuera. Todos sentían la impaciencia y rabia de su señora a cada paso, pues tampoco eran sordos ante las provocaciones de su santidad o ciegos ante su mirada poco amable. Tuvieron que cerrar la boca o hasta ignorar cada sutil insulto hacia la duquesa.

—Su santidad es muy irrespetuoso —dijo Maydi luego de salir del comedor—. Nuestra señora es su anfitriona y es grosero a cada oportunidad. Y apenas es el segundo día.

—Tiene sirvientes y una buena habitación en el ala norte —continuó Susan—, pero no puede ni controlar su desagrado por usted, mi señora.

— Mis padres me golpearían por decir esto, pero… —Sam suspiro—, es insoportable.

—Comparto sus pensamientos, pero cuiden lo que dicen —Héctor los paro—. Sigue siendo el supremo sacerdote, el pilar del Templo.

—Ojala la estadía de cada supremo sacerdote fuera en la capital—dijo Giovanni—. Al menos así enviarán a un subordinado que podríamos castigar a escondidas.

—Aprecio sus palabras —habló Diannel—, pero sí puedo soportar la hipocresía de su santidad, estoy segura de que mis doncellas y escoltas podrán. Al menos el resto de empleados y caballeros son felices con su presencia, pues es alguien poderoso puede despreciarme en público.

—¿Le preocupa los empleados y su cambio? —preguntó Susan.

—Para nada, puedo no castigar a su santidad por sus groserías, pero no es lo mismo con un simple empleado. Cuento con ustedes para castigar cualquier falta de respeto hacia mi autoridad.

—Si mi señora —respondieron.

—Sam, quiero que llames a Issac a mi oficina. Susan, ve a la torre exterior y revisa que pasa con mi correspondencia, desde ayer no han llegado cartas. Maydi, quiero que vayas al ala sur y revises si todo está bien, que Héctor te acompañe. Giovanni, tú te quedas conmigo —todos obedecieron sus órdenes respetuosamente.

La duquesa trabajó en su oficina, la cantidad de papeles era demasiada sin duda. Ahora tenía que lidiar con muertos y heridos, así como reparaciones y condolencias. Giovanni protegía las puertas de su oficina. En el resto del castillo, las cosas seguían a su ritmo desde la batalla en el Campo Rojo. Por la agitación, y temor, María se quedó en su habitación al cuidado de Alder el cual se veía muy triste. Sir Cristian y sir Alexander solían salir mucho del castillo para inspeccionar los pueblos cercanos al castillo. Susan llego casi una hora después:

—Mi señora, al parecer un guardia avisaba primero a sir Cristian sobre las cartas que llegaban hacia usted. Ahora está encerrado.

—Esas cartas no dicen nada importante. Pero no me gusta que me vigilen de esa forma.

—Otra cosa, Sam me pidió una audiencia con usted.

—¿Ah? Que sea antes de irme a dormir. ¿Algo más?

—Esto… —Susan sacó otra carta que llevaba escondida en la cinta de su vestido—. Es de los mercenarios que contrató para vigilar al marqués Helshen.

—Bien, puedes irte. Te llamaré si te necesito —justo después tocaron la puerta y Giovanni anunció que eran  Issac y Sam, el joven caballero se retiró para cuidar la puerta junto a Giovanni. El médico se acercó para escuchar a su señora—. Imagino que ya sabes porque te llame.

—Ya me tiene su respuesta ¿verdad?

—¿Realmente quieres formar parte del plan que requiere de esa peste?

El médico dijo que sí y luego hablaron largas horas altas horas de la noche. Luego, la duquesa por fin salió de su oficina junto a Issac quien regresó a su laboratorio. En el camino, acompañada de sus dos escoltas, Sam le habló a su señora, le dijo que debía darle algo y que pronto volvía, luego salió corriendo. Diannel no indagó en ese extraño comportamiento y siguió su camino. Giovanni se retiró debido a que no era su turno de hacer guardia. María llegó antes para dejar a Alder, el cual no pudo ver a su dueña desde el ataque. La pequeña saludó a su señora cariñosamente, la llamó madrina muy alegre y le deseo buenas noches.  Sin duda Alder había crecido, fácilmente podría ser confundido con un perro. Pero eso alertaba bastante de su rápido crecimiento y comportamiento. El oso se acercó a su dueña y recostó su cabeza peluda en sus piernas para ser acariciado.

—Mi señora —Sam llegó con una jaula que contenía un ave familiar—. Esto es lo único que se pudo salvar del Campo Rojo. Sé que su hermano le envió tantos regalos que iban en el otro carruaje, quería salvar lo que pudiera, pero solo el halcón se salvó. Lo estuve alimentando desde que lo rescate, así que está en perfectas condiciones.

—Gracias, Sam… —dijo Diannel contenta, una pequeña sonrisa que el joven escolta noto y que lo puso contento. Luego se despidió muy alegre y se fue a dormir.

“No puedo creer que salvara a mi halcón”.

Sam no esperaba ninguna recompensa, era más que suficiente recibir el agradecimiento de su señora. Sentía que por fin lo estaba aceptando como su escolta y se animó a sí mismo para seguir haciendo un buen trabajo.

Al día siguiente, Yodiveira entrevistó a los empleados que pudieron ver algo, pero nadie dijo nada. La duquesa previno ese hecho y mandó a encarcelar a los sirvientes que vieron a Elías curar a los comandantes y más heridos de gravedad en el salón del trono. El supremo sacerdote se rió de lo precavida que era la duquesa bastarda. Por ello, decidió presionar un poco más. Escribió una carta que fue enviada en un cuervo personal hacia el Templo.

“¿Crees que ganarás tiempo al revelar el estado de Oliver? No creas que te dejaré respirar tranquila ni un segundo”.

El resto del día fue tranquilo, solo en la mañana del tercer día, Diannel tuvo una noticia sorpresiva. Una carta había llegado del palacio imperial donde se informaba que el 1° príncipe viajaría a Verlur con el conde Archen por un asunto confidencial con el duque. Sin saber que ese asunto era el préstamo, se enfadó creyendo que el 1° príncipe también estaba presionando para que revelara el estado de su esposo. Sumado a eso, comenzó a recibir informes de que hubo varios intentos de intromisión al ala sur. Por suerte, nadie pasó más allá del primer piso. Las personas que debían esconderse habitaban desde el tercer piso hasta el último. Aun así, la duquesa ordenó que Elías y Luis fueran trasladados al último piso donde también estaba su esposo durmiente.

“Yodiveira, ¿tan desesperado estás que no puedes esperar cinco días más?”

Esa noche, Diannel se fue a dormir temprano, despacho a sus doncellas mientras cepillaba su cabello luego de un largo baño. Giovanni hacía guardia en ese momento, así que estaba relajada. Pero cada vez que pensaba en todo lo que perdería en cinco días, apretaba su cepillo muy fuerte o golpeaba la mesa con su puño.

“¿Por qué motivo viene el conde Archen a Verlur? Él es el señor de las finanzas ¿Será por las minas? Si es así, es malo. Las de plata están a nombre de mi esposo, pero no la de oro”.

No toleraba que sus planes estuvieran en una cuerda floja. Culpaba a los monstruos, odiaba no saber el motivo por el cual la querían y maldecía sus preocupaciones. Peroera la presencia de Yodiveira lo que menos toleraba, se sentía como dormir junto a una serpiente venenosa. Estaba forzada a estar quieta, mientras la serpiente se movía lentamente, haciendo su molesto ruido y, a cualquier movimiento, la miraba con sus ojos negros y colmillos venenosos.

Al cuarto día de los siete, la duquesa recibió una noticia escandalosa por parte de un guardia que llegó corriendo a su oficina sin tocar la puerta.

—¡Hay reportes de varios bandidos que atacaron mercados y las minas y saquearon granjas!

—¡¿Qué?! —golpeó la mesa enfadada sabiendo el nombre del responsable de tales hechos— ¡Llama al 1° 2° comandante de inmediato!

“¡Yodiveira!” grito internamente “¡Infeliz desgraciado! Realmente no tienes límites para presionarme. Pero no debería sorprenderme que ataques al pueblo de Verlur qué tanto cree en ti”.

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Comments

Bertha Ramirez

Bertha Ramirez

maldito Yodiveira, la quiere llevar al limite

2024-07-06

0

Gallardo Adriel

Gallardo Adriel

esta que acabe de despertar al duque o todo se le va a complicar es mejor escapar despues a que la maten

2023-03-09

1

Natalia 💞

Natalia 💞

.

2023-01-09

0

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