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Me cuesta mucho creer que su habilidad para hacer de unas cuantas pinturas y papel higiénico un cadáver realista al maniquí, coexiste con su carácter antipático. Y ahí esta, con el cabello en una coleta y lentes de montura delgada y redondos.

Por mi parte estoy sumergiéndo los revuelos de un vestido beige en agua con café diluido porque según él no podíamos son restregar el vestido en el suelo para que se ensucie al natural.

—Audrey...¿porqué tienes esa expresión? si alguien viene a supervisar creerán que te estoy obligando.

Me molesta porque no esta muy lejos de la realidad. Ni siquiera me di cuenta que mis labios estan tan fruncidos como mi entrecejo pero es esta tela que no agarra el color y apenas oscurece.

—Puedes coserme una sonrisa si quieres.— Suelto, porque seguro un humor de su tono le vendrá bien.

Escucho su débil risa antes de que vierta mas café molido y un polvillo como cocoa en el recipiente. Comienza a salpicar la tinta roja por el cuerpo de cerámica y parece tararear alguna melodía entre silbidos.

La puerta se abre y varios miembros del club comienzan a llevar utilería a la pequeña bodega tras ellos él profesor Marcus revisa de reojo mientras lee una versión de bolsillo de algún libro.

No tardó una hora mas cuando todos se marchan, el último en irse es él chico antipático del cual no se su nombre y tampoco pienso preguntarle. Él se acerco a entregarle las llaves y esa es mi señal para salir también, pero, cuando estaba a nada de salir por la puerta que aun tiembla por el trato brusco alguien hala mi brazo, se quien es. Una sensación de ahogamiento me aprieta desde el cuello hasta el estómago.

—Aubrey, aun no te vayas.

Me vuelvo evitando su mirada.—¿Necesita algo profesor?

Aunque intente sonar firme mi voz se quiebra.

—Acompañame a cenar hijo. Hace mucho tiempo no tenemos un tiempo juntos.

Intento soltar el agarre pero el lo evita haciendo doler mi brazo.

—Profesor, déjeme ir, lo voy a reportar en la dirección si no me suelta.

Supongo que la risa nasal es suya, su aliento eriza mi cuello.

—Sabes no tienes el valor de hacerlo. No te comportes mal y acompaña a papá esta vez.

Mi cuerpo tiembla y soy consiente de como mis piernas parecen no responder. En mi mente los recuerdos y la necesidad de huir se mezclan como un batido espumoso.

Esta escena escena amenaza con un mal final y se repite como sonido de un tambor sincronizado a la desesperación en mi pulso.

Él acaricia mi mejilla hasta mi cuello con su mano sin perder fuerza en el garre. En algun lugar se que tengo fuerza suficiente para huir porque, no puedo permitir que me lastimen de nuevo.

Por un momento mi visión no es clara.

Hay tantos escenarios violentos en mi mente pero lo único que logro hacer es empujarlo. En su cara hay montones de frases inconclusas y yo solo puedo correr, esta vez, no tengo a donde huir de inmediato y lo se, no siempre debo esperar a que alguien me este esperando con los brazos abiertos para unir los pedazos que quedan de mi.

Algunas veces me detengo a sentir el movimiento dentro de mi pecho, mi corazón. Es tan extraño como podría solo por un instante detenerse y yo podría dejar de vagar en este mar de confusión, lejos de eso, tengo mucho miedo.

Cuando menos me di cuenta había regresado a casa. Siempre esta vacía. Se siente como vivir solo. Subí las escaleras, la puerta de la ducha esta abierta y la cortina celeste baila con el viento. Si lo pienso, hay momentos en los que actuamos sin sentido o quizás yo realmente tenga un problema.

Fuí quitándome prenda por prenda hasta que sentí el aire chocar contra mi espalda. No es de mi mayor agrado verme en el espejo o considerar que de alguna forma tengo un cuerpo, el espejo ovalado refleja hasta mis rodillas, justo en el muslo la mancha de mi piel quemada con la forma de una estrella me hace sonreír un poco, en algunos momentos tengo una sonrisa nerviosa pero hoy es porque es un secreto. Justo entre los frascos de colonias, aceites y champú hay un pequeño perfilador, rastrillos y bollos de algodón regados.

El chocar el filo contra mi piel es como un hormigueo desde mi espina dorsal a mis pies, incluso mi corazón esta calmado.

La sangre recorre mis piernas hasta diluirse en la humedad sobre la cerámica. Me siento en el borde de bañera para dejar que las gotas carmesí se concentren sin irse por el escape. Al encender el grifo el agua caliente esta llenando y con los dedos de los pies intento teñir la cerámica como un lienzo, quizás solo en mi imaginación parace un óleo en tonos rojizos que refleja una cabaña bajo un árbol.

Con lentitud me dejo caer al agua que arde en las heridas, el esmalte en las uñas de mis pies esta raído, un color negro sin brillo. En mis brazos la espuma se siente como un abrazo como si pidiera que adormecido me deje llevar y mis pulmones se inunden.

Mi piel incluso esta suave y arrugada pero hay un cansancio que no me deja salir, como si el agua pesara demasiado.

La puerta se abre y Noah sonríe.

—Estas aquí. Olvidaste cerrar la puerta de abajo.

Quiero creer que no ve las lágrimas en mis ojos o que el charco de sangre esta bajo sus pies.

—Creí que me llamarías pero como no lo hiciste vine a verte.

Lo conozco y siento la mentira en sus palabras.

—Lo olvide.

Su sonrisa sigue ahí pero en sus pasos piso las cuchillas. Esta tan cerca de mi que mis ojos pican mas que antes y la amenaza de mas lágrimas se vuelve visión vidriosa.

Sentir su abrazo, mi piel húmeda contra la tela suave es como si pudiera huir de mis pensamientos en remolino. Como si pudiera aferrarme sobre sus hombros y no ahogarme pero eso es egoísta.

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Miriam Guerrero

Miriam Guerrero

Como ha sufrido ese niño

2024-01-23

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