REGINA.
Se sentó a dar cuenta de su almuerzo en un costado de la estrecha cocina de la cafetería, el menos poblado de trastos. Agradeció estar sola y sin algarabía alrededor, pues Bratt había llamado al encargado de la cocina para increparle, como era usual. El abusivo utilizaba cualquier excusa o queja de algún cliente para descargar su ira sobre alguno de ellos. No había estado ajena a eso. Suspiró, masticando con lentitud. Tenía una bola en el estómago provocada por la ansiedad. Su vida parecía haberse convertido en una ruleta rusa de emociones. Necesitaba ese tiempo para recomponerse y lograr que su mente razonara y dejara de estar en las nubes.
¡Él había venido hasta aquí, a este sitio que de seguro ni sabía que podía existir, a verla!
Milo Monahan quería verla y tenía algo para proponerle.
Parecía tan descabellado, un sueño. Ese hombre se había colado en sus retinas apenas al verlo anoche, cada vez que había podido sus ojos volvían a él. en medio de la fiesta, como un gran imán. Solo respirar cerca de él era de locura.
¿Qué querría de ella? ¿Sería posible que el incidente de la noche anterior tuviera consecuencias posteriores? Tal vez quería hacerla pagar por los daños causados al vestido. Aunque él le dijo que no era grave.
Querida, la llamó, recordó, boqueando. Y si… ¿Y si era el novio de la tal Melody y buscaba vengarse por ella? entrecerró los ojos. No, sacudió la cabeza. Un millonario moviéndose a un barrio bajo, a una cafetería mugrosa para reclamar venganza por un vestido. Mal argumento para cualquier film. Ella no tenía nada para darle, no podía pensar en algo que él pudiera querer con ella. Ese tipo de personas estaban acostumbrados a vivir de las apariencias ¿Podría ser que su torpeza hubiera resultado en problemas para la imagen de esa gente? Hoy día los periodistas estaban siempre alertas para dar a conocer todo lo que les pasaba a las celebridades, a los ricos y famosos. Su mente imaginó la foto que haría la cara de Melody y sus gritos en fotografías. La ridiculizarían, sería objeto de burlas. Se alarmó y casi se sintió enferma. La culparían, la llevarían a juicio por … por algo.
Tomó su celular y buscó en las redes sociales, primero el perfil de la empresa de Monahan. Su mano temblaba. Encontró de inmediato las fotografías de la gala, hermosas y vibrantes, y las pasó con desesperación esperando que no hubiera ninguna que la incriminara. No la había, se tranquilizó, para luego razonar que la empresa jamás publicaría algo así. Si había algo malo, sería en las publicaciones de los tabloides y revistas que solían retratar las vidas y fiestas de los famosos. Encontró varias fotografías en ellos, pero ninguna que evidenciara nada incorrecto. Respiró y trató de recomponerse. La visita de ese hombre la había desestabilizado y no podía seguir así. Tenía que concentrarse en el trabajo actual y en su familia, en sus preocupaciones.
¿Cómo haría para mantener la casa, pagar las facturas y las medicinas necesarias, además que lograr que Tina pudiera seguir estudiando? Esto la hizo volver en sí y tomó el celular para atender lo importante. Envió mensaje a Sharon, bendita fuera su mejor amiga. Se conocían desde pequeñas, habían sido compañeras en el colegio y la secundaria, atravesando juntas las buenas y también las amarguras de ser adolescentes marginadas por no corresponder a los estándares promedio de inteligencia y belleza.
Sharon era enfermera, se había graduado, continuando sus estudios, lo que ella no había podido hacer. Su amistad no había terminado, por el contrario, era el bastón que la sostenía una y otra vez. Solía pasar todas las mañanas antes de su trabajo para cerciorarse del estado de su tía Meg y aliviar sus dolores de ser necesario, así como ayudar a Tina en alguna tarea. Era un ángel, la hermana de la vida con la que el destino la había premiado. Siempre podía contar con ella y eso era invalorable. Sabía que también era así al revés, ella estaba para contener las inseguridades y preocupaciones de Sharon cuando era necesario. Aunque menudo hacían ambas en ese sentido.
La respuesta que sonó de inmediato la tranquilizó: todo estaba bien en su casa.
<<¿Cómo estuvo el trabajo anoche?>>, el nuevo mensaje daba cuenta de la curiosidad de Sharon por la fiesta. Normalmente tendrían mucho cotilleo sobre los personajes famosos, sus vestidos, sus alhajas, sus zapatos. Sharon adoraba los zapatos. <
Vaya si necesitaba a su amiga y desahogarse con ella, contarle lo que le había pasado. Reirían, maldecirían, sollozarían y se emborracharían sin remordimiento. Su garganta se cerró al pensar qué otras novedades se acumularían de aquí a la noche, en especial si pensaba ir a esa cita…
No era cita, era… ¿Qué era lo que tenía a las 17, exactamente? Que la mataran si entendía. Pero iría, claro que iría, no podía mentirse fingiendo que lo iba a pensar. La urgencia hizo que sus manos temblaran al lavar su taza. No tenía nada elegante que ponerse, nada para cambiarse. Debería ir con el uniforme de trabajo. No había traído una muda alternativa y era impensable comprar algo, no podía permitirse un gasto superfluo más. Rio con burla. Nunca hacia gastos innecesarios, hacía meses que no compraba nada que le alegrara las noches. Por otro lado, ¿por qué habría de hacerlo? No trabajaba para él, ¿qué podía ir mal por presentarse con indumentaria de trabajo? No es como que él no hubiera adivinado que era una mujer sin recursos. Una que acababa de recibir una invitación brusca que aún no sabía bien por qué aceptaba. Lo único claro para ella es que iba a ir y no tenía que ver exclusivamente con el tono con el que el señor Monahan…Milo, había utilizado en la cafetería, sino que su propia curiosidad la obligaba a ir y estar un poco más de tiempo en su cercanía. Como una polilla pequeña que no puede despegarse de la luz.
<
¿Qué podía buscar un millonario que lo tenía todo? Si fuera algo simple lo harían sus secretarios, guardaespaldas, directivos, toda la gente que danzaba alrededor de alguien como él. Esto era algo distinto, tenía que serlo. A ver, no era tonta, había visto su mirada de lujuria sobre ella, aunque luego había desechado esa posibilidad. Pero ella podía reconocerlas, las veía a menudo en los clientes que se insinuaban con asquerosa mala intención, dejándole saber todo lo que harían con sus senos. El mismo Bratt no dejaba de mirarlos y lo había descubierto más de una vez…tocándose. El recuerdo le hizo estremecer con disgusto. Se acomodó el cabello con nervio. ¿Tal vez Milo Monahan era de esos hombres a los que le gustaban las mujeres con curvas? Bufó. ¿Por qué siquiera lo pensaba? Se enojó, sabiendo que sus fantasías volvían a enredarla.
< ¿Cómo podría Milo Monahan verte de ese modo? Si quisiera a alguien con curvas, podría llamar a cualquiera de esas modelos de tallas grandes que son una belleza>>. Ella estaba acostumbrada…No, no podía ponerlo así. ¿Cómo se acostumbra una al desprecio y al doble sentido que muchos hombres utilizaban? O las mismas mujeres. Las palabras hirientes para referirse a su físico. Su anatomía era irreductible, y así lo había demostrado; incluso en los momentos en los que había procurado castigarla sometiéndola al hambre, su cuerpo había permanecido reacio. Era su naturaleza, una que hubiera sido adorada en los años cincuenta, pero que en el presente la arrojaba a la penumbra. Debía agradecer que su tía la hubiera defendido a ultranza, siempre sosteniendo que era bella y que tenía que estar orgullosa. < Si no había caído del todo en pozos depresivos por los disgustos y malas experiencias amorosas había sido por ella, que había sostenido su mano. ***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
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Rosalinda Quintanilla
ella está con incertidumbre
2024-08-08
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