Presente.

Cinco años después…

El hombre que la hacía sacar suspiros, se encontraba en su casa, bajo el mismo techo, en una de las recamaras deshabitadas. Ni en sus sueños más profundos pensó que fuera posible.

Le concedió privacidad, a su nueva amiga Lidia y al señor Lennox. Solamente de pensarlo, en su boca se formaba una sonrisa.

Después de muchos años en solitario, obtuvo una amiga. Alguien que desde el primer día que conoció, supo reconocer que era diferente a las personas que se le habían presentado anteriormente. Alguien que no la juzgó ni se bufó de ella.

Por esa razón, cuando la encontró temprano, durante el día, sentada bajo un árbol, Se llevó una sorpresa; rápidamente llego a la conclusión de que algo le había ocurrido, por lo que había ordenado a uno de los hombres que ayudaron a cargar al joven Edwards, dejara un mensaje al señor Lennox.

Este se presentó inesperadamente ante la puerta de la casa, había creído que enviaría un carruaje por ella, pero, al contrario, el personalmente fue hasta ahí.

Cuando abrió la puerta principal, observó lo abatido y asustado que se encontraba. El infame y aterrador Lennox que se rumoraba por las calles, no se reflejaba. No podía creer lo que veía, y por la expresión de Lidia, al parecer ella tampoco.

En cuanto había visto a Lidia, se acercó apresurado a rodearla entre sus brazos; esa fue la señal de Olivia, para desaparecer de la escena.

Al principio, pensó en ir a su propia habitación, pero se detuvo a medio camino, cambió su rumbo y fue directo a donde Julius se encontraba.

Que gran sorpresa se había llevado, cuando lo miró tirado en el suelo. Lo primero que cruzó por su cabeza, creía que había sufrido a manos de personas malas y no es que hubiera estado alejado de la realidad, simplemente no había sido esta la ocasión, ya que Lidia, le había contado que hacia tan solo una semana fue atacado y herido, y también se encontraba ebrio.

Podía ver aun marcas en su rostro, y un momento antes presenció la herida que se ubicaba en su costado, por suerte no había pasado a mayores.

Desde que fue dejado, recostado sobre la cama, no había abierto los ojos. Olivia se sentó a su lado. Anteriormente había depositado una silla para estar cerca de él.

Observaba su rostro y tal como la primera vez que lo vio, quedaba deslumbrada ante su belleza.

“¿Cómo podía existir este tipo de hombre?” Se preguntaba.

En el transcurso de los años, pocas veces se había cruzado en su camino. En ninguna de ellas tuvo la posibilidad de iniciar una conversación, obviamente debido a su dificultad, y ante todo, porque reconocía que Julius Edwards estaba fuera de su alcance.

Aunque no solamente de él, realmente creía que no estaba a la altura de ninguna persona. No solo tenía problemas del habla, se sentía inferior a los demás; su madre se había encargado personalmente de meterle esas ideas a la cabeza.

La última vez que había compartido el mismo espacio al lado de joven Edwards, fue en la reunión de la familia Fernsby.

Esa noche pudo convertirse en otra, de su lista de las peores reuniones y fiestas a las que haya asistido, de no ser por él.

Su madre, la señora Wendell; se había paseado por todo el lugar, saludando a los invitados, por supuesto, la arrastraba junto a ella. Debido a que su negocio en ventas y diseño de vestidos, fue reconocido entre la clase alta de su entorno, era bien recibida entre ellos.

Antes de asistir al evento, sus padres fueron clara con ella, tenía prohibido hablar, a menos que su madre se lo permitiera. A este punto ya no le importaba lo que era dictado, se esforzaba, para evitar ser golpeada.

Una de las cosas que, si continuaban lastimándola fuertemente, era que su padre simplemente observaba como era castigada, no hacía nada para detener a la señora Wendell.

La golpiza que su madre le había propinado al volver a casa, no fue suficiente para decir que, esa velada era a la peor que pudo asistir.

Puesto que la señora Wendell, no aprobaba que se alejara de su lado para que no la ridiculizara, también

 llego hasta la familia Edwards a presentarse.

 Lastimosamente, el joven Edwards no la reconoció, ni le dirigió una palabra. Solo un gesto con la cabeza y eso era todo. Aun así, ese mínimo gesto la había salvado de su noche.

Cuando llegaron a casa, Olivia estaba por las nubes, y su madre se percató de ello, por lo que, apenas entrando a la casa, la tomo del cabello y la arrastro hasta su habitación, donde le dio de golpes. No se medía cuando estaba frustrada.

Cada golpe que recibía de su madre lo recordaba, por más que deseaba olvidarlo.

Esa noche la razón era porque observó al señor Lennox junto a su esposa.

- ¡Ese era tu lugar! ¡mira donde estas ahora! - los golpes caían en su cuerpo\, Olivia solamente se encogía sobre el suelo y su madre\, ya sea en puño o con la mano extendida\, se dejaba caer sobre ella. No exclamaba ningún grito o llanto.

La voz de la señora Wendell era la única que era escuchada.

- ¡¿Por qué tuviste que convertirte en el peor error de mi vida?!- le gritaba.

Al desahogarse, lanzaba un resoplido, se acomodaba el cabello y salía de la habitación, dejando a su hija en el suelo; al día siguiente era como si nada hubiese pasado.

A todo ello, era lo que en su corta edad se había acostumbrado. Al principio no era a ese nivel. Desde pequeña cuando presentó impedimentos al hablar, no le decían nada, ninguno de sus padres; mientras fue creciendo y se dieron cuenta que con el pasar de los años no se arreglaba, llegaron los regaños.

Todos provenían de su madre, hasta que finalmente comenzó por golpearla. Los pellizcos fueron los primeros en aparecer, después en las mejillas, al acostumbrarse se dejó llevar por completo y ahora se iba contra ella sin medir las consecuencias.

La primera vez que la golpeo tenía tan solo doce años, Olivia había llorado mucho y aun así su madre no se disculpó, y su padre desviaba su mirada a otro lado.

Hacia un tiempo en el que no le ponía una mano encima, desde esa noche. Estaba agradecida por ello.

Había pasado cerca de una hora y no podía apartarse de su lado. de pronto el hombre frente a ella comenzó a soltar quejidos. Olivia se sentó derecha, al ver como Julius comenzaba abrir los ojos. Sus nervios comenzaron a correr por su cuerpo.

No contaba con su libreta cerca, ya que se confió, pensando que el dormiría toda la noche. Era muy tarde para desaparecer de la habitación.

El Joven Edwards se sentó de golpe en la cama y se quejó de dolor, llevándose una mano sobre el costado de su cuerpo. Parpadeo un par de veces, enfocando el lugar donde se encontraba.

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Comments

Eudy Brito

Eudy Brito

Pobre chica, una madre abusiva y un padre mediocre 😤😤😤

2023-07-05

3

Eugenia Venegas Oyarzo

Eugenia Venegas Oyarzo

esa Mujer, será su Madre de Verdad ??🤔 realmente lo dudó..

2023-04-25

0

Beatriz Sierra

Beatriz Sierra

pobre chica la madre es una desgracia humillativa aprovechada y el papá es un mediocre de primera 😡 deberían apoyarla pero lo único que recibe son golpes humillación y malos tratos

2023-03-22

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