II. Lagrimas En Soledad.
Cinco años antes…
De nuevo lloraba sentada, bajo la sombra de un árbol. No entendía como su madre podría tratarla de esa manera; nuevamente se había molestado por no hablar correctamente.
A sus diecisiete años, debería de estar acostumbrada al maltrato y manipulaciones por parte de su madre, simplemente no podía con ello.
Repetidas ocasiones, cuando se esforzaba para contestar de forma adecuada sin llegar a trabarse, la mujer que le dio la vida terminaba por exasperarse, demasiado, al punto que terminaba arrojándole lo que tuviese cerca para que Olivia desapareciera de su vista.
Ese día no había sido la excepción. Por la mañana, la señora Wendell, la había despertado con euforia.
-¡Arriba Olivia!, debes despertar lo antes posible, date prisa y vístete, toma una ducha, no lo olvides- le daba órdenes, apresurada, pareciera que se quedaría sin tiempo.
Su hija abrió los ojos, en cuanto había escuchado su nombre, era peculiar el que la gran señora Wendell, la despertara personalmente.
Se sentó en la cama y se tallo los ojos. Su madre la observó y comenzó a desesperarse, por no seguir sus órdenes en seguida. Cuando realmente, solo habían transcurrido solo segundos desde que haya despertado.
- ¿Qué es lo que crees que haces? He dicho que comiences a prepararte - exigía la mujer.
- ¿Su… Sucede al. Algo? - cuando estaba junto a su madre, evitaba alargar las frases utilizadas en su conversación, conocía perfectamente el carácter de poseía y escuchar su tartamudeo solo daría inicio a un mal día.
-He dicho que utilices tu libreta, al conversar conmigo, no puedo esperar hasta que termines de hablar- decía la mujer, que comenzaba por malhumorarse.
Normalmente así lo hacía, pero su libreta no se encontraba cerca de ella, por lo que había recurrido a hablar. Decidió no preguntar nada más. La señora Wendell, observo la expresión que se formó en el rostro de su hija y soltó un suspiro, como si estuviera agotada. Empezó por explicarle, por qué tenía tanta prisa.
-Este día, la señora Edwards visitara la tienda de diseño, la señorita Abbey me ha informado que necesita un vestido para la celebración del cumpleaños de su madre, la señora Lennox-
Olivia no entendía, entonces por qué necesitaba de su presencia junto a ella en la tienda. Estaba por hablar, cuando optó por levantarse de la cama y fue hasta la mesa que estaba a unos pasos frente a su cama y tomó la libreta junto al lápiz, que había depositado la noche anterior ahí.
“¿Por qué es necesario que asista? No entiendo el motivo por la cual, soy requerida”
Le dolía escribir aquellas palabras, pero era honesta. Por si no fuera poco, la dificultad que tenía para hablar; su madre también detestaba el hecho de que Olivia no supiera nada acerca de diseño.
Ella lo había intentado, la misma señora Wendell le había impartido clases personalmente y, aun así, no era su destino saber sobre ello, de verdad se había esforzado por comprender, pero no daba resultados, por lo que su madre se rindió y se negó a enseñarle nuevamente.
Mostró su libreta para que fuera leída.
- ¿Cómo no puedes comprender lo que dije hace un momento? Olivia, he dicho que la señora Edwards asistir a mi tienda, necesito que vayas y causes buena impresión frente a ella, así que sugiero que, si mantiene una conversación contigo, hagas tu mayor esfuerzo, y controles tu manera de hablar-
“Continuo sin comprender”
-Lo pondré sencillo, la señora Edwards es hija de la familia Lennox, es tía y muy cercana al joven Lennox, necesito que causes buena impresión, así ella podrá recomendarte como una futura esposa para el-
Las palabras que salieron de la boca de su madre, casi hacen que su cabeza explotara. ¿Cómo podía siquiera pensar en casarla con ese hombre? Y no se refería por los rumores que circulaban acerca de él, sino porque era un desconocido. La señora Wendell estaba dispuesta a ofrecer a su hija a un desconocido.
“No quiero casarme”
Escribió rápidamente, Olivia.
-Debes hacerlo, esta es una oportunidad y no hay que desaprovecharla- alegaba su madre, que la miraba persistente.
“Pero porque quieres que me case con él?”
Se percató por medio del lenguaje corporal, en especial ese movimiento que hacía con sus manos; entrelazaba los dedos y presionaba sus manos. Debido a su vasta experiencia, sabía que eso significaba que su madre estaba por perder los estribos y se contenía para ello.
-No cuestiones las decisiones que tomo por ti, debes entender que, debido a tu condición, ningún hombre desearía desposarte. Solo causarías vergüenza, esta es una oportunidad, dejaras de ser simplemente la hija tartamuda de la señora Wendell, te convertirás en la señora Lennox- dijo orgullosa ante su discurso.
Las palabras arrojadas por su propia madre eran clavadas como una estaca directo en su corazón, se dijo mentalmente que no llorara frente a ella. Podía sentir las lágrimas avecinarse, pero no podía permitírselo, era peor cuando lo hacía.
No se atrevió a discutir, en parte sabía que tenía razón. Las personas a su alrededor podían ser crueles.
Cuando era pequeña y sus padres eran invitados a reuniones, la llevaban consigo, pero llego a un punto en el que dejaron de hacerlo. Comúnmente sufría a causa de los hijos de las otras familias que asistían. Se burlaban de ella e inclusive le jugaban bromas donde llegaba a salir lastimada físicamente.
Cuando regresaban a su hogar, su madre se molestaba, pero no con el resto quien la lastimaba, sino con ella, por ser diferente. Y, aun así, con el pasar de los años, por más que creía que estaba acostumbrada al trato de la señora Wendell, era imposible, siempre encontraba algo donde golpearla para herirla.
Se acercó a su armario en busca de un vestido para usarlo, cuando fue interceptada por su madre.
-Tienes pésimo gusto. Anda, ve a tomarte una ducha, yo escogeré el vestido perfecto por ti- la empujo para que fuera directo al baño.
Sin oportunidad de decidir, hizo caso al pedido de la señora Wendell. Estando bajo el agua, soltó aquellas lagrimas que antes había contenido.
No hacía mucho que habían llegado a la tienda de diseño, y se sentía incomoda. La señorita Abbey era nueva, pero su madre confiaba en ella. Apreciaba el don esplendido que tenía; era capaz de diseñar vestidos preciosos y aun siendo tan joven. Solo le llevaba por cerca de dos años en edad. Lo cual, hacía sentir a Olivia una inútil. Sería fácil envidiar a la señorita Abbey, pero no podía, ella era muy amable y nunca miró o trato mal a Olivia.
- ¿Cómo puede demorarse tanto? - se quejaba la señora Wendell, ansiosa por la espera.
-Señora, aún es demasiado temprano, la cita de la señora Edwards esta prevista hasta las diez, aún faltan veinte minutos- decía la señorita Abbey.
-Está bien, no queda más que esperar. De verdad Keyla, ¿Cómo es posible que tu no seas mi hija? - nuevamente comenzaba el ataque.
La joven empleada, se sintió incomoda por el comentario, se giró a observar a Olivia, pero esta, intentaba no mostrar expresión alguna, no le dejaría saber cuánto la había afectado aquellas palabras. La señorita Abbey, siendo tan amable, hizo un intento de cambiar de tema.
-Señorita Wendell, debo decirle que se ve muy hermosa en ese vestido, ha tomado una decisión perfecta para este día. Supongo que tiene algún evento especial, ya que luce preciosa hoy- la cortesía de Keyla, estaba extra.
Podría lucir hermosa tal y como decía, pero para ella no estaba cómoda en absoluto. El vestido presionaba sus curvas, haciendo que se complicara por respirar con facilidad, su madre había insistido en que usara un corsé, aun cuando ella se negaba, pero por supuesto, no tenía voz para tomar aquella decisión.
Le sonrió en respuesta, evitando hablar.
-Luce radiante, ¿cierto? Yo escogí su vestido el día de hoy. Lo único que opaca su vestuario es ese horrible bolso que carga consigo, gustaría deshacerme de él, pero entonces no tendría medio de comunicarse-
Su bolso no estaba desgastado, ni tampoco era de mal gusto, pero para su madre era desagradable, ya que en el cargaba la libreta donde escribía, por lo que, al mirar su bolso, le recordaba su problema de habla y lo inútil que le parecía.
-No te preocupes señorita, estas hermosa- la alentaba Keyla. Olivia creía que era conmovida por lastima.
-Están aquí- anuncio la señora Wendell, que se apresuró a la puerta, dando la bienvenida a la señora Edwards.
Los nervios corrieron por todo su cuerpo. Desconocía como se desarrollaría esto.
-Buenos días, señora Wendell- saludo la mujer, que hacia un instante había traspasado la puerta principal.
-Buenos días, sean para usted, señora Edwards, es un placer que este en mi tienda- dijo su madre, haciendo énfasis en “mi tienda” para que la mujer presente se diera cuenta de que tenía posesiones a su nombre, nunca entendió porque su madre era así.
-He escuchado hablar mucho de usted, por ello he decidido que usted sea quien realice un vestido para mí; la celebración de cumpleaños de mi madre se aproxima, por lo que necesito lucir radiante-
-Por supuesto, la comprendo, imagino que quiere resaltar entre los invitados- dijo la señorita Abbey.
-En realidad, solo será la familia reunida, pero para mí es una ocasión especial, ya que mi hijo después de dos años en el extranjero a regresado, deseo presentarme correctamente-
Para Olivia, no veía le punto de usar un vestido elegante si solo estarías junto a tu familia, por lo que aquella situación le parecía burda.
La señora Edwards clavó su mirada en Olivia que hasta el momento se había mantenido callada, por obvias razones. Su madre se dio cuenta y no desaprovecho la oportunidad brindada.
-Disculpe la falta de educación, he olvidado presentar a mi hija. Ella es Olivia Wendell, mi única y bella hija- la presentó con un orgullo que solo ella conocía, era falso.
-Me gusta tu vestido, niña- dijo la mujer que la miraba de pies a cabeza.
- Me alegro que así sea, no me gustaría sonar pretenciosa, pero esta es una creación mía- presumió su madre.
-Definitivamente vine al lugar correcto- dijo la señora Edwards.
Fuera de eso, fue la única vez que la mujer se giró a mirarla. Volvió a ser invisible al cabo de terminar esas limitadas palabras. Fue alegría para Olivia, pero una decepción para la señora Wendell. Que, al momento de retirarse, le lanzo una mirada furiosa a su hija.
- ¿No pudiste siquiera intentar decir algo? - se dirigía a Oliva, cada paso que daba, resonaba contra el piso.
Veía venir lo próximo a suceder y no hizo nada para esquivarlo, era obvio el siguiente paso de su madre. Su rostro dio vuelta debido al golpe propinado por la palma de la señora Wendell. Una marca roja comenzaba a formarse al costado de su rostro.
-Lárgate de mí vista, por tu culpa hemos perdido esta oportunidad para ti- dijo enojada.
Por suerte, la señorita Abbey no estaba presente; antes de que la señora Edwards se retirara, se había puesto en acción a tomar y juntar el material para llevar a cabo la creación del vestido.
La señora Wendell. Se sentó en un pequeño sofá que tenía instalado para recibir a los clientes y Olivia, salió de aquel sitio, cubriéndose la mejilla, para que nadie por fuera, observara el golpe.
Se alejó lo más que pudo de la tienda de su madre, camino hasta llegar al límite donde se ubicaba el inicio de los comercios. Se adentró a donde estaban los árboles, las personas no se acercaban a las orillas, busco un lugar vacío, donde pudiera desahogar lo que sentía por dentro. Observo un enorme árbol, que daba una perfecta sombra, se sentó debajo de sus grandes ramas y comenzó a llorar.
Tras cada lagrima que desbordaba, se reprendía. No le gustaba llorar, cada vez que creía que de sus ojos ya no quedaba nada por derramar, se sorprendía que se abría el paso a nuevas gotas que terminaban corriendo por su mejilla.
Sentía escozor y caliente donde su madre la había tocado. Sacando todo de sí, lloró hasta nuevamente quedar seca.
-Nunca había visto a alguien llorar sin hacer un ruido- dijo una voz, que, por la dirección del sonido, provenía detrás del tronco del árbol donde ella estaba recargada.
Se sorprendió al escuchar que había alguien ahí, rápidamente con su mano comenzó a limpiar su mejilla donde había rastros de su llanto. Atenta escucho como ramas se rompían bajo el peso de pasos, que se acercaban.
-Oye- dijo la voz perteneciente a un hombre.
Olivia se animó a mirar hacia arriba y al frente, observó al hombre más hermoso, que había visto en su vida.
Las facciones de su rostro, eran trazadas finamente, su cabello oscuro, acentuaba la palidez de su piel. Su cara era digna de ser plasmada en un lienzo, sin dejar de lado la altura de dicho hombre, tuvo que hacer su cabeza hasta atrás para poder observarlo perfectamente.
-Toma esto- miró la mano del desconocido, le tendía un pañuelo.
Se limitó a no soltar ninguna palabra, ya que era consiente que moriría de vergüenza si era juzgada también por este bello espécimen. Negó con la cabeza, moviendo de un lado a otro.
-Limpia bien tu rostro, no querrás que se den cuenta que ha llorado. Puedo sospechar de ello, puesto que has venido hasta aquí- le dijo amable, instándole a que tomara el pequeño trapo que sostenía. Termino accediendo ya que había acertado.
-No permitas que los demás vean tu debilidad- le dijo, el tono utilizado del hombre que estaba de pie ante ella, era en modo serio- tomaran ventaja de ello-
Sin decirle nada más, se retiró. Dejando a Olivia sola.
Cuando se tranquilizó por completo, decidió regresar a la tienda de su madre, antes de que fuera capaz de irse sin ella. Guardo el pañuelo, en el bolso que cargaba y comenzó a caminar en dirección de regreso a la tienda.
Al cabo de un rato, sentía como alguien caminaba detrás suyo. Se giró, enfrentando a quien sea que estuviera a su espalda. De nuevo era aquel apuesto joven.
No lo conocía, pero le inspiraba confianza. Al momento que ella se detuvo el también. Olivia, lo observaba con cuidado, tratando de descifrar sus intenciones.
-Solo continúa caminando- Le dijo el desconocido- no puedo irme de aquí, dejando a una niña completamente sola en un sitio como este-
Resultaba ser confiable y amable, reanudo su caminar, sin dirigirle palabra alguna.
Internamente, sentía su corazón latiendo rápido, era la primera vez que le sucedía.
Al salir de entre los árboles, se giró a agradecerle. El resto del camino, había estado practicando mentalmente para dar las gracias sin equivocarse, pero el ya no estaba.
Se sintió decepcionada por ello, lo cual la hizo confundirse al respecto.
¿Quién era aquel hombre hermoso? Se preguntaba mientras ingresaba a la tienda de su madre.
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Comments
Nancy Hernandez
hola, como dices apenas estás empezando, en la historia anterior no escribí nada, pues entiendo que apenas vas haciendo pinos, pero déjame decirte que nos dejaste muy incompleta la historia, solo escribiste que tuvieron su noche de amor y que regresaron a su casa, y como esas últimas palabras, estoy pensando en mi color favorito? y la terminas? pensé que tal vez en está parte la continuarías, pero lamentablemente veo que no, das mucho detalle y es bueno pero la historia en realidad la cortas y no deja buen sabor de boca , te esfuerzas y eso es bueno, pero lo puedes hacer mucho mejor, y ojalá en está historia le des continuidad a Asher con su esposa, donde él le diga porque se casó con ella y tengan hijos.. sería bueno
2023-12-08
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Nancy Hernandez
hola, como dices apenas estás empezando, en la historia anterior no escribí nada, pues entiendo que apenas vas haciendo pinos, pero déjame decirte que nos dejaste muy incompleta la historia, solo escribiste que tuvieron su noche de amor y que regresaron a su casa, y como esas últimas palabras, estoy pensando en mi color favorito? y la terminas? pensé que tal vez en está parte la continuarías, pero lamentablemente veo que no, das mucho detalle y es bueno pero la historia en realidad la cortas y no deja buen sabor de boca , te esfuerzas y eso es bueno, pero lo puedes hacer mucho mejor, y ojalá en está historia le des continuidad a Asher con su esposa, donde él le diga porque se casó con ella y tengan hijos.. sería bueno
2023-12-08
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Paula Merdech
la verdad no era muy buena tu novela pero el queré hacer una trilogía la cago por completo ya que no llenas de expectativas por que ea muy incompleta en datos en detalles hasta mi hijo de 10 años había algo mejor renuncio a los autores mediocres como vos que se excusan en que es su primera novela...chau autora de baja calidad
2023-08-21
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