XII.

Tal cual Milo lo dijo, al siguiente día a Alma le asignaron su número, once cero seis, sí justo después al del pelirrojo, solo así se encargaría de marcar el territorio aunque la morena no lo supiera.

En las mañanas, justo a las cinco eran utilizadas las canchas recreativas, muchas mujeres y hombres se podían ver, ejecutándose en las barras, con las pesas, escalada de pared o carreras en el suelo de grava.

En un principio a Alma le costó mucho trabajo, en especial la primera semana, pero hoy que estaba cumpliendo su cuarta ya había adquirido práctica.

Las tardes transcurrían en el área de enfermería, era asombrosa la cantidad de heridos que ingresaban a dicha construcción. Desde colocaciones hasta heridas de bala o quemaduras de gravedad.

-¿De dónde llega tanto herido?- once cero seis se atrevió a preguntar.

-Será mejor que no hagas esa pregunta, jamás te será respondida. Solo atente a atender a los pacientes- Una señora mayor respondió con irritabilidad, se trataba de la jefa en turno.

•••••

-Buenas noches- Emilio entraba por la puerta principal, era agradable llegar y ver la sonrisa de Alma, le llenaba el corazón.

-¿¡Qué tienen de buenas!?- Instó la morena con amargura, está se encontraba leyendo un libro de anatomía, no entendía ni mierda lo que estaba escrito.

-¡Creo que alguien está de malas!- masculino con simpatía.

Alma se incorporó hecha una fiera, esto no es lo que deseaba para su vida, en absoluto.

-¿Por qué me lo ocultarse?- sus ojos estaban nublados, todo el día aguantó las lágrimas.

-¿De qué me hablas?- Milo en verdad no sabía a qué se refería la pequeña, él había hecho tantas cosas a sus espaldas que era difícil de adivinar.

-¡No te hagas imbécil!- hasta este punto ella jamás lo había llamado por su número, sentía que era algo estúpido llamase de esa manera.

-No sé de que me hablas Alma- La última palabra fue la gota que rebasó el vaso.

-No me llames Alma - Lo señaló con su dedito índice - Eres un sinvergüenza - para este punto ella ya estaba derramando agua por sus ojitos oscuros -¡Y yo que pensé que éramos amigos¡-

Le arrojó el libro de anatomía al pecho, justo después se introdujo a su recámara. Tomó las pocas prendas que le dejaban portar, porque hasta eso controlaban en ese lugar. Todos debían vestir conforme la profesión practicada.

Emilio la siguió hasta su espacio, preparándose de lo que quería hacer.

-¿A dónde vas a ir?- preguntó con su cuerpo recargado en el marco de la puerta.

-A donde sea, cualquier lugar es mejor que este- instó con molestia

-No te puedes ir de aquí Alma-

-No compartiré la estancia con un mentiroso-

Las palabras rasgaban con fuerza el corazón de Emilio. Temblaba ante la impotencia de no poder ser sincero con Alma, pero le debía la palabra de silencio A Daniela. En ese lugar la palabra era más valiosa que cualquier otra cosa.

-Si no te explicas correctamente ¿Cómo quieres que te entienda mujer?-

Alma se volteó, sus ojos estaban inyectados de ira.

- No puedes hacerlo, no puedes protegerme...

¿Sabes que sentí cuando me dijeron que me tiro al pelirrojo?. -

Emilio se acercó, un poco más aliviado pues, la pequeña no se enteró del más valioso secreto.

-¿Qué pelirrojo fue el afortunado de quitarte tu pureza!?- su sarcasmo no tenía límites.

-¡No sé si eres o te haces!- Alma vislumbró la increíble sonrisa del pelirrojo

-Quizá soy, me hubiese gustado ser yo quien escarbara en primera instancia-

El ambiente se volvió tenso y caliente.

Alma lo escrutó con la mirada. Declinó al ver los ojitos tiernos de su compañero.

-Ni lo pienses pecoso- masculló con una sonrisa - Me niego al amor-

-¿Quién dice que debe existir amor para degustar placer?-

- Yo- se dio media vuelta, no quería ser vista en tonos carmesí por el pelirrojo - Y como no quiero amor, tampoco sexo-

-Estás muy equivocada, no todo es amor- insistía, desde que la conoció la idea de indagar entre sus piernas estaba instalada.

-¿¡Lo dices tú que todo haces con amor!?- masculló Alma

-Sí lo sigo yo- agregó molesto- Y las cosas no son con amor, sino pasión-

- Como sea, no me convencerás de perder la virginidad y mucho menos en este lugar que todos aquí son catorce no sé que, once no sé que tanto, veintidós sepa la chingada- Alma devolvía sus pertenencias sobre la cama - Nadie sabe nada de nadie... Aquí quien abre las piernas es una completa pendeja.-

Un silencio incómodo reino en la habitación.

- Dime estúpida o anticuada, como quieras verlo, pero... mi primera vez tiene que ser con alguien quien conozca verdaderamente y, me agrade no solo físicamente, sino mentalmente- agregó en un hilo de voz.

- No te juzgo, tienes razón. Aquí no encontrarás eso, todos están enfocados en sexo y, la justicia-

- Lo sé, tampoco busco en cada esquina prospectos- Alma se sentó en la orilla de su cama.

Ambos volvieron a guardar silencio, perdiéndose en sus pensamientos.

- No vuelvas a querer protegerme, puedo apañármelas yo sola- Alma clavo sus ojos en los grises.

- Lo siento, quería protegerte de todos- el pelirrojo se encogió de hombros.

-Ahora soy la amante del jefe- se encogió de hombros.

- No suena mal- sonrió ampliamente, ¡Descarado!

- Habló en serio- Lo amenazó con el índice. - Además, no me gusta que me llames por mi nombre, todos aquí tienen uno pero no lo utilizan ¿Por qué yo si?-

- Me encanta tu nombre- afirmó el pelirrojo

- Es injusto ¿No crees?

- Tal vez...- Milo estiró su mano hacia la morena. - Emilio Maxwell para servirle a Dios y aste'-

Alma no pudo evitar soltar una risita, dudando mucho estrechó la mano contraria.

- Un gusto Emilio Maxwell, pero... le advierto que con esto no me va a bajar las bragas.-

Amenazó la morena, Milo mostró señales de rendición.

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Comments

Verónica Bustos

Verónica Bustos

pobre Milo está que corta las huinchas por alma y ella toda digna le dice que no habrá fiesta

2024-04-08

1

✳️💫Andrea Kabreraa💫✳️

✳️💫Andrea Kabreraa💫✳️

jajaja milito sale por obra del espíritu santo?

2022-08-04

3

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