III.

Emilio Maxwell había perdido a su madre en un atentado o mejor dicho, eso es lo que les hicieron creer, no solo a ellos, a mucha gente.

Una tarde, cuando el pelirrojo regresaba de la preparatoria encendió el televisor, casi era un ritual. Encender la pantalla, lavarse las manos y preparar la comida para cuando sus padres estuvieran en casa cenaran en familia.

—’Hasta el momento se reporta la muerte de al menos 83 personas contando al personal. Entre los afectados se encuentran hombres, mujeres y niños.

No se han reportado sobrevivientes'— Instó la reportera con los senos más falsos que Emilio jamás vio.

Tomo el control para subir el volumen, ahora las noticias sí estaban más que interesantes.

Enfocó la vista a la pantalla, de pronto una especial de corriente eléctrica le recorrió cada parte de su cuerpo, era el banco donde trabajaba su madre.

De su mochila tomo su móvil, marcación rápida al contacto de su padre, pero este no respondía... uno, dos, cinco intentos y ni señales del hombre

Tomo las llaves de su casa y emprendió camino hacia el banco. Corrió a toda prisa, sus pulmones estaban carentes de oxígeno, aún con todo el malestar que eso le provocaba sobre el pecho no paró, no hasta llegar al gran edificio.

—Lo siento chico, no puedes pasar— un oficial de tránsito acordonaba la zona en un perímetro de cien metros a la redonda.

—¡Mi madre... mi madre está ahí!— Instó trastabillando las palabras, señalaba el gran edificio con su índice.

—En verdad que me da pena pero, tengo indicaciones que nadie puede entrar. La chica de allá está dando informes, acude con ella— Instó el oficial señalando a una colega.

Emilio corrió nuevamente, con diez zancadas se encontraba entre la multitud que rodeaba a la chica .

—Vengo... vengo buscando a Mónica de Maxwell— Instó carente de oxígeno y lleno de sudor.

—Tiene que esperar su turno, todos los presentes también requieren de información — La oficial lo escrutó con la mirada, Zoe se podía leer en su placa.

—Solo dígame si entre los fallecidos está el nombre— Instó con desesperación.

—¡Tiene que esperar su turno!— la oficial se dió media vuelta, en ocasiones las personas no calzan el dolor de otros.

Cuerpos seguían saliendo por las puertas del Banco Central, Emiliano con los ojos aguados buscaba entre los cuerpos aquella cabellera roja de su madre.

Un par de horas transcurrieron, no había noticias de su madre.

*Ring ring*

Emilio volteo hacia abajo, el pantalón estaba ligeramente iluminado por la pantalla del móvil.

—Pa.. papá — balbuceó.

—Lo siento hijo, no sabía nada... voy para allá.— su voz sonaba quebrada. —¿Hay información?—

—Ninguna— sin percatarse su rostro comenzó a mojarse .

—Mantenme al tanto— Finalizó la llamada.

El escenario era catastrófico, mucha gente lloraba, se escuchaban lamentos, gritos y risas sarcásticas.

La oficial Zoe seguía dando informes.

—Sentimos mucho la tragedia— decía pero su rostro no mostraba ni pizca de emosión — ya han limpiado la zona, el total de fallecidos es de 156 personas, aún estamos intentando identificarlos—

—¿Van a explicar que es lo que sucedió?— una señora gritó, ya le habían dicho que entre los muertos estaba su hijo de 25 años.

—Los medios ya lo han comunicado, fue un atentado terrorista—

—Yo no me quedaré solo con lo del atentado, yo.. yo iba a entrar al banco pero por azares del destino no lo hice... me entretuve en el celular— gritaba un chico asustado — ¡YO VÍ QUE LOS HOMBRES DISPARABAN A DIESTRA Y SINIESTRA, ADEMÁS DE LLEVARSE A MUCHAS MUJERES!—

Los murmullos no se hicieron esperar, la gente aglomerada intentaba obtener respuestas.

—¡No lleguemos a las especulaciones!— Instó Zoe tratando de mantener tranquilas a las masas.—¿Tienes pruebas de ello?—

—¡No!, pero a mí nadie me tacha de mentiroso.— Instó el joven ofendido.— La primer mujer arrojada a la camioneta de los "presuntos terroristas"— enfatizó con las comillas— Era una mujer no mayor a los 40 años, con la cabellera por aquí — señaló un tanto arriba del glúteo — Y era de un perfecto rojo- anaranjado natural—

Por supuesto que no se ven pelirrojos caminando por cada esquina, Milo al escuchar las palabras del hombre supo que el chico hablaba de su madre.

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